Feria de semillas, en defensa de la biodiversidad
"En el mes de septiembre se celebró la “Primera Feria Nacional de Semillas Nativas y Criollas” en la reserva de biósfera Parque Pereyra Iraola, provincia de Buenos Aires. La convocatoria al intercambio sirvió también de marco para discutir y profundizar algunas de las problemáticas campesinas históricas y actuales, locales y globales, que ponen a la semilla en un lugar clave de la alimentación mundial"
Mujeres y hombres interactuaron con la naturaleza durante miles de años, adquirieron conocimientos de ella para alimentarse, curarse, hacer viviendas, abrigarse, subsistir. La historia de la crianza mutua entre seres humanos y semillas comenzó hace unos 10 mil años, cuando con la domesticación de algunos cultivos se inició la agricultura, una cultura de la naturaleza que incrementó la biodiversidad y fomentó variedades de especies para alimentar y curar a los pueblos. Esta evolución cultural posibilitó el asentamiento de comunidades que transformaron su economía e intercambiaron con otras los conocimientos y beneficios de esta nueva actividad.
La continuidad de esta tradición milenaria tuvo el mes de septiembre un nuevo hito local: la celebración de la “Primera Feria Nacional de Semillas Nativas y Criollas” en la reserva de biósfera Parque Pereyra Iraola, provincia de Buenos Aires. Convocada por organizaciones sociales, Ongs e instituciones estatales, la participación de pequeños y medianos agricultores, familiares y comunitarios colmó al predio de mesas con granos, plantines, producciones artesanales y saberes compartidos generosamente. La convocatoria al intercambio sirvió también de marco para discutir y profundizar algunas de las problemáticas campesinas históricas y actuales, locales y globales, que ponen a la semilla en un lugar clave de la alimentación mundial. No es menor la idea de intercambio -NO venta- en un contexto que tiende al patentamiento y a la mercantilización de la vida.

Los antecedentes del estado actual de la agricultura campesina son: la mecanización de la agricultura ocurrida en los años 60 bajo el nombre de Revolución Verde, promovida bajo la promesa de terminar con el hambre mundial, introdujo en los campos el uso de agrotóxicos y, lejos de cumplir con su objetivo, provocó el éxodo rural, la consolidación del latifundio y la pérdida de biodiversidad. A la Revolución Verde le continuó la biotecnológica, que en su incursión agrícola desde los años 90 liberó variedades transgénicas al ecosistema provocando una contaminación genética de impactos aún incalculables, y la implementación de paquetes tecnológicos asociados que promueven un modelo agrario dependiente de las empresas fabricantes. Los ensayos con transgénicos continúan practicándose en los campos abiertos de países cuyas leyes autorizan su cultivo sin regular ni establecen principio precautorio. La producción de semillas comerciales tiende a concentrarse en pocas empresas que dominan los mercados mundiales y promueven legislaciones que desprecian las semillas nativas y criollas. A pesar del panorama desolador, un estudio del Grupo ETC (Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración) afirma que entre un 70 y 80% de la alimentación mundial es aún provista por pequeños y medianos productores campesinos e indígenas. Después de 10 mil años de agricultura, las manos campesinas siguen siendo el lugar más seguro donde conservar las semillas.
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Gabriel Vaccaro, ra.bog.itni@oraccavg
INTI-Dirección de Comunicación y Participación Social