Los tres errores de Barack Obama en África
Después de la cumbre del G8 en Italia, el presidente estadounidense Barack Obama voló a África con un supuesto regalo: un sobre con 20.000 millones de dólares a repartir durante 3 años, con el fin de que los «generosos» donantes de los países ricos «ayuden» a reducir el hambre en el mundo
Mientras que la promesa de erradicar el hambre se hace regularmente desde 1970, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) ha publicado un informe el mes pasado en el que indica que el número de personas subalimentadas ha roto el techo de los mil millones, es decir, 100 millones más durante el año pasado. Al mismo tiempo, el Programa Alimentario mundial de las Naciones Unidas (PAM) da la voz de alarma al anunciar que tiene que reducir las raciones distribuidas en Ruanda, Uganda, Etiopía, Corea del Norte y Kenia (país de origen de la familia paterna de Obama), principalmente por la reducción de la contribución de Estados Unidos, su principal proveedor de fondos (1).
Más allá del efecto propagandístico de Obama, que viene a añadirse a una larga lista de voces piadosas que no han conseguido en absoluto mejorar la situación hasta la fecha, conviene recordar que el montante de la ayuda de 20.000 millones durante 3 años representa menos del 2% de lo que Estados Unidos ha suministrado en 2008-2009 para salvar a los banqueros y aseguradores responsables de la crisis.
Así, después de tender la mano a los «amigos musulmanes» en el discurso de El Cairo (siempre continuando entre bastidores con la desestabilización de Oriente Próximo), después de tender la mano a los «amigos» rusos (siempre manteniendo sus posiciones sobre el escudo antimisiles en Europa del Este), Obama tiende la mano a los «amigos africanos» (siempre con sus intenciones neocoloniales bien afianzadas en la cabeza).
Obama libera de la responsabilidad a los países ricos
A la larga alocución de Obama en Accra, Ghana, siguió una serie de entrevistas con sus homólogos extranjeros. Con el pretexto de renovar las relaciones estadounidenses frente al resto del mundo, Obama, una vez más, destacó en el arte de predicar la apertura y el intercambio, mientras sigue aplicando las nefastas políticas de sus predecesores (2).
Desde el principio declaró que «La decisión del futuro de África vuelve a estar en manos de los africanos» (3). Sin embargo, mientras que esa declaración está marcada por la sensatez y pone a todo el mundo de acuerdo, en absoluto es el caso en la realidad, y la actuación de los países del G8 es decisiva, desde hace medio siglo, para privar a los pueblos africanos de su soberanía. Obama no olvida señalar que lleva «sangre africana en las venas» como si eso, automáticamente, diese más fuerza y legitimidad a su discurso. En todo caso, el mensaje se establece claramente: el colonialismo del cual sus ancestros fueron víctimas no debe ser una excusa para los africanos. Aquí aparecen grandes similitudes con el discurso que pronunció el presidente Nicolas Sarkozy en Dakar unos meses después de su elección, discurso que levantó una ola de merecidas protestas a la que Obama parece que ha escapado milagrosamente de momento… ¡Pero nosotros pretendemos reparar esta injusticia!
Con mucha rapidez, Obama libera a Occidente de su responsabilidad en el estado actual del desarrollo del continente. Al declarar que «el desarrollo depende de la buena gobernanza» y que «es una responsabilidad que sólo los africanos pueden solventar», parte del falso supuesto de que la pobreza que reina en África se debe principalmente a la mala gobernanza y a las libres opciones de los dirigentes africanos. En definitiva, la culpa es de los africanos. ¡Nada más falso!
Con afirmaciones como «Occidente no es responsable de la destrucción de la economía de Zimbabue durante los últimos diez años, ni de las guerras en las que se reclutan niños soldados», el presidente Obama oculta el papel fundamental de los países ricos en la evolución de África. Y especialmente el de las instituciones financieras internacionales, con el FMI y el Banco Mundial a la cabeza, esas herramientas de dominación de las grandes potencias, que organizan el sometimiento de los pueblos del Sur por medio de políticas de ajuste estructural (abandono de las subvenciones a los productos de primera necesidad, reducción drástica del gasto público, privatización de empresas públicas, liberalización de los mercados, etcétera), que impiden la satisfacción de las necesidades fundamentales, expanden una miseria galopante, multiplican las desigualdades y posibilitan los peores horrores.
Obama compara lo incomparable
Para apoyar sus afirmaciones, Obama compara África con Corea del Sur. Primero explica que hace cincuenta años, cuando su padre salió de Nairobi para estudiar en Estados Unidos, Kenia tenía un PIB por habitante superior al de Corea del Sur, antes de añadir: «Se habla de herencia del colonialismo y otras políticas llevadas a cabo por los países ricos. Sin querer minimizar ese factor, mi opinión es que Corea del Sur, trabajando con el sector privado y la sociedad civil, ha conseguido establecer las instituciones que garantizan la transparencia y la responsabilidad». ¡Quienes leen atentamente las publicaciones del CADTM no pueden dejar de indignarse!
Porque el supuesto éxito económico de Corea del Sur (4) se ha hecho contra las recomendaciones impuestas por el Banco Mundial a la mayoría de los demás países en desarrollo. Tras la Segunda Guerra Mundial, y concretamente en 1961, la dictadura militar en el poder en Corea del Sur se benefició de importantes donaciones de Estados Unidos por un importe de 3.100 millones de dólares. ¡Más que el conjunto de los préstamos del Banco Mundial a los demás países del Tercer Mundo durante el mismo período! Gracias a esas donaciones, Corea del Sur no tuvo que endeudarse durante 17 años (1945-1961). Los préstamos exteriores sólo empezaron a ser importantes desde finales de los años 70, una vez que la industrialización de Corea estaba muy avanzada.
Así, todo empezó en Corea por una férrea dictadura que aplicó una política estatal y muy proteccionista. Esta dictadura se puso en marcha por Washington después de la Segunda Guerra Mundial. El Estado impuso una reforma agraria radical en la que se expropió, sin indemnizaciones, a los grandes terratenientes japoneses. Los campesinos se convirtieron en propietarios de pequeñas parcelas de tierra (el equivalente a 3 hectáreas como máximo por familia) y el Estado acaparó los excedentes agrícolas que antes recaudaban los propietarios japoneses cuando Corea era una colonia nipona. La reforma agraria sometió a los campesinos a fuertes obligaciones. El Estado fijaba los precios y las cuotas de producción sin permitir el libre movimiento de las fuerzas del mercado.
Entre 1961 y 1979, la dictadura militar de Park Chung Hee estuvo apoyada por el Banco Mundial, aunque Corea se negó a seguir su modelo de desarrollo. En aquel momento, el Estado planificó con mano de hierro el desarrollo económico del país. La continuidad de la política de industrialización para sustituir la importación y la sobreexplotación de la clase obrera son dos de los ingredientes del éxito económico del país. La dictadura de de Chun Doo Hwan (1980-1987) también estuvo apoyada por el Banco Mundial, incluso aunque no siempre se seguían sus recomendaciones (concretamente en lo que se refería a la reestructuración del sector del automóvil).
Así, cuando Barack Obama declaró que «Corea del Sur, trabajando con el sector privado y la sociedad civil, consiguió establecer las instituciones que garantizan la transparencia y la responsabilidad», omitió que el sector privado estaba claramente dirigido por el Estado y que la dictadura coreana «dialogaba» con la sociedad civil a punta de bayoneta: la historia de Corea del Sur de 1945 a principios de los años 80 está plagada de masacres y represiones brutales.
También es importante refrescar la memoria de Barack Obama en lo que se refiere al ejemplo de Zimbabue para ilustrar el fracaso de los africanos y el de Corea del Sur como modelo. El año que Zimbabue accedió a la independencia (1980) estuvo marcado por levantamientos populares contra la dictadura militar en Corea del Sur. Dichos levantamientos se reprimieron de forma sangrienta, más de 500 civiles perecieron a manos de los militares con el apoyo de Washington. En aquella época, y desde 1945, el ejército surcoreano estaba bajo el mando conjunto estadounidense-coreano, a su vez controlado por el comandante en jefe de las fuerzas de Estados Unidos en Corea del Sur. Las masacres perpetradas por el ejército surcoreano en mayo de 1980 se completaron con una represión masiva en los meses siguientes. Según un informe oficial del 9 de febrero de 1981, se detuvo a más de 57.000 personas en la «campaña de depuración social» que se llevó a cabo desde el verano de 1980. Más de 39.000 personas fueron enviadas a los campos militares para una «reeducación física y psicológica». En febrero de 1981, el dictador Chun Doo Hwan fue recibido en la Casa Blanca por el nuevo presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan. ¿Éste es el ejemplo que quiere ofrecer Obama al pueblo de Zimbabue y a los demás países de África?
La posición geoestratégica de Corea fue una de sus principales bazas hasta finales de los años 80, lo que le permitió no caer en las garras del FMI y el Banco Mundial. Pero en los años 90, la situación geopolítica se revirtió tras el hundimiento del bloque soviético. Washington cambió paulatinamente de actitud hacia las dictaduras aliadas y aceptó apoyar a los gobiernos civiles. Entre 1945 y 1992, Corea del Sur estuvo bajo un régimen militar con la bendición de Washington. El primer opositor civil elegido a la presidencia en una elección abierta fue Kim Youngsam, que aceptó el consenso de Washington y estableció una agenda claramente neoliberal (supresión de las barreras aduaneras, privatizaciones en cadena, liberalización de los movimientos de capitales), que sumió a Corea del Sur en la crisis económica del sudeste asiático en 1997-1998. Mientras tanto, Corea del Sur pudo llevar a cabo una industrialización que los países ricos han negado a África. Se comprende entonces hasta qué punto el ejemplo de Corea del Sur está muy lejos de ser convincente e imitable.
Por añadidura, la pobreza de recursos naturales ha favorecido, paradójicamente, el desarrollo de Corea del Sur, ya que el país se ha librado de la codicia de las multinacionales. Estados Unidos consideraba Corea como una zona estratégica desde el punto de vista militar frente al bloque soviético, no como una fuente crucial de aprovisionamiento (como Nigeria, Angola o Congo Kinshasa). Si Corea hubiera estado dotada de grandes reservas de petróleo u otras materias primas estratégicas, no habría recibido de Washington el mismo margen de maniobra para dotarse de un poderoso aparato industrial. Estados Unidos no está dispuesto a favorecer deliberadamente la emergencia de competidores poderosos dotados al mismo tiempo de grandes reservas naturales y de industrias diversificadas.
Obama exonera al capitalismo de sus errores
A propósito de la actual crisis mundial, Obama denuncia «Las acciones irresponsables de algunos (que) han engendrado una recesión que ha arrasado el planeta». Así, da a entender que esta crisis se debe a la irresponsabilidad de un puñado de individuos cuyos excesos habrían hundido al mundo en la recesión. De este modo, eclipsa la responsabilidad de quienes impusieron la desregulación financiera desde hace casi treinta años, con Estados Unidos a la cabeza. Sería más exacto señalar al modelo de desarrollo capitalista “productivista”, impuesto a la fuerza por los países del Norte, como la fuente de las múltiples crisis actuales que, lejos de ser sólo económicas, son también de orden alimentario, migratorio, social, medioambiental y climático.
Todas estas crisis tienen como origen las decisiones tomadas por los gobiernos imperialistas del Norte, y principalmente las de Estados Unidos que, controlando a la vez al FMI y al Banco Mundial, imponen condiciones favorables a sus intereses y a los de las grandes empresas. Desde la «independencia» de los países africanos, la mayoría en torno a los años 60, el FMI y el Banco Mundial actuaron como caballos de Troya para favorecer la apropiación de las riquezas naturales del Sur y defender los intereses de los acreedores. Con el apoyo a las dictaduras de todos los rincones del mundo (Mobutu en Zaire, Suharto en Indonesia, Pinochet en Chile y muchos otros) y después obligando a aplicar rigurosas políticas antisociales, los sucesivos gobiernos occidentales nunca han permitido que se garanticen los derechos humanos fundamentales en todo el mundo. Las expresiones «derecho a la autodeterminación», «democracia», «derechos económicos y políticos» no son realidades en África, al contrario que el peso aplastante de de la deuda y los lamentos de los que pasan hambre.
¿Para cuándo la emancipación de África?
El devastador sistema de la trata de esclavos, en el marco del comercio internacional triangular instaurado por Europa y sus colonos en las Américas del siglo XVII al XIX, destrozó África. Después ha estado totalmente bajo tutela del colonialismo europeo desde finales del siglo XIX hasta las independencias. Luego se ha mantenido a África dependiente por medio del mecanismo de la deuda y de la ayuda pública al desarrollo. Tras las independencias ha estado en manos de los potentados (Mobutu, Bongo, Eyadema, Amin Dada, Bokassa, Biya…) quienes, la mayoría del tiempo, estaban protegidos por las capitales europeas y Washington. Varios altos dirigentes africanos que pretendieron poner en marcha un desarrollo autónomo y favorable para sus poblaciones fueron asesinados por orden de París, Bruselas, Londres o Washington (Patrice Lumumba en 1961, Sylvanus Olympio en 1963, Thomas Sankara en 1987…). Las clases dominantes africanas y los regímenes políticos que establecen obviamente tienen su parte de responsabilidad en la continuación de las desgracias de África. El régimen de Mugabe en Zimbabue, por ejemplo. En la actualidad, los pueblos de África están sufriendo directamente el golpe de los efectos de la crisis mundial, cuyo epicentro se encuentra en Washington y Wall Street, que revela de hecho que el capitalismo conduce a un callejón sin salida inaceptable para los pueblos. Los orígenes africanos de Barack Obama son pan bendito para las empresas de su país, que defienden intereses económicos muy concretos en la explotación de las materias primas de África. Una realidad que Obama borra de un plumazo para proseguir con un discurso paternalista y moralizante con el fin de convencer a los africanos de que no se comprometan en la lucha por una independencia auténtica y un verdadero desarrollo que garantice, por fin, la plena satisfacción de los derechos humanos.
* Autores: Emilie Tamadaho Atchaca, presidente del CADD Benin; Solange Koné, militante por los derechos de a mujer en Costa de Marfil; Jean Victor Lemvo -Solidaire- Pointe Noire (Congo Brazzaville); Damien Millet, portavoz del CADTM France; Luc Mukendi, coordinador de AMSEL /CADTM LUBUMBASHI; Victor Nzuzi, agricultor, coordinador del GRAPR y NAD Kinshasa; Sophie Perchellet, investigadora del CADTM Belgique; Aminata Barry Touré, presidenta de CAD-Mali/Coordinadora del Forum de los Pueblos; Eric Toussaint, presidente del CADTM Belgique; Ibrahim Yacouba, sindicalista de Níger. Todos son miembros de la red internacional CADTM
Notas:
(1) Ver el Financial Times (FT) del 12 de junio de 2009. Según FT, Burham Philbrook, el subsecretario de Estado de Agricultura de Estados Unidos, declaró que Washington no podía garantizar la financiación del PAM a la altura del año 2008, durante el que Estados Unidos aportó 2.000 millones de dólares. Siempre según el FT, Philbrook sugería que el PAM debía reducir su ayuda mientras que sabía perfectamente que el número de hambrientos ha aumentado en 2009.
(2) Esta continuidad aparece también en la pasividad de Obama frente al golpe de Estado en honduras. Condena, pero deja hacer. Por otra parte, el Pentágono está muy próximo a los golpistas, los cuales no permanecerían en el poder si el Pentágono les diera la orden de retirarse.
(3) Las citas de Obama se han extraído del diario Le Monde, 11 de julio de 2009.
(4) Ver Eric Tousssaint, Banco mundial, el golpe de estado permanente, El Viejo Topo, Barcelona, Enero 2007; Editorial Abya-Yala, Quito, Julio 2007; CIM, Caracas, Agosto 2007; Observatorio DESC, La Paz, Noviembre 2007, capitulo 11, “Corea del Sur: el milagro desenmascarado”:
Traducido para Rebelión por Caty R.
Texto original en francés: Aquí