China: ecologistas critican la plantación masiva de árboles transgénicos
China inicia un programa piloto con álamos que frenan el avance del desierto. Un centenar de entidades piden una moratoria para nuevas plantaciones
China ha empezado a plantar a gran escala árboles modificados genéticamente para hacer frente al avance de las dunas en el desierto del Gobi, según explicaron ayer las asociaciones antitransgénicos presentes en la octava Conferencia de la ONU sobre Biodiversidad, que se celebra en Curitiba (Brasil). Anne Petermann, codirectora de Global Justice Ecology Project, pidió, en nombre de más de un centenar de entidades ecologistas e indigenistas, una moratoria para frenar estas variedades arbóreas que, según dijo, también se están desarrollando, aunque no se cultivan industrialmente, "en Estados Unidos, Chile, India, Brasil, Suráfrica, Indonesia y algunos países europeos".
Los árboles plantados en China, prosiguió Petermann, son álamos --más de un millón de pies-- que han sido modificados para resistir la arena, pero también están en la recámara de los laboratorios eucaliptos y liquidámbares concebidos para resistir el ataque de las plagas y pinos que generan más lignina, en ambos casos con el objetivo de acelerar el crecimiento y resistir temperaturas más frías. En cuanto a plantas transgénicas, hasta ahora sólo se conocían cultivos herbáceos, como el algodón, la soja, la colza y el maíz.
Campos de experimentación. Un informe de la FAO publicado el año pasado asumía que había 225 campos de experimentación al aire libre de árboles transgénicos en 16 países --incluida España y con un acusado dominio de EEUU
(75%)--, aunque en informes anteriores este organismo de la ONU consideraba los árboles transgénicos como una opción que debería tenerse en cuenta para, por ejemplo, fabricar biocombustibles y frenar la erosión del suelo.
Siempre según la denuncia de Global Justice Ecology Project, investigaciones realizadas por el Instituto Nanjing de Ciencia Ambiental confirman que ya ha habido contaminaciones en los cultivos contiguos de álamos tradicionales. Aunque no se coman, los supuestos efectos perniciosos son los mismos que se atribuyen a los cultivos herbáceos transgénicos, como el desarrollo de resistencias en la fauna y el menoscabo de la biodiversidad.
Además, las contaminaciones son más fáciles en el caso de los árboles, dijo Petermann. "Teniendo en cuenta que el polen viaja por cientos de kilómetros --insistió la activista antitransgénicos--, los países que tienen fronteras con los que desarrollan nuevas variedades deberían estar preocupados".
Las asociaciones contra los transgénicos consideran que la plantación de árboles modificados y los monocultivos de una misma especie no deberían ser herramientas para combatir el cambio climático. Según un estudio de la profesora Mae-Wan Ho, de la Open University, los árboles transgénicos de crecimiento rápido son menos efectivos que los tradicionales para retener carbono y, además, desertizan el suelo porque consumen más agua. Y también contribuyen a calentar el ambiente y tienen una longevidad menor, dice la investigadora.
En opinión de Petermann, uno de los graves problemas es que la tecnología de los transgénicos avanza más rápido que las legislaciones que los deben controlar: "Los países signatarios del Convenio de Biodiversidad --casi todos salvo EEUU-- deberían aplicar el principio de precaución y prohibirlos hasta determinar los daños que pueden causar en los ecosistemas".