Argentina: los antisojeros tuvieron su protagonismo
En paralelo al tercer congreso Mercosoja 2006, investigadores, ecologistas, vecinos autoconvocados, movimientos campesinos y artistas realizaron un encuentro contra el modelo sojero, la economía de monocultivo exportadora y los agronegocios, en el centro cultural La Toma
El evento pretendió mostrar las consecuencias de la implementación, extensión e intensificación del monocultivo agroindustrial de la soja transgénica. Se hizo hincapié en la destrucción de la tierra fértil, el desmonte de los bosques nativos, la contaminación de la tierra y el agua con agrotóxicos, las fumigaciones de los campos con glifosato y la pérdida de la biodiversidad sumado al desalojo de miles de campesinos agricultores, la pobreza, la malnutrición y la pérdida de la soberanía alimentaria.
"Hay una relación estrecha entre el boom sojero y el hambre en Argentina", sostuvo la docente de Veterinarias Claudia Nigro y agregó: "De granero del mundo, nuestro país se convirtió en productor de forrajes destinados a la exportación y no para terminar con la pobreza." Según indicó, se producen 3.500 kilos de alimento por habitante por año pero los pobres no tienen acceso a la compra de los mismos.
La investigadora dijo que "se impuso" un modelo tecnológico con una forma de labranza aparentemente conservacionista (la siembra directa) y la utilización de una semilla transgénica modificada genéticamente para poder resistir la acción de los agroquímicos. Explicó que este tipo de siembra produce desertificación, erosión y devastación del suelo por la no rotulación, lo que provoca una compactación impidiendo la infiltración de agua y produciendo el "efecto maceta".
Robo al suelo
"El monocultivo le roba al suelo más de mil millones de dólares anuales en agua, nutrientes y fertilidad, que desembocará en una gradual salinización de las tierras, por lo que estamos frente a una producción industrial de extracción minera", expresó la médica veterinaria.
A esto agregó que el modelo sojero le está ganando terreno a otros cultivos que formaban parte de la biodiversidad, como el arroz, maíz, girasol, trigo y algodón. Y como ejemplo citó que hace diez años había un millón de hectáreas de algodón y hoy hay solo 400.000. En cuanto a la cebada forrajera, de las 200.000 hectáreas cultivadas en el 96, se pasó a las 2.600 en la actualidad. Y lo mismo ocurre con el centeno: de 670.000 se redujo a 30.000 hectáreas.
Los datos dan cuenta de que la ganadería también fue perdiendo tierras: hace siete años ya había caído la producción lechera un 20% y de los 400 tambos que existían, hoy quedan unos pocos. De acuerdo a la investigación expuesta por Nigro, los pequeños y medianos productores fueron los más afectados en el cambio del sistema ya que no se pudieron reconvertir a un modelo industrial de gran escala.
Como cada 500 hectáreas de soja se necesita un sólo empleado, "esta agricultura sin agricultores expulsa a la gente del campo que pasa a engordar los cordones de pobreza en las grandes ciudades", dijo la docente.
Otra consecuencia que se mostró fue la desterritorialización de un país que tiene 18 millones de hectáreas en manos de extranjeros y el resto repartido en unas pocas manos. Las 35.750.000 hectáreas sembradas posicionan a Argentina entre los diez países con más hectáreas cubiertas por cultivos agrícolas. En cuanto a la superficie per cápita, se ubica en el tercer lugar en el mundo con 1,12 hectáreas sembradas por habitante y en relación al agua que aporta a esos cultivos, en el décimo quinto lugar.
Y para dar cuenta del boom sojero, los números son elocuentes: en la década del 70 había 38.000 hectáreas dedicadas al cultivo de soja, mientras que en la última campaña se llegó a los 15 millones. El problema, según Nigro, reside en que este fenómeno no está basado en el aumento del rinde del cultivo sino que se muestra exitoso con la incorporación de nuevas tierras al sistema. "La frontera avanza para lograr una producción de casi 50 millones de toneladas de este grano", expresó.
Herbicidas peligrosos
Del estudio realizado por investigadores de Ciencias Veterinarias se desprende que la utilización sostenida durante un largo período de los herbicidas, provoca cambios muy profundos en la microflora y la microfauna.
Se matan una cierta variedad de hongos benéficos para la tierra que la ayudan en la mineralización y proliferan otra clase de hongos que producen micotoxinas. Más de 100 muestras tomadas en el sur de la provincia, detectaron la presencia de al menos una micotoxina en todos los casos y en el 80% se detectaron cuatro. Esas muestras fueron tomadas de granos que iban a ser utilizados para la producción de alimento balanceado para aves de corral.
Como los humanos ingieren productos derivados de las aves como los huevos y la carne, también están consumiendo estas micotoxinas que permanecen intactas y son termoestables. "El glifosato no es un herbicida toxicológicamente benigno y se está poniendo en serio peligro el patrimonio natural de flora y fauna y la salud humana", sostuvo la investigadora.
El profesor de Ciencias Agrarias Javier Souza, que integra la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAPAL), indicó que en muchos campos se aplican cocktails de varios agroquímicos para poder avanzar sobre las malezas resistentes, lo que provoca la aparición de nuevos ecosistemas que se atacan con más herbicidas en un círculo vicioso.
Además, expresó que la acción sistémica de estos productos produce un efecto de quemado de los campos que quedan de color naranja. En Argentina, el 64% de los fitosanitarios que se venden corresponden nada más que a los herbicidas. Y si bien en la década del 90 se utilizaba un millón de litros, en la actualidad se liberan al aire 160 millones. A esto se suman las 600 toneladas anuales de envases vacíos.
Los resultados de una investigación realizada en la ciudad de Junín acerca de las estrategias de los productores ante la resistencia, indician que en un 60% los productores incrementan las dosis de herbicidas, un 15% utiliza otros herbicidas y un 25% ajusta el momento de aplicación, siendo el glifosato el más utilizado. Las pruebas de laboratorio, según expuso Souza, demostraron que el glifosato puede causar daños pulmonares, irritación en la piel, el tejido nasal y la traquea, hinchazón de ojos, manos, boca, excemas en la manos, fatiga y pérdida de fertilidad en hombres.