Consumo responsable


Prensa

Ideal Digital, Internet, 9-12-02
http://www.ideal.es/almeria/edicion/prensa/noticias/Tribuna_Almeria/200212/09/ALM-OPI-069.html


Consumo responsable


Por José Ramón Mauleón


Cada uno de nosotros compra cosas a diario, y como vivimos en una sociedad de consumo de masas tenemos la posibilidad de elegir entre una gran variedad de productos y de marcas. La elección es un proceso complejo en el que intervienen distintos criterios de compra, siendo uno de los más importantes el del precio. Cuando compramos alimentos, a los que dedicamos la mayor parte de nuestro gasto diario, la marca adquiere una especial importancia. En el caso de los alimentos envasados, tendemos a comprar las que conocemos porque al resultar familiares nos dan seguridad. Seguir estos dos criterios, el precio y la marca, tiene dos consecuencias a nivel individual: compramos más cosas y pensamos que lo adquirido será bueno para nosotros.

Como estos criterios de compra son empleados por muchas personas, sus efectos también tienen una dimensión colectiva muy importante. Las pautas de consumo tienen consecuencias sobre nuestro entorno económico, social y ambiental. Estos efectos externos pueden ser desconocidos por muchos consumidores y deberían saberse para sacar más partido a nuestro dinero. En la alimentación, la forma en que gastamos influye en la creación de empleo, en el desarrollo económico local, en la distribución de la riqueza, en la salud colectiva o en nuestro medio ambiente. He aquí unas recomendaciones. Compra alimentos frescos en vez de transformados. Los productos frescos apenas han sido sometidos a procesos de elaboración o transformación, por lo que son más naturales, mantienen mejor sus cualidades originales. A muchos de los transformados, por el contrario, se les añade una serie de sustancias químicas para su conservación o presentación, y no se conoce bien cómo afecta sobre nuestra salud su interacción. Los efectos sobre la salud individual y colectiva de este consejo son evidentes. Compra alimentos que tengan etiquetas públicas de calidad. Existen muchos tipos de etiquetas para diferenciar marcas. Algunas son realizadas por las industrias que los elaboran o los distribuidores que los comercializan. Éstos no tienen un control público, por lo que no pueden considerarse como una garantía real para el consumidor. Con frecuencia, son sólo una estrategia de venta. Sin embargo, existen otras con un respaldo más amplio, como por ejemplo la etiqueta de la agricultura ecológica, la de denominación de origen o la del label vasco. La de la agricultura ecológica nos garantiza que la producción de las materias primas y su posterior transformación se ajustan a una legislación que prohíbe el uso de productos químicos de síntesis, lo cual beneficia a la salud del agricultor que los cultiva, al medio ambiente donde se produce y a la salud de quien lo consume. Algunos de estos alimentos vienen de lejos, pero los producidos aqui proceden de la agricultura familiar, una forma de hacer agricultura que genera más empleo que la agricultura industrial, que sustituye mano de obra por maquinaria y productos químicos para producir mucho a precios bajos. Los alimentos de nuestra comunidad nos garantizan que la producción y transformación del alimento han sido realizados aquí. En muchos casos sus productores practican una agricultura familiar, con lo que la compra de alimentos con este aval potencia la generación de riqueza y empleo en nuestro entorno.

Compra alimentos producidos en la proximidad. No se trata de ser un chauvinista, de consumir sólo alimentos locales, sino de escoger de entre las marcas que existen las producidas lo más próximamente posible. Al hacerlo contribuimos al desarrollo económico de nuestro entorno, a la biodiversidad (mantener las variedades animales y vegetales propias de cada zona), y reducimos el gasto energético y la contaminación que supone traer alimentos de lugares distantes.

Compra alimentos producidos por el propio agricultor o por sus cooperativas. Existe la tendencia a comprar las marcas de alimentos elaborados por las grandes empresas multinacionales. A los consumidores nos resultan familiares porque sus fabricantes son los únicos que cuentan con capacidad económica para hacer publicidad regularmente. Al final, estas multinacionales tienen una creciente cuota de mercado en muchos tipos de alimentos, de manera que nuestro dinero termina concentrándose en pocas manos. Debemos empezar a fijarnos en quién ha elaborado cada marca y a destinar nuestro dinero a comprar alguna de las fabricadas por los agricultores o sus cooperativas, o pequeñas industrias. Así la riqueza beneficiará a un mayor número de personas.

Compra los alimentos en canales cortos de comercialización. Tan importante como los alimentos que adquirimos es el lugar donde los compramos. Cada vez es más común hacerlo en grandes superficies porque buscamos alimentos baratos y porque resulta más cómodo. Este hábito de compra tiene consecuencias colectivas muy negativas ya que está destruyendo muchos puestos de trabajo (los de los pequeños comercios que se ven obligados a cerrar o a mantenerse con unos bajos ingresos), genera problemas medioambientales al fomentar el uso masificado del coche y favorece a las grandes industrias agroalimentarias por ser las únicas que pueden cumplir las exigencias impuestas por estos centros en cuanto a precio, cantidades y plazos de entrega. Si se sustituyese este hábito por la compra en las tiendas tradicionales o, aún mejor, por la compra en canales cortos de comercialización (donde los consumidores entramos en contacto con los productores como pueden ser los mercados semanales o las asociaciones de consumidores), conseguiríamos fomentar las variedades locales, generar desarrollo económico en nuestro entorno (en estos lugares de compra hay mayor presencia de agricultores o industrias de la proximidad) y contribuir a una distribución más equitativa de la riqueza. Quizás resulte difícil acudir a diario a estos lugares de compra, pero es fácil hacerlo una vez a la semana

Como nos encontramos próximos a la Navidad, el período del año en que más gastamos en alimentación, es el momento ideal para que hagamos un consumo responsable o un consumo ético. Es cierto que al seguir estos consejos gastaremos algo más en alimentación, pero la mayoría de nosotros apenas lo notará si tenemos en cuenta que venimos a gastar en alimentación únicamente el 22% de los ingresos familiares. También es cierto que emplearemos algo más de nuestro tiempo, pero eso lo podemos solucionar modificando levemente nuestros estilos de compra. A cambio, lograremos sacar más partido a nuestro dinero porque servirá para mantener el empleo, para generar riqueza en nuestro entorno, para redistribuir la riqueza y para conservar o mejorar el medioambiente. ¿Ya nos hemos preguntado qué consecuencias colectivas tendría el no comprar las marcas que se anuncian en televisión? Al consumir alimentos, estamos decidiendo, votando, el entorno social, económico y ambiental que queremos. Sigamos usando este poder que tenemos, pero hagámoslo de manera consciente.
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