Atrocidades contra los derechos humanos en Honduras
"A través de medios alternativos fue posible juntar declaraciones que muestran la ferocidad del régimen. Fueron pronunciadas por personalidades conocidas en Honduras y, sin embargo, no tienen lugar en los grandes medios de ese país"
“Me dijeron: ¿te duele, perro? ¡Gritá, perro!” “En una bartolina (calabozo) de nueve metros cuadrados había más de treinta compañeros presos, completamente doloridos por la golpiza recibida.” “Veníamos caminando por la carretera, y allí tomamos un desvío para burlar un retén, porque estaban delante, y comenzaron a disparar.” “Le han quitado la vida y ni siquiera nos dejan velarlo en paz.” “Nunca en la historia de Honduras se ha visto a la policía reprimir públicamente de esta manera.”
La mayoría de esas declaraciones fueron pronunciadas por personalidades conocidas en Honduras y, sin embargo, no tienen lugar en los grandes medios hondureños, asociados a empresarios y partidos tradicionales que impulsaron este golpe encarnizado. Para saber qué dicen los reprimidos hay que buscar por otro lado: sitios de información alternativa, blogs, entidades de derechos humanos. Esas parecen ser las vías para anoticiarse de la ferocidad del régimen que encabeza Roberto Micheletti para con quienes reclaman la restitución del presidente Manuel Zelaya.
El primero de los testimonios es parte de una serie recogida en Defensores en Linea, manifestantes detenidos y reprimidos el jueves 30, el día que el profesor Roger Vallejos recibió el tiro que lo llevaría a la muerte horas después. La violencia policial recrudeció en las tomas de rutas en Tegucigalpa y Comayagua. “Cuando estábamos tendidos en el suelo, boca abajo, nos empezaron a insultar: al que medio levantaba la cabeza le daban un toletazo –contó el maestro Francis Alvarez–. Si alguien se daba vuelta para ver le daban con las botas en la cara. A las mujeres les decían que eran perras que deberían de estar en la casa atendiendo al marido y con los toletes les hurgaban las partes íntimas. Nos decían que ellos mandaban y que si nos volvían a ver en las calles nos iban a matar a todos.” El dirigente Juan Barahona se comunicó desde la cárcel con Radio Liberada: “Somos 75 y estamos detenidos en la posta del barrio Belén, en Tegucigalpa: la mayoría estamos golpeados, heridos, con hematomas en la cara y los ojos, con marcas de garrotazos en la espalda. La policía nos trata como a animales”. Al dirigente Carlos Reyes, avisó, le fracturaron un brazo y lo llevaron al hospital.
Roger Vallejos agonizó 36 horas: un balazo en la cabeza en medio de una manifestación reprimida en el Mercado del Mayoreo. Los familiares denunciaron que fueron hostigados mientras estuvo internado –los desalojaron del hospital– y también luego, durante el velorio. “Le quitaron la vida y ni siquiera podemos velarlo en paz –dijo Salomón, su hermano, a Radio Globo–. Que dejen de enviarnos la policía para agredir, se han ensañado.” “¿Tiene temor?”, le preguntaron. “Y claro, quién no va a tenerlo, cuando ves pasar a una patrulla con los fusiles apuntándonos. Queremos velar a nuestro pariente en tranquilidad, porque no es justo que vengan a amenazar y provocar. Es un hecho cobarde.” Había razones para temer: el domingo a la madrugada fue asesinado otro docente, Martín Rivera. Había ido al velorio de Vallejo y apareció, como Pedro Magdiel Muñoz en El Paraíso, con decenas de puñaladas. La policía informó que detuvo a un adolescente, pero Bertha Oliva, de Cofadeh, asegura que se trata de un modus operandi que instrumentaron los escuadrones de la muerte ya en los ’80: “Comenzaron con asesinatos de cuadros de base a cuchilladas para hacerlos pasar como obra de la delincuencia común”, declaró en el sepelio. “Sabemos que la saña con que los mataron es un mensaje para que el resto de la población se atemorice”, dijo. El lunes el ejército asesinó a otro campesino en un retén militar.
El sindicalista Eliseo Hernández publicó en el sitio Honduras Laboral un relato de la represión en la ruta interamericana. “A la una de la tarde llegó un contingente de unos 400 militares y 200 policías que nos emboscaron; de inmediato procedieron a lanzarnos granadas lacrimógenas, a golpearnos a punta de toletazos y a dispararnos con la idea de matarnos, por lo cual no nos quedó más alternativa que huir por los montes y montañas. Yo me pregunto: si ya nos habían desalojado de manera brutal y salvaje, ¿por qué perseguirnos durante varios kilómetros hasta alcanzar a muchos compañeros y compañeras, y ya en el suelo, completamente indefensos e impotentes, proceder a golpearlos, patearlos, insultarlos y torturarlos sin importarles sus súplicas y ruegos, para después apresarlos de una manera brutal y humillante?”. Hernández dio cuenta de los presos hacinados en una celda: “La policía les tiraba cápsulas que al hacer contacto con la humedad del suelo de la bartolina emanaban fuerte olor a gas mostaza, lo cual se convertía en una cruel tortura, pues la asfixia era casi total”. El episodio fue narrado también por Bertha Oliva.
El veterano líder indígena Salvador Zúñiga relató al sitio nicaragüense Tortilla con Sal los padecimientos del grupo de 300 manifestantes que se trasladaron desde Tegucigalpa hacia la frontera para reunirse con Zelaya. “Hay una guerra contra un pueblo desarmado que lo único que hace es reclamar que se reinstale al presidente al que votamos para que gobierne cuatro años”, graficó. “Llegaron a encarcelar diariamente hasta 300 personas –dijo–. En El Paraíso ya no cabían en la bartolina de la policía y llevaron a la gente al estadio.” A la salida de la capital les quitaron los colectivos y siguieron a pie; luego de eludir varios retenes tuvieron que largarse a la montaña, porque empezaron a dispararles. Al llegar a los pueblos los delataban y tenían que seguir huyendo. El ejército los cercó cerca de la frontera, los detuvo, los golpeó y después, hacinados, los remitió en furgones a Tegucigalpa y San Pedro Sula. Solo 40 consiguieron pasar a Nicaragua. “La gente está con miedo: es una situación difícil –explicó–. Cuando va a las manifestaciones está activa. Pero cuando ya está sola entra en una situación de pánico.”
En el sitio Honduras resiste ( Honduras Resiste y Vence), uno de los más activos en la difusión de denuncias, se reproduce una entrevista que Radio Progreso le hizo al padre Fausto Milla, un militante de los derechos humanos que trabaja con los indígenas, que fue detenido por los escuadrones de la muerte en los ‘80 y que hoy está a resguardo. “Viví estas situaciones durante doce años, esperaba la muerte en cualquier momento –evocó–. Hace unos días fueron a buscarme a la radio en la que estoy, disimuladamente. Yo no tengo temor pero trato de cuidarme, también, lo razonable. Aunque no sé cuánto aguantaré encerrado, porque no puedo seguir viendo cómo corre la sangre. Yo creo que en la historia de Honduras nunca se ha visto una represión así, en una forma tan pública, tan a la vista de todos.” Milla considera que, de seguir la situación, “la indignación del pueblo se va a desbordar, probablemente en forma desordenada”. “Porque es imposible seguir aguantando esto –señaló–. A veces ni agua dejan pasar a los heridos en la cárcel. Violar los derechos humanos fundamentales para estos grupos, con Billy Joya al frente, es un oficio. Por eso toman con naturalidad y no les importa nada que el mundo entero los esté llamando criminales y bestias. Pero el pueblo se ha levantado, se ha indignado, y está decidido ahora a seguir luchando por la libertad pacíficamente, hasta donde llegue el límite.”
“El sector golpista no se esperaba que la gente haya perdido el miedo y esté preparada para decir los nombres y los apellidos de los que están detrás de este proyecto oprobioso de hostigamiento, persecución y muerte”, señaló Oliva, y aseveró que la Cofadeh contabilizó 2702 detenciones ilegales, gran cantidad de amenazas de muerte directas y nueve asesinatos, “algunos de ellos cometidos por militares disfrazados de civil”. “Los golpistas son pocos, pero es mucho el dinero que manejan, y los medios de comunicación son de ellos –señaló Milla–. Envenenan a la gente y la llenan de odio.”