Colombia: fumigar parques es delito
La biodiversidad, soporte de lo que somos como sociedad
Fumigar los Parques Nacionales es un delito y va en contra del deber del Estado de salvaguardar el patrimonio nacional y respetar convenios firmados y ratificados por Colombia en las últimas décadas, como el Convenio de Diversidad Biológica (Ley 165 de 1994), en los artículos 8 sobre conservación in situ, y el artículo 14 sobre evaluación y minimización de impactos.
La violencia del país viene de múltiples fuentes y atentar contra la biodiversidad es también una forma de violencia. Fumigar áreas protegidas donde se mantienen muestras irrepetibles de la biodiversidad de Colombia, uno de los cinco países megadiversos del mundo, trasciende el conflicto armado y los deseos viscerales de personas que proponen que se fumiguen, rápido y en grandes cantidades, porque eso "sólo afecta a guerrilleros, narcotraficantes y paramilitares".
Las áreas protegidas no son vastas extensiones inhabitadas, allí viven poblaciones silvestres que contribuyen a mantener este mundo funcionando. Además de gente, no sólo por no tener otras opciones productivas rentables, sino gente que quedó allí luego de que desde un escritorio se decidiera crear un parque nacional, sin generar ningún plan de contingencia adicional para manejar el conflicto por la propiedad y el derecho a producir. El Informe sobre Vacíos de Conservación publicado por el Instituto Humboldt y la WWF en el 2003 muestra que el 6,6 por ciento (661.653 hectáreas) de los Parques Nacionales corresponde a ecosistemas transformados.
La biodiversidad es el soporte de todo lo que hemos construido como sociedad (industria, comercio, economía, etc.). Es algo de lo que dependemos y de lo que hacemos parte. Hablar de fumigar los Parques Nacionales para frenar la deforestación que en ellos se lleva a cabo, es sólo cambiar un problema por otro.
La naturaleza no es un ente estático. Para muchos, las fumigaciones no afectan la biodiversidad, porque cuando pasa la avioneta nada sucede; pero el problema es acumulativo, a largo plazo y afecta a muchas escalas diferentes. La biodiversidad en las áreas protegidas incluye casi todos los cerca de 21 reinos de la naturaleza, sin hablar de especies porque el número sería avasallador.
Sólo en varios años verán las futuras generaciones (esas por las que supuestamente hacemos hoy lo que hacemos) los verdaderos efectos de las fumigaciones, cuando dejemos de registrar muchas especies, cuando los efectos de la contaminación se expresen en porcentajes apreciables, cuando no tengamos recursos potenciales para desarrollo industrial y diversificación productiva, o recursos genéticos a los cuales recurrir.
A la gente no le gusta vivir en la ilegalidad y es cierto que el negocio es muy lucrativo para unos pocos, pero es muy riesgoso para todos los demás que dependen de él. No hay que encontrar un cultivo más rentable que la coca o la amapola. Hay que encontrar una opción productiva tan rentable como esos cultivos de uso ilícito. En ese propósito deberían colaborar los gobiernos y organizaciones internacionales y no solamente en solicitar reducciones en área a costa del futuro y el patrimonio de otros pueblos.
¿Será que la solución está en buscar formas de aprovechamiento sostenible, con base científica, de la biodiversidad, con el compromiso del Gobierno de buscarles mercado en el exterior? A los dueños del negocio hay que perseguirlos y encarcelarlos. Al resto, al pueblo, que es solo víctima de la falta de oportunidades en un país que siempre ha tenido más territorio que Estado, hay que darle opciones. ¿Qué tal si la mano firme se usa también para sacar gente del fango de la desesperanza?