Más vale prevenir que curar

La posibilidad de transformar especies animales y vegetales mediante la ingeniería genética suscitó enormes esperanzas hace unos pocos años en el campo de la alimentación. Podía conseguirse de modo inmediato lo mismo que la domesticación tradicional había logrado a lo largo de muchas generaciones. No obstante, como toda nueva tecnología, hay siempre consecuencias colaterales, a veces no previstas, que pueden contrarrestar los beneficios buscados

Por un lado, los alimentos transgénicos pueden ser perjudiciales para la salud; por otro, las especies transgénicas pueden mezclarse con las naturales y producir alteraciones en el equilibrio medioambiental.

Los posibles efectos sobre el medio ambiente de los alimentos transgénicos son, hoy por hoy, los más evidentes. Vegetales más resistentes a los insecticidas, por ejemplo, permiten dosis mayores de estos productos en sus plantaciones, lo que puede hacerlas prosperar en un medio en el que desaparecen insectos y todas las otras plantas naturales, con implicaciones sobre las especies animales que se alimentan de ambos. Las cosechas de especies vegetales protegidas genéticamente pueden ser más grandes y duraderas, pero todo lo que las rodea en el ambiente natural puede verse dañado.

Hay demasiados peligros potenciales y reales actualmente para afirmar que estos alimentos son seguros. Hoy por hoy, la comercialización de estos alimentos es un acto irresponsable que puede perjudicar seriamente a los consumidores y convertir a nuestra insustituible biosfera en un laboratorio de alto riesgo. Es necesario, por tanto, un mayor esfuerzo de investigación y de análisis antes de su aplicación a gran escala, y los controles necesarios que eviten sus grandes riesgos, todavía insuficientes.

El Comercio Digital, Internet, 3-7-03

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