Demasiado grandes para este mundo

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Cinco cadenas de supermercados controlan más de la mitad de la distribución de alimentos en España. Miles de campesinos de un lado, millones de consumidores por otro y, en medio, la distribución de los alimentos en manos de cada vez menos empresas configuran un modelo de embudo, como en otras partes del mundo

La más conocida de estas empresas, Wal Mart, ocupa el puesto 19 entre las 100 economías más poderosas del planeta. Este fenómeno, conocido como Walmartización, tiene sus orígenes en Estados Unidos, cuando se construyeron superficies de una magnitud nunca antes vista, con pasillos repletos de una variedad de productos a precios por debajo del resto del mercado.

Varias cadenas desarrollaron modelos similares. Pocos años después, aterrizaban en América Latina. Hace unas semanas, Irán abrió su primera tienda del grupo francés Carrefour, noticia que sorprendió por la supuesta animosidad del régimen de los ayatolás contra el ‘demonio’ consumista.

Detractores de las grandes superficies comerciales denuncian los efectos colaterales de reducir gastos a costa de los derechos laborales, de incurrir en prácticas monopolistas y de dejar fuera de lugar a los pequeños productores. Se preguntan para qué abaratar productos si la gente no podrá comprarlos a causa de la destrucción de empleos y la quiebra de comercios que ya no pueden competir.

El monopolio de la distribución moderna permite imponer reglas comerciales que asfixian a agricultores y pequeños comerciantes, obligados a autoexplotarse o hacerlo con sus trabajadores para poder competir, denuncia la periodista Esther Vivas. Estos proveedores llegan casi a regalar sus productos, aunque muchos ni siquiera llegan a “cumplir las exigencias” de las grandes empresas.

Pero hay otros costes que el precio final de los productos no tiene en cuenta. La deslocalización alimentaria actual incrementa las distancias que recorren los alimentos antes de llegar al plato. La energía utilizada para mandar unas lechugas de Almería a Holanda es tres veces superior a la que se utiliza para cultivarlas, según la Fundación Terra.

Las fresas de California, el brócoli de Guatemala, los arándanos de Nueva Zelanda, la carne de Australia, las patatas de Italia, las habichuelas de Tailanda y las zanahorias de Sudáfrica para cocinar una comida típica inglesa genera 650 veces más emisiones de carbono que si se utilizaran productos locales.

Algunos productores europeos de fruta denuncian que supermercados como Carrefour acumulan grandes stocks de fruta para obligar a los agricultores a vender por debajo del precio real. Esta práctica desmonta la manida defensa de que la ley de la oferta y la demanda determina el precio de los productos.

Hasta hace dos años, los pequeños comercios mexicanos eran el talón de Aquiles de las grandes superficies y de los supermercados que imitaron el modelo para sobrevivir. Gran parte de la población prefería acudir a los mercados al aire libre para comprar lo que necesitaba cuando surgiera la necesidad en lugar de recorrer grandes distancias en coche o en transporte público.

Conscientes de las arraigadas costumbres de la compra, Wal Mart ha invertido millones en adquirir comercios y grupos mexicanos. Además, ha abierto tiendas de auto servicio más pequeñas que permiten la competencia con los comercios tradicionales. En palabras de sus propios representantes, “la recesión económica ha resultado benéfica para Wal Mart de México”; han “logrado aprovechar la crisis, capitalizando la gente que quiere reducir las compras y que vive de un día para otro”; la gente que gana el salario mínimo “depende mucho de esto nada más para vivir”. De hecho, varios periódicos dedican parte de su sección financiera a decir que el gigante norteamericano no para de crecer en tiempo de crisis.

Wal Mart anunció la creación en 2010 de casi 15.000 empleos en sus más de 1.300 tiendas, interpretado como “agradecimiento” al Gobierno mexicano por la licencia para abrir Banco Wal Mart, que ofrecerá servicios bancarios a los clientes: retiro, depósito, consulta de saldos, préstamos y “facilidades” para comprar en sus tiendas. Un brazo más para ejercer aún más control sobre la gente por medio del consumo desmedido, causa de la crisis económica de la que ellos mismos se benefician. Aunque con menos margen, la decisión está en consumidores que necesitan medios de comunicación responsables les den los elementos necesarios para tomar la decisión que en realidad les convenga.

- Carlos Miguélez Monroy es Periodista

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.

ALAI Net, Internet, 9-11-09

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