El embajador del etanol en Nicaragua
El presidente de Brasil le ofreció a su par Daniel Ortega subirse al tren de los agrocombustibles. Pese a recibir en buenos términos la oferta, el sandinista dijo que es “un crimen” usar el maíz para producir combustible
En una nueva jornada de la ya consagrada como la diplomacia del etanol, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva desembarcó anteanoche en Nicaragua para ofrecerle a su anfitrión Daniel Ortega el apoyo necesario para convertir a esa nación en un país pionero en Centroamérica en la producción de agrocombustibles.
Pero a diferencia de la complacencia que mostraron otros presidentes del continente frente, a los hasta ahora no comprobados beneficios del etanol, Ortega advirtió que es "completamente inadmisible y un crimen producir etanol derivado del cultivo de maíz”, como lo hacen Estados Unidos y México.
Sin embargo, el nicaragüense dejó en claro que dicha posición no discrepa con la de su homólogo brasileño, sino con la del presidente de Estados Unidos, George W. Bush.
Si bien Da Silva defiende el uso del etanol como el combustible del futuro y argumenta “que es menos contaminante y daría oportunidad de desarrollo a regiones rezagadas como África”, no está comprobado que esa energía alternativa resulte menos contaminante que la gasolina y nadie puede asegurar que para su obtención no se usen las plantaciones de maíz ya existentes en vez de las tierras no explotadas en el olvidado continente negro.
Brasil es la principal economía de América Latina y el principal productor de etanol del mundo, pero a diferencia de los países del norte, lo hace casi exclusivamente a base de caña de azúcar.
Además de incentivar la industria de los combustibles de base vegetal, Da Silva se comprometió con Ortega, a partir de la rúbrica de múltiples acuerdos, para mantener una cooperación permanente en áreas como infraestructura, agricultura, pesca, agroindustria, transporte, salud y educación.
"Estoy dispuesto a concluir cuantos acuerdos fueran necesarios para que podamos contribuir al crecimiento, al desarrollo y a la justicia social, aquí, en Nicaragua", manifestó el mandatario sudamericano. El gobernante también demostró su satisfacción por el regreso de Ortega al poder en enero pasado después de diecisiete años.
Por su parte, Ortega, como líder indiscutido del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), a partir de 1985, se mantuvo en el poder durante cinco años, después de haber comandado un movimiento revolucionario que terminó en 1979 con la dictadura inescrupulosa y filoestadounidense de Anastasio Somoza Debayle. Para ese entonces, la dinastía Somoza sojuzgaba a Nicaragua desde la década del treinta, cuando el abuelo de Anastasio inició tan oscura etapa.
Se trata de la primera visita de Estado de un presidente brasileño a Nicaragua, aunque para Da Silva es la quinta vez que pisa suelo sandinista. "Es una emoción diferente regresar como Presidente de la República de Brasil", declaró el mandatario, quien aprovechó para recodar que la primera de sus múltiples estadías en esa nación fue en 1980 y lo en carácter de sindicalista y líder del Partido de los Trabajadores (PT).
A su vez, Da Silva acordó ayudar a Nicaragua con el programa Hambre Cero, la política social que desde hace cinco años desarrolla en éxito en Brasil y que Managua importó y puso en ejecución hace unos meses.
Para el mandatario sudamericano Nicaragua significó el tercer país en visitar -ya estuvo en México y Honduras- de una gira que comprende cinco y que comenzó el fin de semana pasado. En tanto, Jamaica y Panamá serán los próximos y últimos destinos.
Más allá de otras conversaciones, parece que Da Silva pensó el itinerario para comenzar a organizar en América Central y el Caribe una importante plataforma de abastecimiento de etanol para Estados Unidos, tal como lo acordó con Bush cuando éste aterrizó en marzo en el cono sur, visita que muchos analistas internacionales clasificaron de inofensiva.
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