México: Transgénicos en mi mesa ¡NO!
Los mexicanos, como los consumidores de otras regiones del mundo, rechazamos la presencia de transgénicos en nuestras mesas y las empresas deben responder a esta demanda
Por ello, Greenpeace México lanza su campaña “Transgénicos en mi mesa ¡NO!”, con la que busca proveer a los consumidores de una herramienta para ejercer su derecho humano a saber y a decidir qué es lo que se comen. A través de esta campaña Greenpeace pretende averiguar y hacer público qué alimentos contienen materia prima o derivados de transgénicos a fin de que los consumidores lo sepan y puedan evitar el consumo de estos riesgosos cultivos.
Con “Transgénicos en mi mesa ¡NO!” Greenpeace también busca instar a las empresas que utilizan transgénicos a dejar de hacerlo, en beneficio de sí mismas, de los consumidores, de los productores mexicanos y del medio ambiente.
¿En qué consiste la campaña?
Desde marzo Greenpeace se ha dado a la tarea de preguntar formalmente a las principales compañías productoras de alimentos en México si sus productos a la venta en nuestro país contienen ingredientes transgénicos.
Las compañías a las que estamos preguntando si usan transgénicos en sus productos son: Aceite 123, Aceite Capullo, Alpura, Bachoco, Canderel, Cervecería Cuauhtémoc, Coca-Cola, Conservas Del Fuerte, Cooperativa Pascual Boing, Chocomilk, Cremería Americana, Comercial Mexicana Marca propia, Danone, FEMSA Cervecería, Ferrero, Frigorizados La Huerta, Fud, Gerber, Gigante marca propia, Grupo Bimbo, Grupo MacMa, Herdez, Hershey’s, Jugos del Valle, Jumex, Kellogg's, Kraft, La Costeña, Lala, Laposse, La Moderna, Maruchan, Maseca, Minsa, Nestlé, Nissin, Pan Filler, Pastas Cora, PepsiCo, Sabormex, Sabritas, Santa Clara, Soriana marca propia, Tortillas Nuestro Maíz, Unilever y Yakult.
Esta lista se irá ampliando a fin de obtener información de la mayor cantidad de compañías productoras de alimentos en México.
Algunas de estas compañías ya respondieron, otras no lo han hecho. Estamos sosteniendo reuniones e intercambios de información con las empresas que tienen dudas o conflictos para localizar la información que les pedimos o que nos piden mayor información para dejar de usar transgénicos en sus productos.
Además de la petición formal de información a cada compañía, Greenpeace está verificando los ingredientes consignados en las etiquetas, revisando los cupos de importación de granos que entran a México y enviando alimentos al laboratorio para verificar que no contienen transgénicos.
Greenpeace informará cuáles compañías están usando transgénicos y en qué alimentos, y se dará a la tarea de buscar que dichas compañías retiren los transgénicos de sus productos.
Una vez que reunamos las respuestas, las publicaremos en una Guía del consumidor, a fin de brindar a la ciudadanía una herramienta eficaz con la que puede decidir si consume o no transgénicos. Esta Guía enlistará como verdes a las compañías que no usan transgénicos y como rojas a las que sí los usan o se nieguen a brindar información.
¿Por qué los consumidores mexicanos tienen derecho a contar con esta información?
De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas, el derecho a la información es el primer derecho básico de los consumidores, pues contar con la información sobre los bienes y servicios que le ofrezcan de manera oportuna, completa, clara y veraz, le permite elegir qué quiere comprar. Este derecho también es fundamental en nuestro país.
Los mexicanos tenemos derecho a saber si los alimentos que compramos para nuestras familias contienen ingredientes o derivados de transgénicos, para así decidir si queremos comerlos o no.
Si bien este derecho no está plenamente garantizado por la actual redacción de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (mejor conocida como Ley Monsanto), en meses recientes se han presentado dos iniciativas en el Senado para modificar dicha redacción, a fin de que el etiquetado de transgénicos sea obligatorio y se respete a cabalidad el derecho legítimo e incuestionable de las personas a saber y decidir qué comen.
¿Qué ingredientes de nuestros alimentos pueden ser transgénicos?
Greenpeace dio a conocer que la Secretaría de Salud, responsable de garantizar la inocuidad de lo que consumimos en México, ha aprobado la venta para el consumo humano de 31 transgénicos de soya, maíz, canola, jitomate, papa, algodón y alfalfa, sin llevar a cabo investigaciones independientes y rigurosas que garanticen que su consumo no producirá problemas de salud en el futuro. Estos 31 transgénicos podrían ser utilizados por la industria alimentaria en distintos productos que están en nuestra mesa pero ni las autoridades ni las compañías lo informan.
Los ingredientes de origen transgénico disponibles comercialmente que estamos monitoreando en las compañías de alimentos en México son:
1. Maíz, como materia prima, aceite, almidón, jarabe o alta fructosa.
2. Soya, como materia prima, aceite o lecitinas.
3. Algodón, como aceite proveniente de semillas.
4. Canola, como aceite.
Adicionalmente vigilamos la presencia de papa, jitomate y alfalfa transgénicos, que a pesar de no ser producidos a escala comercial, cuentan con autorización para consumo humano en nuestro país, por lo que podrían encontrarse en alimentos fabricados en México.
¿Existe algún riesgo de salud con el consumo de transgénicos?
Los riesgos para la salud de los transgénicos no han sido evaluados correcta ni suficientemente y sus impactos a mediano y largo plazo siguen siendo desconocidos. Hasta el momento se han constatado los siguientes efectos sobre la salud:
1. La aparición de reacciones alérgicas por introducción de nuevas proteínas en los alimentos, como ocurrió en el 2000 en Estados Unidos con la fuga de maíz Starlink. Todos los alimentos contaminados con Starlink fueron retirados de los supermercados.
2. Aparición de resistencia a antibióticos en bacterias patógenas para los seres humanos. Los transgénicos pueden transferir a las bacterias resistencia a determinados antibióticos como la amoxilina, reduciendo la posibilidad de que esos medicamentos nos curen. La Asociación Médica Británica ha recomendado prohibir el uso de marcadores con resistencia a antibióticos presentes en los transgénicos.
3. Daños comprobados en ratas que comieron maíz transgénico MON863. El maíz MON863, de la transnacional Monsanto, causó daños en ratas que lo comieron, tales como incremento de glóbulos blancos en la sangre de los machos, glóbulos rojos insuficientes e inmaduros en hembras, un incremento significativo de azúcar en la sangre de las hembras y mayor frecuencia de deformaciones en los riñones de los machos, además de peso reducido e inflamaciones. Pese a estos daños comprobados, la autoridad sanitaria mexicana (la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios, adscrita a la Secretaría de Salud), aprobó este maíz para consumo humano y no ha realizado investigaciones para saber si podría haber daños en humanos, ni ha tomado medidas para evitar riesgos. Los mexicanos estamos comiendo este maíz sin saber en qué alimentos ni en qué cantidad.
La aparición de nuevos tóxicos en las plantas y la alta probabilidad de efectos inesperados son dos riesgos más que no se han estudiado y que podrían causar daños en la salud.
Cabe señalar que los organismos transgénicos sólo prosperan si se siembran con agroquímicos que dejan residuos tóxicos en los alimentos, mismos que son altamente dañinos para la salud humana.
¿Por qué los consumidores no quieren comer transgénicos?
La principal razón para evitar los transgénicos en los alimentos es la gran incertidumbre científica sobre la seguridad de los alimentos genéticamente modificados. En este momento, nadie puede garantizar científicamente que su consumo no tendrá efectos nocivos a mediano y largo plazo.
La industria biotecnológica interesada en vender transgénicos ha señalado que no hay datos para confirmar daños en la salud, pero tampoco existen datos científicos publicados que garanticen que no los habrá. La ausencia de datos no significa ausencia de riesgos. Llama la atención la escasez de estudios científicos sobre los efectos de los transgénicos en la salud: de acuerdo a Pryme IF 2003 , sólo se han realizado 10 investigaciones de este tipo.
No es posible encontrar lo que no se busca. El consumo a ciegas de transgénicos, sin información sobre qué alimentos los contienen, quienes los están comiendo y en qué cantidades, elimina toda posibilidad de estudio y deja a los consumidores sin posibilidades de evitar estos riesgos y a las autoridades sin herramientas para monitorear y evaluar los efectos de los transgénicos en la salud pública.
El consumo a ciegas de transgénicos sirve también para evadir la responsabilidad de las empresas biotecnológicas que los han inventado, de las empresas de alimentos que los usan como ingredientes y de la autoridad que ha aprobado su consumo, en caso de que en el futuro se comprueben daños a la salud o al medio ambiente: como nadie sabe quién los come, en qué alimentos, en qué cantidades y formas de preparación, será prácticamente imposible relacionar el daño con su causa y los responsables podrán alegar la inexistencia de datos contundentes, con tal de no afrontar su responsabilidad.
La experiencia con otras tecnologías nos obliga a tener precaución: como ejemplo está el uso de plaguicidas y agroquímicos que hace 40 años se vendían como solución a diversos problemas rurales y a los que no se asociaba ningún riesgo, ni daño a la salud. Décadas después de que se aplicaron sin control se confirmaron múltiples daños al medio ambiente y a la salud, por lo que ahora están prohibidos. Las compañías que los fabricaron y se enriquecieron con su venta, nunca repararon el daño hecho a millones de personas que enfermaron y murieron; ni pagaron los costos por la contaminación que provocaron.
La investigación científica sobre la seguridad de los organismos genéticamente modificados y sus impactos en los mexicanos debe realizarse en nuestro país de manera imparcial, sin controles corporativos y con un sentido de interés público. En tanto dicha investigación científica no se lleve a cabo, los consumidores informados prefieren evitar el consumo de transgénicos.
¿Por qué las compañías no deben usar transgénicos en los alimentos?
Además de la ya mencionada incertidumbre sobre la seguridad de los transgénicos, las compañías deben considerar otras tres razones para evitarlos en sus productos:
1. Los cultivos genéticamente modificados pueden tener impactos significativos, inesperados e irreversibles en el ambiente. Esto es grave para un país megadiverso como México, centro de origen de diversos cultivos de los que depende la alimentación, entre ellos el maíz.
2. En México ninguna autoridad verifica que las importaciones no contengan transgénicos NO aprobados para consumo humano, así que el potencial de contaminación transgénica con variedades no aprobadas es enorme. Estamos bajo el riesgo de que se dé una posible fuga de transgénicos no comestibles, de uso farmacéutico o de uso industrial, y de que se mezclen con nuestros alimentos.
3. Consumidores alrededor del mundo rechazan comer transgénicos. Los consumidores de la Unión Europea, Australia y Japón, entre otros, rechazan el uso de transgénicos en los alimentos destinados al consumo humano e incluso en los forrajes con los que producen su leche, carne y huevos. Incluso naciones de África y América Central están rechazando la entrega de ayuda alimentaria con transgénicos y esta tendencia se está extendiendo a más países. Las compañías que no respondan a esta creciente demanda global, perderán la preferencia de los consumidores.
Junto con este documento, Greenpeace te entregará el CD con el documento “4 razones por las que las compañías no deben usar transgénicos en nuestros alimentos” que compila por primera vez en México la cada vez más abundante información científica que alerta sobre los riesgos y las incertidumbres relacionadas con el consumo de transgénicos.
¿Qué ocurre si las compañías no responden?
Una compañía que se dedica a la venta alimentos y depende de la confianza del consumidor para mantener sus ventas no puede darse el lujo de no informar sobre los ingredientes con los que prepara sus productos. Cualquier compañía con control sobre los procesos de producción de los productos que ofrece y que se interesa por garantizarle al consumidor alimentos confiables, libres de riesgos puede y debe hacer públicos los ingredientes que usa. La compañía que no pueda o no quiera comunicar qué ingredientes utiliza, no es digna de confianza y probablemente perderá la preferencia del consumidor.
Por el contrario, las compañías que den información y respondan a la demanda de los consumidores de vender alimentos sin transgénicos se beneficiarán con la preferencia ciudadana y tendrán la posibilidad de que se abran nuevos mercados para sus productos.
¿Es viable para las empresas dejar de usar transgénicos en sus productos?
Sí. El prácticamente unánime rechazo de los consumidores del mundo a comer transgénicos ha creado una importante oferta de insumos libres de estos riesgos en el mercado internacional.
En nuestro país existe una moratoria a la siembra de maíces genéticamente modificados, así que el maíz producido en México se mantiene mayoritariamente libre de estos riesgos. Las compañías pueden preferir comprar este maíz, lo que garantizaría que sus productos estén libres de transgénicos, además de apoyar a los campesinos mexicanos.
Quienes requieran volúmenes adicionales de maíz —cuando la oferta nacional no es suficiente para cubrir su demanda— pueden seguir importando maíz de los Estados Unidos, puesto que el 55% de la producción de maíz de ese país (principal proveedor de maíz a nivel global) es libre de transgénicos.
Brasil oferta soya y sus derivados libres de transgénicos y con garantía de no contaminación, a precios competitivos y en cantidades adecuadas.
La inversión necesaria para dejar de usar transgénicos se compensa con la certidumbre y seguridad que ofrecen a los consumidores y a sus accionistas: dejar de usar transgénicos es la mejor forma de ganarse la confianza y lealtad de los consumidores hacia sus marcas y es la decisión más inteligente para evitar demandas o pérdidas por daños y conflictos futuros.
Greenpeace realiza con éxito esta campaña en 24 países y ha logrado respuestas de las mayores compañías transnacionales fabricantes de alimentos que han retirado los transgénicos de sus ingredientes.
Las compañías que no sepan afrontar este desafío serán superadas por las compañías que ya están respondiendo a la demanda de los consumidores por alimentos más sanos, confiables y seguros.
Texto: Areli Carreón (campaña de consumidores); revisión editorial: Cecilia Navarro (área de comunicación). Para mayor información: Greenpeace México