Los agrocombustibles en la estrategia imperialista
La problemática de los agrocombustibles se inscribe en la más reciente estrategia imperialista encaminada a la dominación mundial de los recursos naturales del planeta. Aunque el tema no es nuevo, ha adquirido gran difusión internacional a partir del develamiento por el presidente George W. Bush en su viaje a Brasil, en marzo pasado, de una estrategia encaminada a sustituir determinados porcentajes de combustibles fósiles por etanol
Desde aquel anuncio y ante el eventual desvío de importantes cantidades de productos agrícolas para obtener agrocombustibles, como también se les llama, han ocurrido sustanciales aumentos en los precios de los alimentos, alza que, pronostican expertos, se mantendrá en el corto y mediano plazos.
La versión en español de la revista Foreign Affairs indicaba en su edición de mayo–junio de 2007 que esos aumentos de precios tenían ya una incidencia directa "y negativa" en los niveles de consumo de alimentos, sobre todo, de importantes sectores de bajos ingresos de la población del mundo subdesarrollado.
El empleo de cada vez mayores extensiones de tierras para el cultivo de gramíneas y semillas oleaginosas con destino a la fabricación de etanol ha sido señalado como un factor que provocará un notable incremento en los niveles de inseguridad alimentaria que ya padecen millones de personas en el planeta, especialmente en las naciones subdesarrolladas.
Tal denuncia ya ha sido hecha por numerosos investigadores, ONG y personalidades, entre estas últimas el presidente de Cuba, Fidel Castro, en algunas de sus conocidas Reflexiones.
La escasez de alimentos debido a pérdidas de cosechas, desastres naturales, niveles insuficientes de importaciones por falta de recursos financieros u otras causas, fenómenos recurrentes en muchas regiones del mundo subdesarrollado, elevarán su dependencia respecto de los alimentos comprados en países industrializados o donados directa o indirectamente por éstos a través de ONG u organismos internacionales.
De esta forma, los agrocombustibles se convierten en una nueva arista de la utilización de los alimentos como un arma política por parte de las principales potencias mundiales, las mismas que, subvencionando sus producciones agrícolas, imposibilitan las exportaciones y, en algunos casos, las producciones agropecuarias en las naciones subdesarrolladas.
No obstante, la importancia de los agrocombustibles como elemento de la estrategia imperialista de dominación mundial no se limita a este aspecto.
Otra muy grave dimensión es aquella que viene dada por el aumento de las áreas para el cultivo de los productos que son insumos de la fabricación de etanol, a costa de tierras ociosas, pero también a partir de la deforestación, de áreas hasta ahora protegidas e, incluso, de la explotación de zonas de significativa importancia para la biodiversidad planetaria como la Amazonia.
También se denuncia que se han producido ventas de tierras a compañías extranjeras involucradas en la actividad, y hasta se ha procedido a expropiaciones.
Es decir, que al calor de la temática de los agrocombustibles, el proceso de penetración de las inversiones extranjeras directas que ya ocurría en las actividades de la energía y minería, se extiende ahora a la posesión de tierras y a las producciones agrícolas.
En el caso de los países africanos, a modo de ejemplo y a pesar de que ya se alzan voces que se cuestionan las supuestas ventajas que para el continente supondría embarcarse en lo que ha sido denominada la “aventura de los agrocombustiblesâ€?, se observa una agresiva penetración de empresas extranjeras.
Estas corporaciones transnacionales vienen invirtiendo en el desarrollo de diversos cultivos, como el de la caña de azúcar, así como en el establecimiento de destilerías para obtener etanol. Las informaciones disponibles recogen acciones de esta índole en Rwanda, Tanzania, Uganda, Mozambique y Sudáfrica.
La actual competencia por los recursos petroleros, minero-metalúrgicos y las tierras del continente africano nos lleva a rememorar el período previo a la celebración de la Conferencia de Berlín en 1884-1885, cuando las emergentes potencias imperialistas se repartieron África.
Pero lo más importante es que si se revisan los pasos emprendidos por Estados Unidos y las restantes potencias imperialistas desde hace unos 20 años, se comprueba que las inversiones que realizan en los sectores de la energía y la minería, junto a la nueva iniciativa en materia de los agrocombustibles, se inscriben en una estrategia dirigida a lograr un neocolonialismo de nuevo tipo a nivel mundial.
Resulta muy interesante el hecho de que una institución tan distante de posiciones críticas al sistema capitalista como el Banco Mundial, planteara en su Informe sobre desarrollo mundial 2008, dedicado al tema Agricultura para el desarrollo, lo siguiente:
"Los agrocombustibles ofrecen una fuente potencial de energía renovable y de posibles nuevas y grandes mercados para los productores agrícolas. Pero pocos de los actuales programas de agrocombustibles son económicamente viables y la mayoría tienen costos sociales y ambientales: presiones alcistas en los precios de los alimentos, competencia intensificada por las tierras y el agua, y, posiblemente, deforestación".
Por Silvio Baró Herrera, Doctor en Economía y especialista en el Centro cubano de Estudios sobre Africa y Medio Oriente (CEAMO). Colaborador de Prensa Latina.
Fuente: Agencia Prensa Latina.
La gente - Diario digital de Radio La Primerisima, Managua, 26-11-07