La Piratería del conocimiento indígena de la biodiversidad
El carácter estratégico de la Biodiversidad del siglo XXI
Por Gian Delgado
A pesar de la "crisis ecológica planetaria", el espacio geográfico en su forma de riqueza natural se ha vuelto extremadamente importante en este fin de siglo debido a su papel estratégico como banco de genes; esto debido a que las nuevas ciencias que encabezan la revolución tecnológica del siglo XXI son precisamente las que hacen uso de esta riqueza natural.
La biodiversidad no sólo es ese inmenso germoplasma -banco genético- que conforma la vida del planeta en que vivimos; también, a fines del siglo XX se ha convertido en una nueva veta de riqueza a explotar por los capitales involucrados en la ingeniería genética y en la biotecnología. Es en este sentido, que la biodiversidad como antesala de las tecnologías del siglo XXI, adquiere su carácter estratégico volviéndose una riqueza en disputa entre los capitales. Esto es porque abre la posibilidad de alterar el sistema alimenticio (transgénicos), la ciencia médica y sus avances, el equilibrio ecológico y el sistema jurídico internacional; la creación de nuevos materiales (biomateriales) y nuevas energías (biomasa), la innovación de armas biológicas, etc.
Las regiones que concentran la biodiversidad del planeta, conocidas como regiones de megadiversidad, son precisamente las más importantes a explorar por la industria biotecnológica, sin embargo, no las únicas. Cuatro quintos de los recursos biológicos del planeta se encuentran en las tierras y aguas del tercer mundo. La región tropical y subtropical del mundo conserva una gran diversidad de organismos vivos en ecosistemas únicos que van desde los bosques lluviosos a tierras de pastizales y de los manglares a los arrecifes de coral.
En este sentido, la biodiversidad se convierte ahora en una riqueza estratégica a explotar, donde lo estratégico se define a partir de su control ya que los capitales pueden tener la posibilidad de colocarse hegemónicamente en el desarrollo de este nuevo eje tecnológico. Esto responde a una disputa entre los nuevos capitalistas que nacen de entre el carácter apocalíptico del patrón técnico todavía dominante a fines del siglo XX; mientras el avance de nuevas tecnologías mejor adaptadas al ahorro de energía y al control ecológico obligan a los viejos capitales "contaminantes" a metamorfosearse (caso de las empresas petroleras, químicas y petroquímicas que están invirtiendo en empresas de ingeniería genética, investigaciones afines, etc.) para poder continuar en el liderazgo que han detentado durante el siglo XX. En éste contexto, los capitales "contaminantes " y los directamente relacionados o capitales biotecnológicos se ven involucrados en una carrera por controlar esta nueva tecnología. Es decir, en una carrera por monopolizar la mayor diversidad posible de germoplasma, y por lo tanto una desenfrenada búsqueda, recolección, compra y robo de la diversidad biológica del planeta (incluyendo muestras de seres humanos).
Encontrar entre decenas de millones de especies la combinación genética que sea potencialmente rentable para los capitales, resulta ser una búsqueda interminable ya que es generalmente aceptado que aproximadamente uno de cada 10,000 compuestos derivados de la evaluación masiva de plantas, animales y microbios eventualmente resulta ser una sustancia activa. Por ello, el camino más eficiente hacia los recursos biológicos es el uso del conocimiento de las comunidades agrícolas e indígenas quienes históricamente conocen y conservan la biodiversidad de su espacio geográfico ya que dependen de ésta para su sobreviviencia. Lo anterior se deriva en un cúmulo de conocimiento de la diversidad biológica que rodea a las comunidades indígenas que va desde características medicinales-curativas, agroecológicas, y otros usos; volviéndose este conocimiento incalculablemente valioso para los capitales que rastrean el planeta en busca de sustancias activas y material genético ya que les facilita y reduce el gasto que ello implica. El capital entonces se encuentra en una gran disyuntiva por un lado necesita "robarse" el conocimiento indígena y por otro lidiar con el proceso de exclusión y exterminio de las culturas y comunidades indígenas del orbe, fenómeno que ya le está resultando contradictorio.
Tenemos entonces el hecho de que las medicinas tradicionales, si bien se basan en sustancias naturales, también son productos del conocimiento humano indígena. Se estima que tres cuartas partes de todos los fármacos de prescripción de origen vegetal que encontramos en el mercado mundial de aproximadamente 43,000 millones de dólares -según Rural Advancement Foundation International, para el año 95- fueron descubiertos debido a su uso previo en la medicina indígena.
Los derechos de autor, los derechos de mejoradores de plantas (fitomejoradores), las patentes, las marcas comerciales, los diseños industriales y los secretos comerciales son los principales mecanismos que el capital viene implementando desde los inicios de la modernidad para asegurar el control de las innovaciones tecnológicas y con ello asegurarse las ganancias extraordinarias generadas por esta nueva tecnología.
Es cada vez más claro que las empresas (con sede en el los centros capitalistas -Norte-) no negocian directamente el acceso a la biodiversidad, sino que trabajan a través de intermediarios. Estos intermediarios pueden ser compañías privadas que se dedican a recolectar y vender especímenes biológicos, organizaciones no-gubernamentales y entidades sin fines de lucro, tales como institutos de investigación científica, jardines botánicos, grupos ambientalistas y de conservación, o etnobotánicos empleados bajo contrato por las corporaciones. En los últimos años los capitales tanto biotecnológicos como "contaminantes" han invertido en proyectos de bioprospección (acceso a la biodiversidad en búsqueda de organismos vivos con potencial comercial), sin embargo, su dependencia respecto al conocimiento indígena significa un obstáculo, es más conveniente promover el supuesto de que la mayoría de la biodiversidad de valor permanece aún sin descubrir y en estado silvestre para que bajo esta imagen organismos involucrados en el robo de la biodiversidad (que incluye muestras genéticas y conocimiento indígena) puedan saquear abiertamente las regiones de megadiversidad para luego patentar los compuestos activos.
Resulta, entonces, central el tipo de propiedad de la tierra para definir la forma y características de la gestión de la biodiversidad. En México, la reforma al artículo 27 constitucional y la conformación de una nueva Reforma Agraria, flagrantemente abre las puertas a los capitales privados para acceder a los recursos bióticos nacionales. Asimismo, la experiencia mundial ha mostrado formas de acceso abierto o poco claro, bajo amplias reformas constitucionales y ecológicas que culminan en la Convención sobre Diversidad Biológica (CDB).
La CDB, que entró en vigencia en diciembre de 1993, establece que "los estados tienen derechos soberanos sobre sus materiales biológicos, y que dichos recursos ya no están a la libre disposición de otros. La extracción de dichos recursos del territorio nacional es una violación de los derechos de las personas a través de sus gobiernos". También reconoce "el conocimiento, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales", y específicamente "alienta el compartir de manera equitativa los beneficios que resulten de la utilización de dicho conocimiento, innovaciones y prácticas" (Artículo 8(j)) -curiosamente, según RAFI, hasta la fecha no existe un solo caso en todo el mundo en el que de hecho se hayan pagado regalías por bioprospección y conocimiento indígena a dichas comunidades-. No obstante, lejos de ser un esfuerzo multilateral para apoyar la conservación y el uso sostenido de la biodiversidad, la Convención claramente promueve el concepto de bilateralismo -contratos y otros acuerdos- para el acceso a la biodiversidad basado en los principios de conservación, desarrollo y justicia. Estos contratos o acuerdos bilaterales, conocidos como "acuerdos de bioprospección", efectivamente consolidan el hecho de que la "biodiversidad ya no está a la libre disposición de otros, sino solo y exclusivamente de algunos.
Los acuerdos de protección y conservación ecológica/bioprospección están llevando a consolidar el proyecto del libre acceso a la biodiversidad, en donde las fajas o regiones geográficas que concentran las reservas ecológicas más importantes y que corren a lo largo de las zonas de megadiversidad -corredores bióticos- son tan sólo una forma que permite la globalización de la biodiversidad.
Bajo la discreta forma de áreas de reserva ecológica mundial, los corredores bióticos resultan estar al servicio de la bioprospección debido a que los implicados en este proyecto global son precisamente las múltiples empresas involucradas en los bionegocios, y que casualmente conforman los principales grupos de capital que están interesados en la privatización de las áreas naturales. Tan sólo en América Latina, según datos de RAFI, se estima que operan más de 30 empresas transnacionales involucradas en bioprospección y biopiratería, las cuales para 1999 se habían llevado alrededor del 40% del total de muestras vegetales, animales y humanas en el mundo.
Lo anterior significa un saqueo masivo y exclusivo -"por contrato"- del germoplasma y del conocimiento indígena de las regiones de megadiversidad biológica por estas empresas y organizaciones transnacionales, lo cual ha llevado a que las solicitudes de patentes aumenten no sólo en número sino en la complejidad -patentando ya muestras humanas-.
Asimismo, la globalización de la biodiversidad requiere "globalizar" la investigación científica de la biotecnología, por lo que mundialmente la investigación es cada vez más influenciada por el sector privado. Tan sólo 46% de las empresas biotecnológicas apoyan la investigación de las universidades; 33 de los 50 estados de Estados Unidos tienen centros universidad-industria para la transferencia de biotecnología. En Canada, el Expert Panel on the Commercialization of University Research -integrado por empresas importantes de ese país entre las que cabe mencionar el Natural Science and Engineering Research, el Life Scienses and Health Care y AgriScienses- está promoviendo que el desarrollo tecnológico generado en las universidades canadienses pase al sector privado.
Un ejemplo por excelencia es el acuerdo entre la empresa Novartis y la Universidad de Berkeley en California, EUA. (Department of Plant and Microbial Biology). En noviembre de 1998, firmaron un acuerdo de cinco años por un monto de 25 millones de dólares,el cual especifica que Novartis no puede determinar el tipo de investigación que se hará pero tendrá derechos de negociar una licencia exclusiva en una fracción de todas las innovaciones desarrolladas por dicha universidad (aunque los fondos para los proyectos no provengan de los 25 millones pagados por Novartis). En México, parecida a la relación University of Barkley - Novartis; en la Universidad Nacional Autónoma de México existe un acuerdo (también desde Noviembre de 1998) entre el Instituto de Biotecnología y la empresa Diversa (EUA); la cual se especializa en organismos que viven en condiciones extremas con un gran potencial económico. Es conocida como la empresa que logró el primer acuerdo de bioprospección en EU -1997- (Yellowstone National Park), ha reclamado 700 patentes de enzimas (novel enzymes), acuerdos con Hoffmann-La Roche, Dow Chemical Company, Sigma, entre otras. Lo más grave del acuerdo UNAM-Diversa radica en que esta última tiene acceso a las reservas ecológicas de México -incluyendo las reservas de la biosfera (según GRAIN)-además de que se da por aceptado el derecho a patentar en otros países la biodiversidad mexicana dado que no existe en nuestro país legislación alguna al respecto (un caso reciente es la patente estadounidense de una variedad mexicana de fríjol amarillo).
Asimismo, México otorgó un permiso para la colecta de plantas y posiblemente de microorganismos a la transnacional Shaman Pharmaceutical Inc. -una de las empresas más importantes involucrada en proyectos de bioprospección y biopiratería en América Latina, África y el Sudeste de Asia. Sin olvidarnos del trabajo en conjunto que tienen la Universidad de Georgia (EUA) y el Colegio de la Frontera Sur (Chiapas).
Paralelamente a este fenómeno de globalización de la biodiversidad bajo la lógica neoliberal, resultan preocupantes los proyectos de corredores industriales que se han planeado por toda América del Sur. Dichos proyectos de corredores industriales -principalmente de carácter maquilador y agro-industrial- pretenden convertir grandes extensiones de tierra en áreas de monocultivo con tecnología de punta (transgénicos), ligados a ciudades que surtan de fuerza de trabajo y comunicados a través de una red diversificada de infraestructura que permita el transporte rápido y barato desde el corredor agroindustrial hasta el consumidor. Esto sucede en Brasil, en donde Cargill filial de Monsanto (esta última figura como unas de las gigantes en los bionegocios) ve el potencial de la llanura Mato Grosso para la producción de soya sólo si se pudieran hacer navegables los ríos que dan al mar. También, la zona del Pantanal -zona de humedales más grande del mundo- (Brasil, Bolivia y Paraguay) se pretende convertir en una zona cerealera, por lo que se planea construir una vía industrial navegable de 3 400 kilómetros, conocida como proyecto Hidrovía-Paraguay-Paraná.
Este panorama, en donde la biodiversidad resulta ser un recurso estratégico para el modo de producción capitalista, nos indica que conforme se construya esta nueva y cada vez más compleja relación del conocimiento entre la mecánica de la diversidad biológica y la nueva taxonomía del germoplasma global, pero sobre todo, conforme se defina el control de las patentes, estaremos frente al proceso en el cual se definirán las maneras y mecanismos definitivos de explotación de esta nueva y singular materia prima: la biodiversidad.
Por lo tanto, resulta urgente exigir la libre movilidad de la información para discutir y criticar el desarrollo de la biotecnología como una forma específica del desarrollo tecnológico capitalista; y proponer alternativas viables, considerando a México como uno de los países megadiversos y pluriculturales del orbe.
La Jornada, México, 10 de abril de 2000