México: el poder de los consumidores
La sociedad civil tiene un poder real, pacífico y legal que ha sido poco usado en México: su poder de elegir lo que quiere consumir
Millones de ciudadanos en todo el planeta han ejercido este poder de elección y han participado en campañas de boicot, es decir, campañas en las que mediante su decisión o fuerza aplicada al consumo obligan a empresas y gobiernos a respetar el medio ambiente, los derechos humanos y civiles.
Existen cientos de ejemplos exitosos de esta poderosa fuerza civil en acción, entre ellos destacan: el boicot de 1985 a comercios de personas blancas en Sudáfrica que contribuyó a terminar con el apartheid, o recientemente el de los consumidores europeos que ha obligado a todos los fabricantes de alimentos a no usar ingredientes transgénicos, riesgosos para la salud y el medio ambiente.
Corporaciones trasnacionales como Nestlé, Nike, Texaco, Exxon Mobil, McDonald's y Coca-Cola se han visto forzadas a cambiar algunas de sus prácticas o políticas cuando los consumidores dejan de comprar sus productos.
La pérdida de ganancias y de clientes va directamente en contra de los fines de lucro de estas corporaciones.
El poder del consumidor es demoledor primero que nada porque es legal y legítimo, puesto que decidir lo que uno compra o deja de comprar es un derecho incuestionable.
Nadie puede obligarnos a comprar lo que no deseamos, así que pacíficamente podemos demostrar nuestro rechazo o apoyo a las conductas de las empresas. Este poder no se ejerce una vez cada seis años, sino todos los días. El poder de elegir se transforma en una poderosa fuerza cívica que está en manos de las personas, no de los políticos ni de las instituciones.
Participar en un boicot es sencillo, fácil y cotidiano, por lo que muchas personas diferentes con distinta disponibilidad de tiempo puedan colaborar en este tipo de esfuerzos sin importar en qué parte del país se encuentren: entre más personas colaboren con un boicot, más poderosa es la capacidad de cambio que se ejerce sobre una compañía.
Los boicots tienen una fuerza moral que no puede ser expropiada, porque permiten expresar de forma pacífica, legal y legítima el compromiso de los ciudadanos con principios morales como el respeto al medio ambiente y a los derechos humanos, laborales o cívicos, por encima de las pugnas de la clase política. El boicot es una herramienta de democracia directa para que los ciudadanos ejerciten su poder real, sin intermediarios.
¿Cómo se hace un boicot?
Primero que nada se identifica a una institución o corporación con una conducta ambiental, social o cívica claramente inaceptable. Se documenta esta conducta antisocial de una manera clara y sencilla, pero con datos verificables. Se difunde esta información lo más ampliamente posible por cartas a periódicos, estaciones de radio, mensajes de Internet, páginas web, carteles, volantes, etiquetas, etcétera. Se comunica claramente a la empresa la conducta que debe modificar y cómo hacerlo.
Por ejemplo, se demanda a Maseca que deje de utilizar maíz transgénico importado en nuestras tortillas, ¿cómo? comprando solamente maíz mexicano. Si la compañía no responde, entonces se llama al boicot, invitando a la mayor cantidad posible de personas a que a partir de una fecha claramente estipulada dejen de comprar el producto de la compañía.
El boicot, para ser exitoso, debe organizarse para que los consumidores que participen le informen a la compañía que no comprarán su producto e invitarán a más personas a no comprarlo hasta que la compañía cambie. Esta presión sobre la compañía debe ser constante hasta que se logre el cambio demandado y debe contemplar mecanismos para saber cuántas personas están sumándose a él.
Cada día que pase sin que la compañía modifique su conducta, es una oportunidad para que más personas se sumen a este mecanismo de participación ciudadana, lo que significará pérdidas económicas crecientes para la empresa en cuestión.
Por lo general, muchas compañías responden rápidamente ante los boicots, porque están diseñadas para responder a las demandas del cliente, reduciendo las pérdidas.
Grandes corporaciones trasnacionales que ya han experimentado la fuerza de los consumidores, intentan ignorar o minimizar el impacto del boicot para tratar de controlar el daño que le hace a la compañía, pero un boicot con demandas claras, bien difundido y bien organizado es prácticamente invencible.
En México es urgente aprender a poner en práctica este poder ciudadano para nuestro propio beneficio. Si como consumidores no aprendemos a demandar responsabilidad, calidad, servicio y ética, muchas compañías continuarán ofreciéndonos transgénicos, como Maseca; y contaminando el medio ambiente con productos tóxicos de los que no se hacen responsables o deforestando nuestros bosques mediante la tala ilegal.
Con nuestra fuerza de consumo también podemos premiar a las compañías comprando preferencialmente productos orgánicos, de comercio justo o a las empresas que hacen negocios de manera responsable, respetando a los consumidores, al medio ambiente y al bienestar común.