Llaman a luchar contra el modelo neoliberal que acaba con agricultores
Por el abandono del Estado, la migración campesina se ha incrementado: Luis Hernández
Con un llamado a globalizar la esperanza y lucha campesina contra un modelo neoliberal que está desapareciendo a los agricultores en el mundo, inició la décima asamblea nacional de delegados y representantes de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA).
"Somos 200 millones de labriegos que por medio de Vía Campesina impediremos que la Organización Mundial de Comercio siga imponiendo modelos de producción y de consumo", resaltó Paul Nicholson, dirigente de la Coordinadora Campesina Europea.
El agricultor vasco alertó sobre la crisis mundial en el campo, que se expresa en el hambre y la migración debido a la política neoliberal que prioriza el negocio y el comercio sobre el derecho de los campesinos.
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), dijo, 70 por ciento de los campesinos del mundo padecen hambre, y en un porcentaje similar ha aumentado la participación de las mujeres en la producción.
Ante los cerca de mil 500 campesinos de UNORCA reunidos en la Sala de Armas de la Magdalena Mixhuca para también celebrar el 20 aniversario de la organización, Nicholson destacó la nueva rebeldía y resistencia campesina e indígena que está emergiendo. "Arropémonos en Vía Campesina para detener la expulsión del campo, pues ya en muchos pueblos no existen productores". La gran esperanza de una cultura campesina y soberanía alimentaria de cada país radica en la organización y unidad de los productores, destacó.
Este año, comentó en posterior entrevista, 2 millones de campesinos polacos serán excluidos del campo, y en Inglaterra la edad promedio de los productores es de 64 años y los jóvenes no quieren regresar o no pueden regresar al campo por todas las trabas legales que hay en la Unión Europea, donde sólo 5 por ciento de la población económicamente activa trabaja en
el agro, por las políticas de exclusión.
Antes, el coordinador ejecutivo de UNORCA, Alberto Gómez Flores, pidió a los integrantes de la organización que sumen sus capacidades para elaborar una agenda común global de resistencia, reivindicación y propuesta, ya que eso "nos dará la fortaleza para enfrentar los retos y presiones que buscan hacernos desaparecer en esta disputa y confrontación de dos modelos de agricultura".
En la apertura de la reunión que concluirá mañana, Gómez Flores demandó un Estado equitativo y solidario; a los delegados les pidió elaborar y difundir en sus comunidades y ejidos el programa quinquenal de la organización, el cual "culminará cuando instalemos en 2006 el nuevo gobierno del país, que será nuestro porque es la última oportunidad de que se abran las puertas y los campesinos e indígenas entremos a nuestra casa".
Tras rendir un homenaje especial a Alvaro Ríos, el dirigente campesino de Durango, y a Porfirio Encino Hernández, dirigente indígena de Chiapas, Gómez Flores destacó que el campo no puede ser medido sólo por su aportación al producto interno bruto sin considerar su importancia como reproductor y generador de recursos naturales, como opción para evitar la
migración, como generador de empleos, factor de identidad y cultura, y promotor de la paz social.
Recordó que la eficiencia, transparencia e inversión que prometieron y aseguran los políticos neoliberales "no ha llegado ni llegará al campo. A partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte aumentaron las importaciones de los productos básicos en 39 por ciento y prácticamente se ha dejado de sembrar soya, se redujeron las
superficies destinadas a la producción de ajonjolí, cártamo, girasol, arroz y frijol; en carne de res, cerdo y aves se depende en 30 por ciento de Estados Unidos, mientras que 18 millones de campesinos tienen un ingreso inferior a los dos dólares diarios".
De la tragedia del campo también habló Luis Hernández Navarro, asesor de UNORCA y coordinador de Opinión de La Jornada, quien al narrar la muerte por incineración de Rupio Bartolo, caficultor de Aztlán, hace tres años al intentar cruzar la frontera para llegar a Estados Unidos en busca de trabajo, mostró que por el abandono del Estado y la política neoliberal, la migración campesina se ha incrementado a niveles nunca vistos en la historia del país.
El campo de ahora, asentó, es muy diferente al de hace 20 años, cuando la intervención del Estado incluso ahogaba a los productores. De ese campo queda muy poco, salvo los campesinos y los ejidos que se han convertido en "estacionamientos de mano de obra y están en proceso de desintegración. El Estado se ha retirado del campo de manera acelerada y vergonzosa, y como un adolescente irresponsable rehúye cualquier compromiso distributivo y asistencial para facilitar los negocios de los grandes agroempresarios".
La migración, abundó, ha traído consigo un campo crecientemente feminizado; el narcotráfico lo azota y las trasnacionales han cambiado las reglas de comercialización. Sin embargo, también hay una reivindicación indígena y se han formado organizaciones etno políticas para luchar contra la pobreza y marginación, exigiendo el reconocimiento de su territorio, de sus
derechos, y demandando la libre determinación y autonomía.