El modelo sojero latinoamericano
“La Agricultura sustentable es la actividad agropecuaria que se apoya en un sistema de producción que tenga la aptitud de mantener su productividad y ser útil a la sociedad a largo plazo”
La soja es el cultivo más emblemático del Mercado Común del Sur (Mercosur), por lo tanto el bloque regional se perfila, para un futuro cercano, como el principal productor mundial de soja. Su producción crece a pasos agigantados, con demandas de mercados como China y el sudeste asiático, con la presión y la posibilidad de nuevos mercados que posibilite el biocombustible.
El Mercosur produce en 53 millones de hectáreas, más de 100 millones de toneladas de soja por año y se proyecta como el mayor exportador mundial. Sólo la participación conjunta de Argentina, Brasil, Paraguay y Bolivia representa casi el 68 por ciento de las exportaciones mundiales del complejo sojero.
Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) el futuro latinoamericano pasa por el alto grado de inversión que satisfaga las necesidades de otras latitudes, de esta forma es necesario la consolidación de los mercados.
Especialistas dicen que en actuales mercados como los de China e India las demandas de proteínas seguirán aumentando, se estima que dentro de 20 años países como Rusia y México todavía estarán lejos de alcanzar el consumo de los países más desarrollados o sea que habrá mercado para producir aún más todavía.
Algunos prevén que para 2020 Argentina y Brasil encabezarán la producción mundial. Como también que a largo plazo el cambio climatológico puede modificar el panorama. El especialista Stephen Long, del Departamento de Cereales y Biología de la Universidad de Ilinois, dice que hacia fines de siglo “la región no va a tener las condiciones óptimas para producir como en la actualidad, las temperaturas aumentaran entre 1,5 y 5 grados centígrados en las principales zonas sojeras como, Estados Unidos, Sudamérica y China”. Mientras que “Argentina es la que menos lo va a sufrir porque es el país más austral, pero si tendrá consecuencias en países como Brasil”, entonces para Argentina es primordial la necesidad de reservas de tierras para producir, como las conquistas de las mismas, todo forma parte de la avanzada del nuevo modelo agroexportador instalado en los últimos años.
Esta fue una de las “grandes y buenas perspectivas” de crecimiento económico para Argentina, expuesto en el Tercer Congreso de Soja del Mercosur, Mercosoja 2006 que se realizó entre el 27 y 30 de Junio pasado en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
El encuentro denominado “Soja Sudamericana liderando el porvenir”, contó con la participación de representantes de Argentina, Brasil, Uruguay, Estados Unidos, Suiza y China, participaron y debatieron científicos, genetistas, inversores, productores, ambientalistas, periodistas y demás expertos en soja.
Argentina es el tercer productor mundial después de Estados Unidos y Brasil, siembra cada año 15.3 millones de hectáreas, producirá este año 41 millones de toneladas de soja, de los cuales un 97 por ciento será vendido al exterior en granos, o en forma de aceites y harinas. Hay que recordar que solo el 4 por ciento de la soja que se produce en el mundo está destinada directamente a la alimentación humana. Las retenciones de la soja representan una entrada al país de más de 8 millones de dólares en un año, lo que recauda el Estado Nacional por estas exportaciones es la principal fuente de ingresos del Gobierno.
Pensar en multiplicar muchas veces más la producción de soja en nuestro país requiere primeramente determinadas modificaciones de infraestructura, es el caso del proyecto Hidrovía Paraguay-Paraná; Argentina solo tiene pavimentado el 10 por ciento de la red caminera sobre la que se transporta la soja mientras que Brasil el 30 por ciento. En Estados Unidos, “el gran maestro”, el 56 por ciento de la producción lo hace a través del río Misissippi (es el medio más económico) mientras que en Argentina sólo el 1 por ciento utiliza ese medio, y el 84 por ciento lo hace en camiones. De esta forma la hidrovía Paraguay-Paraná se presenta como el proyecto del Mercosur, para transportar la soja por el Atlántico desde el centro este brasileño, sumando a Paraguay, Bolivia y Argentina, pasando por Rosario. Para esto los cauces de ambos ríos deberían ser limpiados, para convertirse en la ruta comercial, lo que desde ya representa una total locura contaminante para los especialistas y ambientalistas. Este proyecto ya fue frenado en 1997, con la resistencia de la población de la zona que comprobaron efectivamente la contaminación ambiental. Pero además al proyecto de la Hidrovía se suman el de rutas y autopistas que comuniquen las zonas sojeras.
Hay que destacar que por Rosario sale el 80 por ciento de las exportaciones sojeras de nuestro país, a orillas del río Paraná. Y por otro lado que el 75 por ciento de la producción agraria en la provincia de Santa Fe son plantaciones de soja.
Pero esta “bendita” soja no sólo trae buenos ingresos y grandes proyectos de construcción al país.
“El pretendido desarrollo y progreso tecnológico que promulgan las grandes transnacionales no es tal, en Argentina se festeja con las exportaciones record, del grano de oro; la soja, pero no se difunde la otra cara, la cara oculta, la de la violencia y los desalojos a comunidades indígenas de sus territorios a través de una justicia corrupta como la de Salta, donde se le da títulos de tierra a empresarios de Buenos Aires, Santa Fe, a empresas extranjeras, que compran miles de hectáreas a precios muy bajos, mientras que a los que han vivido mas de 500 años jamás se les reconoce la titularidad de las propiedades”, sostiene Oscar Delgado pertenece a la organización Acción Popular Olga Aredez de Jujuy y Salta quien sufre las consecuencias del monocultivo en General Pizarro (provincia de Salta).
“Lo peor es que esto se repite y se acepta como normal, como el precio del progreso, de la modernización y no se ve la contra cara angustiosa, el hambre que genera, las fumigaciones, como el destierro que vive la comunidad wichi que hoy está en Pizarro”, afirma Delgado.
Brasil es el mayor productor regional de soja con unos 54 millones de toneladas en 22 millones de hectáreas, pero para futuro, el 2020, piensa destinar 100 millones de hectáreas más y alcanzar 105 millones de toneladas. El complejo soja aporta ingresos por 10.000 millones de dólares en exportaciones, vendiendo al exterior el 70 por ciento de la producción de la materia prima.
Mientras que en Paraguay el cultivo ocupa 2,6 millones de hectáreas, con una producción alrededor de los 4 millones de toneladas y el ingreso de divisa ronda en los 1000 millones de dólares (el 36 por ciento de su producto bruto interno) y el 70 por ciento de la venta va al exterior como granos.
Estas cifras y porcentajes económicamente altos no expresan las voces ni los porcentajes de los excluidos por este sistema. Ramón Medina de la Organización de Lucha por la Tierra, Paraguay (OLT) y Vía Campesina expresaba en el Foro de Resistencia a los Agronegocios que “en Paraguay la invasión del capital financiero sobre el campo ha provocado que centenares de campesinos, familias y comunidades enteras han desaparecido para dar lugar al desarrollo de un modelo que beneficia a una minoría empresarial multinacional, provocando perjuicio no solamente sobre los recursos naturales, la tierra, el agua y el medio ambiente, sino que afecta a la vida humana”.
Bolivia el año pasado produjo 1.710.900 toneladas de soja en 950 mil hectáreas, y se invierte 270 millones de dólares por año en costos para el monocultivo. Si bien en el país andino los porcentajes de producción no son altos como en otros, el complejo sojero ya genera resistencia en los agricultores, la mayor concentración se realiza en el departamento de Santa Cruz donde las empresas transnacionales siembran un 30 por ciento de la producción.
“En Bolivia las mujeres producen sus propias semillas (como la papa) es una alternativa para esta contaminación, la de los agroquímicos, no es necesario el monocultivo de la soya porque tenemos diversidad de semillas y no necesitamos de semillas transgénicas que están avasallando a nuestros países, como en Argentina, donde la gente esta desalojada. Nos queda solamente seguir luchando para que en América Latina no nos estén envenenando”, sostuvo Idalma Zambrano, pequeña productora y pertenece a la Federación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia “Bartolina Sisa” quien junto a la Red por una América Latina Libre de Transgénicos está llevando adelante en Bolivia la promoción de la agricultura orgánica.
An Maeyens es de Bélgica, ambientalista pertenece a ASEED EUROPE, Acción por la equidad, diversidad y medio ambiente de Holanda, estuvo en el encuentro Hambre Soja de Rosario, (contra encuentro a Mercosoja) que se realizó en las mismas fechas que el organizado por empresarios, recorrió países de Latinoamérica participando de encuentros y sobre todo recogiendo la experiencia de las consecuencias de los monocultivos en las sociedades. “Desde Europa –sostuvo Maeyens- se tiene una visión general, pero es mucho más interesante y fuerte escuchar cómo afectan los cultivos directamente a la gente como la del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), que los desalojan, los contaminan o como en Paraguay. Es increíble como se puede seguir con esto, como se mata gente, pero a los Gobiernos eso no les importa, no puedo entender que solamente piensen en inversiones, en entrada de moneda, de grandes estructuras como las multinacionales, pero no están pensando en las personas que viven en sus países, parece que eso no les importa”.
Muchos afirman que está llegando el fin de la “era del petróleo”, el combustible ha entrado en crisis, los países industrializados han optado por usar los biocombustibles (biodiesel o bioetanol): neutrales en emisiones de carbono, la quema del biocombustible devuelve a la atmósfera el dióxido que las plantas absorbieron cuando estaban creciendo en el campo. Pero el problema para Europa es que no hay suficientes plantaciones para el biodiesel, aunque claro siempre hay un tercer mundo, una Latinoamérica expuesta otra vez, a ser proveedora del primer mundo, con forrajes para sus animales o con biodiesel para sus autos.
También ya son proveedores de biodiesel países como Ghana, Madagascar, India y hasta Brasil. Creen que es el negocio donde todos ganan, los países del tercer mundo que aumentan sus producciones y los del primer mundo que viven mejor sin contaminación. Indudablemente la nueva producción requiere de más tierras para el cultivo, por lo tanto más deforestación y utilización de derivados del petróleo como fertilizantes y plaguicidas, que producen contaminantes como el dióxido de carbono.
An Maeyens de Aseed Europe se refiere a estas modificaciones dentro de los agronegocios: “En Europa ya hay una ley, donde se tiene que usar el biodiesel hecho con la soja, pero Europa tiene otros cultivos con los que piensa trabajar entonces el mercado allí va a parar, pero China es el gran mercado, el gran consumidor, el futuro.
Pero también se derivan otras alternativas de esta producción: por ejemplo la sustitución del plástico. Porque el petróleo es el origen del plástico. Entonces están desarrollando plástico de soja. Me parece que ahora todo el mundo va a tener soja en todos lados, en los alimentos, en las casas, en los plásticos, en los supermercados pero necesitan mucha más producción de soja y la consecuencia de esto es la deforestación. Es un modelo de dependencia porque si la gente no puede sostener la producción de su alimento, lo tienen que comprar de los empresarios, de las multinacionales, de los supermercados”.
“Nuestra organización trabaja sobre dos ejes; la agricultura contra los alimentos transgénicos y una campaña contra quienes financian esto como el Banco Mundial. En Holanda en la campaña contra la soja lo que hacemos es difundir la idea que la carne que tienen en su plato tiene una historia, de desalojos de tierras, de destrucción ambiental, de contaminación”, aseguró Maeyens.
La expansión del cultivo sojero posibilitó a los productores mayores y mejores condiciones de rendimiento económico, en el ámbito nacional y regional sudamericano lo reflejan las retenciones a las exportaciones. Pero esa expansión y rendimiento económico no necesariamente es sustentable y cualitativo a favor de un desarrollo agropecuario, porque este modelo genera un empobrecimiento del campo, una agricultura sin agricultores, un éxodo del campo a las zonas pobres de la ciudad, donde la producción de alimentos (para el mercado interno y para la exportación) ha sido reemplazada por granos que alimentan animales europeos, teniéndose que importar leche en el país de las vacas gordas.
Sin mencionar las deforestaciones de los bosques, la pobreza ocasionada a sus habitantes y la violencia generada, además de las fumigaciones y las contaminaciones. En definitiva es la imposición de un modelo agrícola que piensa en rentabilidades a corto plazo y usos irracionales de los recursos naturales, bajo los lineamientos de un sistema neoliberal voraz, sin políticas nacionales que frenen o busquen alternativas sino todo lo contrario haciendo uso de éste para pagos externos, siguiendo viejas políticas condenadas discursivamente, una vez sin importar los costos.
ra.moc.rusocremasnerp@zeuqirnez