Campaña ¿Quién debe a quién?, soberanía alimentaria y deuda ecológica
Campesinos, movimientos sociales, grupos ecologistas, de consumo crítico y ONGs internacionales se han unido en Europa en una red para oponerse al modelo de producción globalizado, debido a los daños que ocasiona a poblaciones locales y ecosistemas
El joven catalán Xavier García, integra una asociación de ONGs de desarrollo, ambientalistas y movimientos sociales de crítica y denuncia de la deuda externa, "la deuda ominosa", que se han puesto a trabajar en un nuevo concepto, "una nueva herramienta política: unir la idea de soberanía alimentaria con la idea de deuda ecológica".
"Para trabajar esto hemos escogido unos productos caso: las flores, en Colombia y Ecuador; la perca del Nilo; el azúcar en los países de África-Caribe-Pacífico; el salmón chileno; y la soja en Bolivia, Brasil y la Argentina", explicó a El Litoral en su visita a Santa Fe, adonde vino -dijo- "para conocer un poco el rostro de ese modelo sojero que estamos estudiando, estamos aprendiendo y denunciando como terrible, vinimos al corazón sojero argentino, al mar de soja", como denominó a nuestra provincia.
García viene de Bolivia, adonde fue por motivos similares, y ya en nuestro país, tomó contacto con el grupo Soberanía Alimentaria (integrado por el Cepronat, el Comité movilizador del Foro Social Mundial de Santa Fe, el Programa Argentina Sustentable y el Sindicato de Amas de Casa de Santa Fe) y con el Grupo de Reflexión Rural, ONG bonaerense, entre otras entidades. Su intención es conocer "experiencias de resistencia, de proposición, un poco la situación real de la zona y qué hay de verdad en ese oro verde que nos venden, en ese gran beneficio para la Argentina. Estamos viendo pues, procesos de desestructuración social, de degradación ambiental, pero también estamos viendo procesos de lucha, resistencia, gente que está soñando".
¿Quién debe a quién?
El movimiento de denuncia de la deuda ecológica al que pertenece es una red internacional que en Europa lleva adelante la campaña "¿Quién debe a quién?", denunciando "la perversión de que se habla de la deuda externa, pero sin embargo hay una deuda mucho mayor, si es que se puede cuantificar la vida, que es la ecológica", resaltó García.
Para esta corriente de opinión, "el problema es el modelo: es poner el recurso, la gente, todo al servicio de la producción de un producto y su exportación, para generar divisas, un producto que necesita nuestra agroindustria para seguir creciendo, para seguir devorando. Y las consecuencias son procesos de desestructuración de poblaciones locales, migraciones, contaminación. Es un seguir con la dependencia colonial, del centro y la periferia, siempre se está repitiendo lo mismo, ahora con mucho más fuerza. A estos productos caso los hemos escogido porque son símbolos".
En cuanto a la posible respuesta a ese modelo cuestionado, señaló que "no tenemos una alternativa universal, porque sería entrar otra vez en la lógica de que todo es igual, creemos en las alternativas que se puede dar la población local. Acá, en la Argentina, hay gente que está luchando por defender el cinturón hortícola, por parar la frontera sojera. Nosotros lo que podemos hacer en nuestro país es parar el motor de la soja. España es uno de los motores de esta demanda de soja, la agroindustria española, la producción intensiva en `fábricas' de cerdos, de pollos, la futura comida chatarra, pues la soja se usa en balanceados para alimentar a estos animales. Y Cataluña es el principal importador de soja de España".
El campesinado en extinción
García también apuntó a un proceso que está afectando a los campesinos de su país de manera similar a como se ven afectadas las poblaciones rurales de los países más pobres o en vías de desarrollo: "Se han extinguido o están a punto de extinguirse", dijo. "En España, el 2 % de la población activa es campesina, y ese 2 % cuenta en la agroindustria. Campesinos propiamente dichos prácticamente no quedan, y eso es porque ha habido una política de exterminio, la política agraria comunitaria tan famosa, que ha apartado a los campesinos, se inclinó por la gran empresa, por el acopio de recursos, por mercantilizar la agricultura y la alimentación. A nivel internacional, trae como consecuencia el famoso dumping, exportar a bajo costo; pero también ha tenido consecuencias locales: la pérdida de campesinado, equivalente a pérdida de ecosistemas agrarios, pérdida de agroculturas, de maneras de entender la vida, de relacionarse con el territorio, desarraigo, pobreza. Están apareciendo villas miserias en las grandes ciudades europeas", comentó.
Los campesinos organizados que se han propuesto resistir a este modelo, se han unido a grupos ecologistas sociales, de consumo crítico, ONGs internacionales que consideran que "para hacer una transformación global hay que hacer primero una transformación local". García trabaja justamente en una red que "está denunciando esta situación y está proponiendo cambios en los modelos políticos, pensando más en arraigar la gente en el territorio y también cambios en las prácticas cotidianas, se está trabajando mucho en la relación directa productor-consumidor, persiguiendo las grandes cadenas de distribución. Se está incluso empezando a hablar de reforma agraria en Europa", concluyó.