De Dickens a hoy, la feroz pugna por la propiedad intelectual
Prensa
La Nación, Argentina, 16-10-02
http://www.lanacion.com.ar/02/10/16/dx_441030.asp
De Dickens a hoy, la feroz pugna por la propiedad intelectual
Por Steve Lohr
NUEVA YORK.- En el siglo XIX, los Estados Unidos eran una nación que se industrializaba rápidamente y -como el escritor Charles Dickens, entre otros, supo muy bien- un feroz pirata de los derechos de propiedad intelectual.
Pero en la actualidad, cuando se trata de abordar cuestiones con los países en vías de desarrollo, los Estados Unidos parecen ignorar su propio legado y sus propias bravuconadas de antaño. O por lo menos eso se desprende de un reciente informe elaborado por la Comisión Internacional sobre los Derechos de Propiedad Intelectual. El informe recomienda que el tratado de la Organización Mundial de Comercio (OMC) sobre los derechos de propiedad intelectual se flexibilice mucho más para que los países en vías de desarrollo, desde Brasil hasta Bangladesh, puedan adoptar normas más adecuadas a su propio estilo.
El debate global sobre los derechos de propiedad intelectual -patentes, derechos de publicación y marcas registradas- se concentra principalmente en las industrias que apuntan al futuro como el software de computación, los productos farmacéuticos y la biotecnología. Sin embargo, los norteamericanos pueden retrotraerse a su propia experiencia del siglo XIX respecto de la publicación de libros, por ejemplo, para comprender el punto de vista del mundo en vías de desarrollo.
Por entonces, la legislación norteamericana ofrecía protección de los derechos de publicación, pero sólo a los ciudadanos y residentes de los Estados Unidos. Las obras de autores ingleses eran copiadas desenfrenadamente y vendidas a bajo precio a un público norteamericano ávido de libros. Esto irritó tanto a Charles Dickens -cuyo libro "Cuentos de Navidad" se vendía a 6 centavos de dólar en los Estados Unidos, pero a 2,50 dólares en Inglaterra- que el escritor realizó una gira por los Estados Unidos en 1842 para reclamar la adopción de una protección internacional de los derechos de autor ya que, en el largo plazo, favorecería el interés de los propios autores y editores norteamericanos.
Sus exhortaciones no fueron persuasivas hasta 1891, cuando los Estados Unidos tenían una floreciente cultura literaria y una industria bibliográfica que aspiraba a tener en el extranjero su propia protección. El Congreso aprobó entonces una ley de propiedad intelectual que extendía la protección a obras extranjeras a cambio de un tratamiento similar en el extranjero para los autores norteamericanos.
Las economías que tuvieron deslumbrantes historiales de desarrollo, desde los Estados Unidos en el siglo XIX hasta Japón y sus vecinos del sudeste asiático como Taiwan y Corea del Sur en el siglo XX, emprendieron la marcha con sistemas débiles respecto de la protección de la propiedad intelectual. La transferencia tecnológica se produjo de manera fácil y barata hasta que las capacidades domésticas y las industrias locales estuvieron tan avanzadas que una protección más sólida de la propiedad intelectual se convirtió en una cuestión de interés y beneficio propios.
Modelo norteamericano
Según el reciente informe, la táctica de desarrollo económico que se basa en copiar para poner en marcha una industria corre peligro debido al impulso encabezado por los Estados Unidos de imponer más sólidos derechos de propiedad intelectual en el mundo.
Como parte de un acuerdo alcanzado en 1994, las naciones miembros de la OMC deben ajustarse a un convenio, llamado Trips (según sus siglas en inglés) que se originó en parte en la creencia predominante durante los años 90 de que el "modelo norteamericano" -el comercio libre, la apertura absoluta de los mercados de capital, y una sólida protección de la propiedad intelectual- era el camino seguro hacia la prosperidad global. Pero así como actualmente son cuestionadas las recetas del FMI, en tanto la prosperidad se mostró esquiva, por ejemplo, para países como Brasil y la Argentina, lo propio ocurre con las normas de la OMC relacionadas con la propiedad intelectual.
Muchos economistas consideran que el acuerdo de 1994 fue un triunfo para unas pocas industrias -por ejemplo, de productos farmacéuticos, de software, y del cine de Hollywood- que obtienen enormes ganancias a partir de las protecciones y cuyos intereses fueron defendidos por el gobierno de los Estados Unidos.
Según el convenio Trips, los Estados Unidos son los que más ganan a partir de los resguardos más sólidos de la propiedad intelectual, la mayoría de los cuales debe entrar en vigor en 2005. El Banco Mundial considera que las compañías norteamericanas recaudarían un monto adicional de 19.000 millones de dólares anuales en concepto de derechos, mientras que los países en vías de desarrollo como China, México, Brasil y la India -importadores netos de propiedad intelectual- pagarían más a los dueños de las patentes.
Los derechos de propiedad intelectual son concesiones transitorias de exclusividad con el fin de dar incentivos económicos a una actividad innovadora. Para qué sacrificarse durante meses o años con el propósito de elaborar una nueva droga o diseñar un programa de software inteligente -se piensa generalmente- si no existe la posibilidad de obtener grandes utilidades. El resultado al que se apunta es que los consumidores de alguna manera pagarán un precio más elevado por tal o cual droga o programa de software, pero también se beneficiarán por todas las innovaciones adicionales en la economía.
Eso es puramente teórico. En los Estados Unidos arrecian las críticas respecto de que el furor de patentar cualquier avance técnico atenta contra la innovación, ya que innecesariamente restringe el flujo de ideas. Pero en términos generales, la teoría que respalda los derechos de propiedad intelectual tiende a funcionar en las naciones ricas.
Por Steve Lohr
De The New York Times
(Traducción de Luis Hugo Pressenda)
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