La hora de los indígenas y de la nación


Prensa


La Jornada, México, 17-3-01

La hora de los indígenas y de la nación

Neil Harvey

Los pueblos indígenas de México nunca han sido ajenos a los grandes momentos de la historia mexicana. Ni la lucha por la Independencia, ni la derrota de las intervenciones extranjeras, ni la misma revolución de 1910 hubieran sido posibles sin la participación de estos pueblos. Ellos no quedaron al margen de todos estos grandes movimientos sociales que hicieron posible la construcción del México moderno, aunque las Constituciones de la república moderna no dieran cabida a esas otras formas de ser mexicano, esas otras identidades nacionales.
De nuevo, los indígenas están participando en un momento histórico para toda la nación. Hoy en día exigen reformas constitucionales que reconozcan sus derechos dentro del marco de una nación pluriétnica. La marcha por la dignidad indígena recibió el gran apoyo no sólo de otros indígenas, sino también de amplios sectores de la población mexicana. ¿Cómo es posible explicar este apoyo mutuo entre los indígenas que quieren ser plenos ciudadanos y los ciudadanos no indígenas que los apoyan desde la sociedad civil? Según algunos de los detractores de la

la autonomía indígena atenta contra la nación. ¿Será que los miles de mexicanos que salieron a recibir a los zapatistas no están tan conscientes del peligro que está corriendo la nación con la aprobación de esa ley? ¿Será que, una vez aprobados los derechos indígenas, la nación se desintegrará y se quedará aún más vulnerable a las presiones extranjeras? O, ¿no será que muchos de esos mexicanos que llenaron los zócalos del sur y el centro del país son los mismos que fueron a votar por el cambio el 2 de julio pasado?

Si se trata de la defensa de los recursos de la nación, los derechos indígenas deben ser aprobados sin menoscabo. Son precisamente los pueblos indígenas quienes, una vez más, salen a defender la nación en contra de empresas extranjeras y sus contrapartes nacionales. Por ejemplo, la biopiratería en los bosques y selvas tropicales sigue siendo negocio de unos cuantos, en contra de los pueblos indígenas, pero también en contra de todos los mexicanos que, sin ser consultados, siguen siendo despojados de las enormes riquezas naturales que legalmente corresponden a la nación.
Es importante subrayar que los zapatistas no exigen que los indígnes tengan el control de los recursos estratégicos que se encuentren en sus territorios, como es el petróleo, por ejemplo. Es decir, aun con la autonomía que permitiría la

la nación seguirá siendo propietaria de esos recursos, a menos de que el gobierno los privatice. De nuevo, el punto no es que la autonomía indígena atente en contra de los derechos de los demás mexicanos, sino que las reformas constitucionales simplemente reconocerían el derecho de los pueblos indígenas a decidir la manera en que se van a aprovechar sus propios recursos.

Seguramente, ese derecho complicaría el panorama actual en donde los empresarios gozan de mayor libertad para aplicar sus proyectos, pero tampoco impide el desarrollo, ni la extracción de recursos que sí son necesarios para el bien de todos los mexicanos. Lo que la ley Cocopa implica es la parcial democratización del desarrollo y, por lo tanto, esta ley es perfectamente compatible con los intereses de la nación, aunque no necesariamente con un reducido grupo de hombres de negocio.
México no es un negocio. México no es una zona económica al servicio de Estados Unidos. México es una nación. Ninguna nación deja que otros roben sus recursos naturales. Ninguna nación vende al mejor postor sus recursos estratégicos. La nación se fortalece con ciudadanos patrióticos, y los pueblos indígenas, los zapatistas y los mexicanos que siguen esperando el cambio, son de los más patrióticos con que una nación independiente pudiera soñar. No una nación homogénea ni fundamentalista, pero sí una nación incluyente y respetuosa de las diferencias. Es la hora de reimaginar la nación y no enfrentarla. La

es la mejor garantía de un rencuentro pacífico de esta nación con sus muchas otras identidades.
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