Bolivia: debate sobre los transgénicos

Idioma Español
País Bolivia

Los transgénicos generan dependencia de los proveedores, que son grandes transnacionales. Ésa parece ser una conclusión sin apelaciones; pero en lo que respecta al tema en sí hay verdades a medias y una amnesia peligrosa

En la década del 60, cuando todavía gobernaba el MNR, hubo una plaga que asoló nuestra siembra de maíz, porque las plantas ya no dieron dos o tres mazorcas de tamaño apreciable sino nueve o 10 mazorquitas de sabor ácido que hasta el ganado rechazaba.

Se pidió ayuda internacional y nos llegó de México la variedad de semilla Rocamex, que se sembró a discreción aunque era transgénica. En 1983 hubo una sequía tan grave que los campesinos se comieron las semillas de papa y poblaron las ciudades con gente venida del Norte de Potosí, hoy tan común en nuestras calles. Se importó semilla de papa holandesa y también nos donaron de otras fuentes para superar la crisis, y todas esas semillas eran transgénicas. Hoy encontrar papa runa o imilla originaria y orgánica es una hazaña muy cara; en cambio, abunda la papa holandesa, que para nuestro gusto es inferior y es transgénica.

Un viejo agrónomo me dice que el hombre es un manipulador genético desde hace milenios. Gracias a ello tenemos el maíz, pues en su versión silvestre sólo tiene un penacho y no da mazorca; y tenemos papa, que es una variedad de tomate (una solanácea) a la cual se le han atrofiado los frutos (unos tomatitos visibles) para desarrollar unos tumores o tubérculos, que concentran poder alimenticio.

Un amigo que ha soportado los rigores de la agricultura desde hace décadas dice que el amor y el respeto por la naturaleza son construcciones mentales de gente de la ciudad, que nunca ha vivido en el campo, porque los campesinos temen a la naturaleza, temen sus rigores inexplicables. Ellos siembran y no saben si lloverá mucho o habrá sequía, si sus terrenos se inundarán o les afectará la helada o el granizo; si no sobrevendrá alguna plaga que diezme la cosecha o una epidemia que afecte al ganado; en casos extremos, si no habrá tsunami o terremoto o algún desastre natural mayor y totalmente imprevisible. En esas condiciones, resulta que vivimos con el mismo temor que nuestros abuelos del Neolítico por los riesgos que corrían frente a una flora, una fauna y un reino mineral amenazante y desconocido. Lo curioso es que hoy los ritmos secretos de la naturaleza son quizá tan desconocidos como en aquel entonces.

Hoy es un lugar común decir que todas las civilizaciones se basaron en el cultivo de algún cereal: trigo, maíz, arroz o mijo, y todos estos se basaron en manipulaciones genéticas. Uno de los problemas actuales radica en la ambición capitalista, que no ve a los cereales como alimentos sino como fuente de ganancia, ya sea por dependencia de la semilla y los fertilizantes transgénicos, ya por ser inversiones destinadas a la producción cárnica o a la de biocombustibles, es decir, a la especulación con las ganancias provenientes de cosechas compradas con anticipación.

Un tema que nos atañe, por ejemplo, es el mejoramiento genético y agronómico del cultivo de maíz. En México, la tecnología alimentaria más importante es la nixtamalización del maíz, es decir, el pelado y la conversión del maíz en tortilla; pues bien, ante el déficit de maíz y la creciente importación, ahora se estudia la adición de papa en la tortilla, que alterará su gusto característico y la preferencia de los mexicanos.

La conclusión de los expertos es inquietante: el maíz como lo conocemos ahora es un invento humano. Esas son cuestiones que no conocemos sobre los transgénicos.

Los Tiempos, Bolivia, 13-7-11

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