Colombia: el negocio del hambre

Idioma Español
País Colombia

"El panorama en Colombia 1989, según la FAO, el país se autoabastecía en un 90% en lo que se refiere a alimentos de la canasta familiar. En 2008 importa más del 90% del maíz que consume, 57% de sus necesidades de arroz, 44% de fríjoles"

Cuando llegaron los europeos a tierras americanas, todo les pareció salvaje, inhóspito, vulgar, extravagante. Y punto aparte, la manera como se referían a la comida de los indígenas, pero por sobre todo la papa, llamadas “turmas” y las arepas de maíz.

Conociendo entonces los antecedentes del fastidio que sentía el europeo por estas dos comidas, no podía entender inicialmente, cómo en la actual Francia y Bélgica, pudieran existir grandes extensiones de tierras cultivadas precisamente con papa y maíz. La respuesta en relación con la papa tiene que ver con la extinción del mito según el cual, por ser tubérculo producía en el organismo enfermedades asociadas con fríos corporales. Es decir, durante mucho tiempo los europeos consideraron que la papa era una fuente de enfermedades. Superado el mito, los franceses y los belgas se convirtieron en los grandes consumidores de papa, ya no llamadas turmas, sino “patatas”, como se les conoce en toda Europa.

En relación con el maíz, la cuestión fue un poco más complicada, pues si bien es cierto que en Estados Unidos se cultiva en gran cantidad como materia prima para comida de cerdos, no existe esa tradición en Europa. Pero he aquí la respuesta: La decisión de las mayores economías, en 2006, de aumentar radicalmente la producción de carburantes de origen vegetal, produjo como efecto que cientos de miles de hectáreas que hasta entonces se destinaban a la producción de alimentos, se reenfocaran al cultivo del maíz para producir etanol.

Lo absurdo de estas medidas es que un año después, y en pleno boom del nuevo enfoque, el 25% de las cosechas norteamericanas de maíz, destinado a este fin, no logró producir más que un volumen de energía equivalente a tan sólo el 3% del consumo anual de gasolina en este país.

Y en la medida que se prenden las alarmas por el encarecimiento de los alimentos, la organización Grain publicó a principios de 2008 un informe sobre el negocio del hambre, donde señalaba las enormes ganancias que están haciendo las corporaciones multinacionales del sector alimentario con la escalada de hambre mundial: Cargill aumentó sus utilidades 86%, Bunge 77%, Archer Daniels Midland 67%.

El panorama en Colombia no es tan claro: en 1989, según la FAO, el país se autoabastecía en un 90% en lo que se refiere a alimentos de la canasta familiar. En 2008 importa más del 90% del maíz que consume, 57% de sus necesidades de arroz, 44% de fríjoles. Sin embargo el gobierno del doctor Uribe, fuerte promotor de los cultivos de palma africana a lo ancho y largo del país, declara a la prensa que esta crisis no tendrá ningún efecto para los consumidores, restándole toda importancia a las alarmas planetarias.

Pero como bien lo dice Angel Beccassino, los colombianos estamos padeciendo una rara enfermedad que se llama “unanimismo”.

La Tarde, Internet, 23-6-09

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