Bolivia no lleva propuestas para Río+20
Ni siquiera insertó el término Madre Tierra en el documento oficial que el planeta discutirá en Río de Janeiro en julio próximo.
El Gobierno boliviano se marginó totalmente de la próxima Conferencia Mundial sobre la preservación del planeta tierra, denominada Río +20 que se realizará en julio próximo, al extremo de que el documento oficial que discutirán delegados y gobiernos ni siquiera incluye el término Madre Tierra, acuñado y promovido por la administración del presidente Evo Morales.
La denuncia la hizo a OPINIÓN el exembajador del gobierno de Morales, ante las Naciones Unidas, Pablo Solón, quien también fue parte del equipo y proceso de negociación de Bolivia en las anteriores Cumbres sobre Cambio Climático, tanto en Durban (2011) como en Cancún (2010).
El exembajador calificó esta situación de “preocupante” para Bolivia, ya que existe un documento consolidado de todas las propuestas que hicieron llegar los países y grupos negociadores que asistirán a la Cumbre y que se constituirá en la Declaración de Río. El límite para la presentación de propuestas venció el 29 de febrero y el país no presentó ninguna.
El documento presentado por países y grupos negociadores, según explicó Pablo Solón, no incluye ninguna de las posiciones que se discutieron en la Conferencia Mundial de los Pueblos y Derechos de la Madre Tierra realizada en Tiquipaya (2010). Lamentablemente, dijo Solón, no es que no se haya recogido la posición boliviana, sino que el país no la presentó.
El exembajador Solón afirmó que el actual negociador para Río +20, René Orellana, trató de justificar la ausencia boliviana señalando que la estrategia será presentar la propuesta en el G77 + China (grupo de países en vías de desarrollo). Solón aseguró, sin embargo, que bajo el nombre de G77 tampoco se podía encontrar las propuestas de Bolivia, “al extremo de que ni siquiera la palabra Madre Tierra figura en el documento consolidado”.
Los países industrializados llevan la delantera.-
En Río +20, al parecer, no se debatirá sobre los derechos de la naturaleza sino cómo mercantilizarla.
Según explicó Solón, los países más industrializados del norte presentarán la propuesta de la “economía verde” que si bien es un término “naif” y aparentemente inocuo, es en realidad una serie de mecanismos para llevar adelante procesos de mercantilización de las funciones de la naturaleza. Es esa propuesta que los países industrializados pretenden que se apruebe en Río + 20.
“Lo vemos en la propuesta consolidada que está en mesa, hay una clara propuesta de los países industrializados, la solución es más capitalismo, un capitalismo ‘verde’ que incorpore a la naturaleza”, advierte el exembajador.
Y la respuesta, agrega, es solamente defensiva. Los países en vías de desarrollo aglutinados en el G77 + China, tienen en su propuesta defensiva el lenguaje acordado en el marco de Naciones Unidas: derecho al desarrollo, soberanía, no intervención en asuntos internos, derecho al agua, todos de importancia “pero no hay una nueva propuesta para decir queremos esto o proponemos esta otra visión”.
La propuesta redondeada y que será defendida por los países industrializados parte de la afirmación de que hay un desequilibrio con la naturaleza debido a que ésta no se ha incorporado como parte del capital. “Proponen que haya un capitalismo tridimensional, que tenga un soporte físico (maquinarias, insumos), un soporte humano (los trabajadores) y una tercera que sea la naturaleza, y solo en la medida en que se incorpore la naturaleza a los procesos de mercado –como objeto material y como procesos y funciones que cumple- se podrá preservar ese equilibrio porque tendrá un precio”, explicó Solón.
Antes, agrega Solón, hubo procesos de mercantilización de la naturaleza, por ejemplo los árboles, madre, de plantas, “pero nunca antes hasta ahora hubo un proceso de mercantilización de las funciones”. En otras palabras, ya no se trata de la madera del árbol, sino de la capacidad de absorción de gases de efecto invernadero del bosque.
Perdimos la oportunidad.-
Sin una propuesta alternativa, que Bolivia tuvo la oportunidad de presentar hasta el 29 de febrero y no lo hizo, el resultado de la conferencia no es el más esperanzador.
Previa a la reunión de julio, los movimientos sociales se reunirán en mayo para debatir qué se hace, pero Solón advierte que sin una propuesta alternativa, se puede prever el resultado de las negociaciones.
El gran error, según Pablo Solón, es haber tratado a la naturaleza como un objeto y ponerle precio a todo, cuando lo sensato es respetar las leyes intrínsecas de la naturaleza, sus ciclos vitales y reconocer que los seres humanos son parte de esa naturaleza, y no está por encima de ella.
Por su parte, el mercado capitalista debe reconocer que la actividad económica tiene límites, uno de ellos es cuando se empieza a afectar los ciclos vitales y la capacidad regenerativa del planeta.
La visión trabajada en Tiquipaya –reconocer que se vive en un sistema interdependiente- está ausente del documento de Río + 20. Pese a que el negociador boliviano señaló que se iba a incluir este fin de mes en la ronda que se inicia en Nueva York, esa posibilidad es muy remota o inexistente, según Solón. Bolivia perdió su oportunidad.
Datos.
Dióxido de carbono
El negocio “verde” tiene además una cadena de intermediación. El costo de una tonelada de dióxido de carbono depende de la demanda. Si ésta es mucha el valor de la tonelada puede ser de 40 a 50 dólares americanos. En algún momento la tonelada se cotizaba a 30 dólares, pero hoy está entre tres y siete dólares, según explicación del exembajador ante la ONU, Pablo Solón.
Fracaso
La baja de estos precios obedece al fracaso de la Cumbre de Durban (Sudáfrica 2011), en la que los compromisos de reducción son tan bajos que las empresas de los países industrializados no están ni presionadas ni obligadas a efectuar grandes reducciones.
Mecanismo ficticio
Así, resulta en un negocio ficticio. Si en un mercado de maderas se produce mesas o escritorios, en el caso de los certificados de emisiones no se produce nada, el bosque siempre ha absorbido dióxido de carbono.
Lógica perversa vs realidad
Entrar a una “economía verde” no garantiza recursos para una gestión integral del bosque, por ejemplo. El exembajador de Bolivia ante la ONU, Pablo Solón explica que con el mecanismo de los certificados de emisión, generaría recursos de acuerdo al costo de la tonelada de dióxido de carbono, sin embargo lo que realmente llegaría a la comunidad o país no supe-raría el 25 por ciento del total, “tres cuartas partes de ese dinero se van al sistema de intermediarios”.
Una opción real, planteada originalmente hasta el año pasado, es lograr recursos reales que provengan no de un mecanismo de mercado sino de un impuesto a las transacciones financieras internacionales, afirma Solón.
El exembajador hace referencia a un estudio de la CEPAL, que señala que de aplicarse un impuesto del 0.05 por ciento podría recabarse 680 billones de dólares, mientras que el mecanismo de mercantilización de los bosques, a través de su capacidad de absorción de dióxido de carbono, solo lograría 10 billones de dólares.
El negocio de la economía verde
La llamada –economía verde- que impulsan los países desarrollados y las propias Naciones Unidas y que constituye la propuesta central de la Conferencia de Río +20 de julio próximo, propone poner un precio a la capacidad de absorción de dióxido de carbono de los bosques y venderlo a las industrias que contaminan, y pagar para que no se deforeste, en lugar de pagar para que se preserve.
Según la explicación de Pablo Solón, exembajador del actual Gobierno ante las Naciones Unidas, es un mecanismo perverso la reducción de emisiones por la deforestación. “No es el pago por la conservación del bosque”.
Negocio ficticio, le llama Solón, porque no se produce nada. El bosque siempre ha estado absorbiendo el dióxido de carbono, de lo que se trata, agrega, es de introducir el tema a un sistema financiero que generará una gran ganancia pero al mismo tiempo especulación, por lo que será insostenible en el tiempo.
Para explicar esto de la economía verde, el exembajador al afirmar que se trata de otra lógica, ejemplifica que una empresa en el norte para disminuir sus emisiones de dióxido de carbono tiene que bajar mil toneladas. Tendría dos opciones. Una, cambiar maquinaria, chimeneas, etc., o, la otra, comprar certificados de reducción de emisiones de un bosque en algún país del sur. Así, la empresa podría asegurar que hizo la reducción de emisiones porque compró los certificados de determinado bosque.
Pero la empresa hará un cálculo de beneficio, prosigue explicando. Si para bajar mil toneladas debe invertir una cantidad que resulte mayor al costo de comprar los certificados, seguramente optará por comprarlos y podrá seguir contaminando el medio ambiente.
En última instancia, dice Solón, los certificados de reducción de emisiones se convierten en un permiso de contaminación para la empresa del país industrializado.