Colombia: cultivos ilegales y autoridades indígenas, por Alfredo Molano Bravo

La Corte Constitucional negó la tutela interpuesta por los pueblos indígenas de la Amazonia colombiana (Opiac), para que el Gobierno suspendiera las fumigaciones en sus resguardos. Pero al mismo tiempo abrió un boquete para impedirlas: consultar a las comunidades

Birry y Piñacué consideraron el fallo un avance de la democracia, pues significa un espaldarazo a las autoridades indígenas, a sus normas y valores. No obstante, la sentencia entraña grandes peligros. Hay que presumir que si la Opiac está en desacuerdo con la fumigación, las comunidades también, y la consulta pondría al Gobierno entre la espada gringa y la pared constitucional. A juzgar por los antecedentes, no es difícil saber qué camino se tomará. Ya la embajadora Patterson comenzó a brincar y el señor Londoño blande un perverso argumento: si no se fumiga, los resguardos se llenarán de coca y amapola. Más que un argumento es un chantaje. Olvida el Ministro que las comunidades indígenas han estado siempre de acuerdo con otras formas de erradicación y siempre dispuestas a llevarlas hasta el final si cuentan con el apoyo económico y el respaldo institucional. Los guambianos han erradicado a mano la amapola y si los paeces no lo han hecho es porque el Gobierno les salió calceto. Promesas, actas, programas y... ¡Pistola! La represión y la violencia son más baratas y más vistosas. Dividir las comunidades y sobornar a sus autoridades no son prácticas nuevas. Quizás el Gobierno intente hacer lo que buscaban hacer Uribe y Vélez para que la gente votara a favor del Referendo: comprarle el voto; o lo que hace el Ministerio de Defensa para comprar el apoyo a la Fuerza Pública: organizar la Red de Sapos. Corromper para gobernar. Queda la esperanza fundada en que los indígenas saben resistir las tentaciones del dinero y no ceden en sus principios.

Hay un efecto colateral aún más grave. Ya lo oiremos: comunidad cuya consulta sea adversa a la fumigación será considerada aliada al terrorismo. Lo dirán en Washington y en Bogotá; y nuestros embajadores en la UE y en América Latina. En la Amazonia, la siniestra identificación equivaldría a una luz verde para que los conocidos ?actores armados desconocidos? entren a saco en los resguardos y acaben hasta con el nido de la perra. Ya sucedió en Betoyes (Arauca) donde, afirma el Comité Regional Indígena de Arauca, fueron asesinados el 5 de mayo por supuestos paramilitares tres hombres ?y violaron a cuatro muchachas de 11, 12, 15 y 16 años. Esta última víctima estaba embarazada y la comunidad guahíba tuvo que ver horrorizada cómo los supuestos paramilitares le abrían el vientre a la muchacha, sacaban el feto, lo troceaban y lo lanzaban en una bolsa plástica al río junto a la madre?. El Tiempo informó que los ?combatientes (sic) conminaron a los indígenas a abandonar sus tierras. La ?orden? fue acatada de inmediato por los aborígenes, que empezaron a salir desde el 5 de mayo de las 800 hectáreas donde están asentadas las comunidades de Juliero, Velasquero y Parrero, en la parte alta de Betoyes?.

Si la fumigación ha logrado la descomposición y la huida de muchas comunidades, ¡cuál no será el efecto de la motosierra! Por persistentes que los indígenas sean, la sangre y el dolor pueden más que la tierra. Y, a la larga, ese es el efecto esperado: recuperar los territorios indígenas para el mercado de tierras. Los EE.UU. impusieron como condición para el TLC que México acabara con los ejidos y obligaron a modificar el artículo 27 de la Constitución, la gran herencia de Villa, Zapata y Cárdenas. En Colombia, el ALCA impondrá el fin de las figuras de Resguardo Indígena, Territorio Ancestral Negro y Reserva Campesina. Oiremos a los ilustres consejeros del Presidente: ?El 28% del país pertenece a una docena de indios. ¡Inadmisible! ¡Injusto! ¡Aberrante!?. Nunca dirán, claro está, ¡que el 60% de la tierra pertenece a menos del 1% de la población!

El Espectador, Colombia, 22-5-03

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