México: monitorean los transgénicos
La importación de maíz transgénico es una preocupación constante en México, debido a que no se sabe con exactitud cuáles pueden ser sus repercusiones en el ambiente y en la salud de la gente
La importación de maíz transgénico es una preocupación constante en México, debido a que no se sabe con exactitud cuáles pueden ser sus repercusiones en el ambiente y en la salud de la gente.
Por ello resulta conveniente llevar a cabo la detección cuantitativa de este tipo de maíz, ya que México es el centro de origen y diversificación del cultivo, y si los granos de importación se usan como semillas, hay muchas probabilidades de que los transgenes se dispersen y se introduzcan en las variedades criollas.
El Programa Universitario de Alimentos (PUAL), con el apoyo de los departamentos de Alimentos y Biotecnología, y de Bioquímica de la Facultad de Química de la UNAM, es hoy una de las entidades responsables de realizar esta tarea para el sector Salud.
“El PUAL ganó, ante la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), la licitación para detectar productos transgénicos. Está contratado mediante el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que manejará los fondos”, informa Amanda Gálvez Mariscal, su coordinadora.
El sector Salud proveerá al PUAL de muestras de maíz de importación tomadas de barcos graneleros y vagones de tren provenientes de Estados Unidos, principalmente.
“Nuestra labor primordial —dice la especialista— consiste en diseñar los análisis moleculares para reconocer los productos transgénicos que potencialmente estarían mezclados en tales cargamentos; y determinar qué pruebas podría implantar el sector Salud para un sistema de verificación en sus laboratorios ubicados en el estado de Veracruz.”
Con pruebas experimentales
Un equipo integrado por miembros de los departamentos de Alimentos y Biotecnología, y de Bioquímica de la Facultad de Química —y encabezado por Javier Plasencia de la Parra y Maricarmen Quirasco Baruch— tiene la capacidad de sustentar, por medio de pruebas experimentales, lo anterior. Por ello asesora, bajo la coordinación del PUAL, al sector Salud.
La experiencia que ha adquirido en ese tipo de trabajo experimental —que incluye detecciones moleculares en otros alimentos procesados y en otras materias primas de origen transgénico— también le permite participar activamente en la revisión de normas relacionadas con la evaluación de alimentos modificados genéticamente y de normas de buenas prácticas de manejo de alimentos.
Al respecto, hay que decir que el PUAL participa en el Subcomité 24 del Codex Alimentarius, programa conjunto de la Organización para la Agricultura y la Alimentación, y la Organización Mundial de la Salud, que se encarga de la seguridad de los alimentos y que en México es coordinado por el sector Salud.
“Allí corregimos documentos, damos razones técnicas y científicas, argumentamos, redactamos textos, conseguimos información y, además, participamos en la norma de buenas prácticas de manejo de alimentos en restaurantes, barras de servicio, etcétera”, comenta Gálvez Mariscal.
¿Todos son malos?
Es importante recordar que, desde la firma del Tratado de Libre Comercio en 1994, México ha importado granos de Estados Unidos (sobre todo de maíz) que en cantidades crecientes contienen transgénicos. Sin embargo, el país ha ratificado el Protocolo de Cartagena, que indica las reglas para el movimiento transfronterizo de Organismos Modificados Genéticamente (OGMs), y tiene la Ley de Bioseguridad de Organismos Modificados Genéticamente, que en algunos puntos se contrapone con las maneras en que actualmente se efectúa dicha importación.
Cabe apuntar que en 2002, en la Sierra Juárez de Oaxaca, se encontraron secuencias transgénicas en las variedades nativas del maíz de esa región, es decir, evidencias de que en ese ambiente se liberaron OGMs de maíz.
“Desde el punto de vista de adaptación de las plantas —apunta Gálvez Mariscal—, no se sabe qué pueda pasar. Tenemos confianza en que no haya problemas en términos de alimentación, porque los granos de esas variedades nativas ya fueron probados en ratas y usados en la alimentación de pollos y ganado, y no resultaron dañinos ni ‘venenosos’, como en algunos medios de comunicación se afirma.”
Ahora bien, la gente se pregunta si todos los productos transgénicos son malos. La universitaria contesta: “No se puede generalizar: si hablamos de un algodón resistente a las plagas y al ‘complejo bellotero’, entonces sin duda es bueno, porque su cultivo en México ha evitado la utilización de una enorme cantidad de insecticidas químicos que contaminan el ambiente y afectan a las personas. Pero si hablamos de variedades de maíz como las que están siendo utilizadas en Estados Unidos a manera de reactores biológicos para producir proteínas experimentales o plásticos biodegradables, aceites lubricantes, vacunas y otras sustancias que no son comestibles, entonces para nosotros, los mexicanos, resultan dañinas. No es posible contener el polen al 100% o controlar todos y cada uno de los granos provenientes de esas plantas. Con este tipo de ‘biorreactores’ existe la posibilidad de que se presente ‘flujo génico’, es decir, que haya un escape de transgenes y que éstos se introduzcan en las variedades para consumo humano. Esto sí sería inaceptable y poco ético, pues aquéllas perderían su calidad como alimento y se convertirían en algo peligroso para la salud.”
País con más variedades
El maíz es una planta de polinización abierta, lo cual significa que una planta no puede autofertilizarse, sino sólo fertilizar a otra, por lo que el intercambio natural de material genético resulta muy amplio. Además, las prácticas agrícolas tradicionales, en las que el intercambio de semillas es crucial, permiten fortalecer el cultivo, precisamente por la variabilidad que se introduce. De aquí la importancia de México como el país con más variedades de maíz en el mundo.
Hasta la fecha no se han otorgado permisos para sembrar maíz transgénico en el país, porque no se sabe cuáles son las consecuencias que podrían tener los transgenes en las variedades nativas y porque la Ley de Bioseguridad aún no cuenta con un reglamento.
México pone especial atención en dos clases de seguridad: ambiental, para que ninguna planta de maíz transgénico fertilice a otras plantas mexicanas; y de los alimentos, para que éstos no causen daño en los consumidores.
“El problema más grave es que cualquiera de nuestras plantas se puede cruzar con cualquier variedad de maíz transgénico comercial que se sembrara; y que las variedades de maíz transgénico disponibles actualmente en el mercado no atienden las verdaderas necesidades de protección contra plagas que se requieren en México, porque México es también megadiverso en insectos y plagas. Así, desde mi punto de vista, la siembra de maíz transgénico no deberá realizarse hasta que se evalúe la bioseguridad ambiental (la seguridad de los cultivos transgénicos) y se comparen los riesgos de flujo génico con los beneficios que aportaría el cultivo de dicho maíz”, concluye Gálvez Mariscal. (Josefina Rodríguez Rivera)