México: nueva cruzada contra transgénicos
Especialistas en estudios ambientales del país, académicos y productores agropecuarios, congregados en el Primer Encuentro Nacional Artístico-Cultural.
Ecofeminismo, etnias y alimentación transgénica, urgieron a los tres poderes de la Unión a declarar una moratoria en la introducción de semillas o plantas genéticamente modificadas (maíz), ya sea para su uso experimental o comercial, hasta en tanto no exista una demostración científica de que no van a dañar el ambiente y a los seres vivos
En la relatoría del encuentro celebrado en la ciudad de Uruapan, dada a conocer por la maestra en filosofía Rubí de María Gómez Campos, se hace un llamado también a los gobiernos estatales y municipales para que impidan que semillas modificadas puedan cruzar las fronteras del país sin haber sido molidas, ya sea que éstas se utilicen para alimento animal, para consumo humano o procesamiento.
“Demandamos alimentos sanos y libres de Organismos Genéticamente Modificados. En el caso de alimentos procesados que contengan estos organismos exigimos que sean etiquetados para que el consumidor pueda elegir libremente su consumo o no. Partiendo de que las semillas son propiedad de la humanidad, exigimos que se prohíba patentar la vida y los conocimientos tradicionales y culturales de nuestros pueblos”, mencionan las conclusiones del foro, donde la actriz Ofelia Medina tuvo una destacada participación.
El documento en cuestión refiere que la creciente mundialización ha llevado a las grandes corporaciones a apoderarse no sólo de la economía y la producción, sino además de los recursos naturales y la alimentación; con ello intentan adueñarse de la vida misma. “Uno de los problemas que nos atañe como humanidad es la seguridad alimentaria y las consecuencias que esto implica en los ámbitos sociales, políticos, económicos, ambientales, de salud, culturales e identitarios”, remarca.
Sin embargo, advierte que este proceso de mundialización no es lineal, pues es cuestionado constantemente desde los ámbitos locales a partir de la cultura de resistencia, marco desde el cual las propias comunidades rurales se replantean reproducir y transformar su cultura desde su propia cosmovisión.
Dentro de este contexto, un factor que ha influido en los cambios y transformaciones de las sociedades ligadas a la tierra, a su producción y reproducción, ha sido el control político del mercado, así como el abuso, desarrollo y acaparamiento de la tecnología usada únicamente para el interés de la economía mundo, precisa.
Con esta tecnología, prosigue, se han creado procesos de transformación en lo que se refiere a la alimentación mundial, generando lo que hoy conocemos como organismos transgénicos o genéticamente modificados, que son el resultado de un proceso por medio del cual se insertan genes de una especie dentro del DNA de otra. Este nuevo adelanto tecnológico está lleno de interrogantes en relación con las consecuencias desconocidas y posiblemente desastrosas tanto para la salud como para el medio ambiente en que vivimos.
GANANICAS EN JUEGO
De acuerdo con los resolutivos del Primer Encuentro Nacional Artístico-Cultural: Ecofeminismo, etnias y alimentación transgénica, las corporaciones biotecnológicas multinacionales han apostado a este proceso con base en las enormes ganancias que están en juego. A partir de costosas campañas publicitarias en los diferentes medios masivos de comunicación nos envían consistente y permanentemente el mensaje de cómo la biotecnología constituye un milagro que resolverá los problemas de hambruna en el mundo, reducirá el uso de pesticidas y curará las enfermedades que aquejan a la humanidad.
Por el contrario, sentencia, muchas de las investigaciones críticas a esta nueva tecnología señalan que hoy en día nos encontramos en medio del experimento de alimentación más generalizado de la historia y los seres humanos somos los “conejillos de indias” de esta prueba experimental.
“La apropiación y el uso de nuestros suelos por la agroindustria tradicional ha producido el empobrecimiento y el deterioro de la tierra, lo cual tiene como consecuencia la migración de la gente del campo porque no produce o porque no cubre los costos de producción. El uso de esta nueva forma de biotecnología sigue, como en todos los casos, las pautas de la ideología patriarcal a lo largo de los siglos.
“Una de sus constantes ha sido el descuido, explotación y violencia que se ha ejercido contra las mujeres de manera sistemática y global. Y en ese sentido la naturaleza ha sido de igual manera violentada, desdeñada y explotada para poder extraer de la Madre Tierra lo que tan generosa y libremente nos ha dado.
“Nuestra Madre Tierra, al igual que lo femenino-materno, ha sido violentada a grados inadmisibles y dañinos para la sobrevivencia de todos los organismos vivos. Mujeres y hombres estamos en pie de lucha frente a esta nueva forma de violencia que recibimos y frente a la degradación que sufre nuestra Madre Tierra”, señala.
La participación de los grupos indígenas, sociedad civil, artistas y académicos, así como las organizaciones y todos aquellos que están preocupados por la soberanía alimentaria del país, la bioseguridad y el desastre ecológico llevó a construir propuestas y alternativas que buscan contribuir para frenar esta problemática mundial, entre ellas: reforzar la educación para conservar y rescatar las tradiciones, valores, cultura y ecología; generar la comunicación e interacción entre las generaciones, principalmente con los niños.
Asimismo, prohibir patentar las plantas medicinales y promover proyectos de medicina alternativa; ante las semillas transgénicas, generar un banco de semillas criollas y fomentar una cultura del reciclaje; generar redes entre mujeres para intercambiar experiencias entre diferentes culturas, recibir información y capacitación para ser promotoras en sus comunidades, transformar las relaciones de género hacia la plena igualdad de derechos, y promover nuevas formas de organización social más incluyentes de todos los actores en el ámbito nacional.