Argentina: acto contra la minería. El atraso del progreso
Comunidades de todo el país a través de sus asambleas de vecinos se manifestaron en el Congreso contra la explotación minera actual, que contamina y aniquila a la Naturaleza y a los esquemas productivos de las provincias, y produce niveles crecientes de enfermedad y muerte
El discurso sobre el “progreso” que representa la minería no se sostiene. La presencia de vecinos de todo el país, y un dilema sobre cuál es el lugar de la democracia.
Doscientos metros de bandera celeste y blanca envolvieron el edificio del Congreso de la Nación. La sostenían centenas de personas que bajaron desde la cordillera a la ciudad de Buenos Aires para denunciar una política presentada como progreso económico pero que en verdad atenta contra la vida: la explotación minera contamina con cianuro, metales pesados y lluvia ácida a sus campos, a sus ríos y a sus cuerpos. Este martes, asambleístas de Catamarca, San Juan, Córdoba, La Rioja, Tucumán, Chubut, Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero y Sierra de la Ventana reclamaron una ley que prohíba la minería a cielo abierto y la derogación lisa y llana del Código Minero. Los manifestantes protestaron con igual intensidad contra las normas aprobadas durante el menemismo como contra la política del sector que impulsa el actual gobierno.
Marcha y asamblea
“Despierten diputados, despierten”, exigían los manifestantes acompañados por el penetrante sonido de un erque de cuatro metros de largo que asimilaba a la manifestación con un ritual sagrado. El cineasta Fernando Pino Solanas y la cantante Zuna Rocha encabezaban la marcha, convocada por los diputados Carlos Tinnirello (Redes), Fabiana Ríos (ARI) y Alejandro Sangenis (Movimiento Tres Banderas).
Un rato antes del banderazo, Cristian Cabrera, de la Comisión por los Derechos Humanos de Jujuy, invitaba a ingresar al auditorio ubicado en el subsuelo del edificio anexo del Congreso, donde se desarrolló una multitudinaria asamblea federal. “En mi provincia –dijo el jujeño- tenemos 17 emprendimientos mineros, que contaminan el agua y el aire. Las empresas vienen, explotan la montaña, se llevan metales valiosos, no dejan regalías ni trabajo, sólo contaminación”.
En el auditorio, una mesa hacía las veces de púlpito. Estaba cubierta por una bandera que clamaba: “Basta de saqueo y contaminación. Defendamos el agua. Defendamos la vida”. Frente a ella se sentaron miembros de comunidades originarias, peones de campo, productores y también personas vinculada a la actividad turística. Todos coincidían ante lavaca en ver como una amenaza para sus vidas y para el país a la actual explotación minera.
“Venimos en defensa de la ley provincial que, por fuerza del pueblo, prohibió la minería a cielo abierto. No queremos que trabajen con cianuro ni con ácido sulfúrico, que contaminan las cuencas hídricas y provocan lluvias ácidas que caen sobre nuestras tierras. La minería usaba en Mendoza un millón de litros de agua y nos quedábamos sin agua para nuestros cultivos”, explicaba Edgar Bulos, uno de los diez integrantes de la Multisectorial de General Alvear que llegaron a Buenos Aires. Llevaban una remera blanca estampada con letras azules que decía: “Sí al agua, sí a la vida”.
El silencio de los inocentes
Los mendocinos estaban especialmente preocupados: el viernes pasado, las empresas mineras que se vieron obligadas a suspender la explotación por la nueva ley, hicieron un reclamo judicial para que se dicte la inconstitucionalidad de la nueva norma. “Queremos que se conozca nuestra problemática en Buenos Aires, 15.000 vecinos de General Alvear salimos a las rutas y durante 15 días las cortamos. Acá nadie se enteró. Hay una política de silenciamiento y queremos avisarles que esto nos afecta a todos”.
Los números del veneno
Desde Catamarca llegaron 90 integrantes de la agrupación Belén resiste, una ONG que nació por la inquietud de un grupo de estudiantes de Derecho. “En nuestra provincia se encuentra el emprendimiento minero más importante de Sudamérica, Bajo La Alumbrera. Su método de lixiviación –la forma de separar el metal de la roca- es a través del cianuro. Ya contaminó el río Vis Vis y ni siquiera nos permiten acceder a él para tomar muestras y analizarla. Ahora, encima, está por empezar la explotación de Agua Rica, un emprendimiento aún más grande”, señalaba Franco Ontivero.
Tinnirello abrió el encuentro y recordó que la actual explotación es posible tanto por el paquete de medidas aprobadas para el sector en la década del 90 como por el Plan Nacional de Minería lanzado por Néstor Kirchner en 2004. “Desde entonces, se habla de 600 emprendimientos mineros para la Argentina” dijo, y enumeró:
> Sólo en San Juan hay 36 que están avanzados y 131 en fase de investigación. Es información oficial que, se sabe, no siempre es la real.
>> Hay 23 emprendimientos en Santa Cruz,
> 22 en Salta,
> 11 en Mendoza.
Tras esta descripción, el diputado de la Red de Encuentro Social acusó al gobernador de San Juan José Luis Gioja de ser el principal lobbista de las multinacionales mineras. “Èl y el secretario de Minería, Jorge Mayoral, nos quieren vender la idea del país minero: dicen que para que China sigua creciendo al 7 por ciento anual y Europa al 3, necesitan de nuestros minerales”.
A continuación Zuna Rocha les regaló a los fatigados viajeros La Maldición de Malinche, una chacarera del mexicano Gabino Palomares que recuerda el despojo que los europeos hicieron cuando conquistaron América. “Cuando no quede un árbol, cuando no quede un pájaro, cuando no quede un pez, recién entonces, el hombre entenderá que no podrá comerse su dinero”, recitó antes de cantar. La audiencia contemplaba el espectáculo con un potente silencio, ése que es tan característico del altiplano.
Además, subsidiadas
“La minería no deja nada al país –denunció con tono encendido Pino Solanas-. En teoría debería dejar el 3 por ciento en regalías. Pero con mucha suerte, apenas aportan el uno por ciento, porque pueden deducir de ellas todos los gastos de exploración. Además, todos estos valores se toman sobre las declaraciones que realizan las propias empresas, porque no existe ningún control público de las riquezas que se llevan del país. Aparte, no pagan ni el impuesto al combustible, ni el impuesto al cheque. El gobierno subsidia la actividad, un 2,5 por ciento en el noroeste y del 2 al 7 por ciento en la Patagonia. Con estos subsidios se pagan todos los salarios de los empleados de las mineras. Pobre San Juan, la exportación de tres de sus mineras equivale a cuatro veces su presupuesto. Y el Bajo La Alumbrera extrae 80 millones de litros de agua por día, es el agua que no tienen los agricultores.”
Lo que está creciendo
Desde Esquel se sumó Churi Boto, miembro de los autoconvocados por el No a la Mina, que quiso aportar esperanza a la convocatoria. “Tengo una inmensa alegría por ver como se nacionalizó este conflicto –señaló-. Hace cinco años éramos poquitos, a veces nos decíamos que teníamos todo en contra: el gobierno nacional, el provincial, el municipal, la Iglesia. Pero decidimos no mirar al que teníamos enfrente, sino mirar al que teníamos al lado nuestro. Hoy ya somos 14 provincias movilizadas contra la minería y cinco ya consiguieron leyes que la limitan. Esta es una pelea de David contra Goliat. Esquel pudo, si estamos juntos podremos todos”.
Enseguida subió al escenario Sergio Martínez de Andalgalá, Catamarca, y desplegó un mapa. Señaló Bajo La Alumbrera y el inminente emprendimiento de Agua Rica, separados por tan solo 17 kilómetros. “Ahora están realizando cateos en mi pueblo, nos están diciendo que nos vamos a tener que ir. Ya no sólo nos contaminan el medio ambiente, sino también la vida de nuestros poblados”.
El próximo orador habló pausado, casi sin modular, pero con mucha energía. Damián Flores llegó de la comunidad indígena Santa María, la única de todo el territorio argentino que tiene títulos de propiedad obtenidos en la época de la conquista. “No veo a los legisladores de Catamarca aquí y si no están, son parte de esto que destruyó y saquea a nuestros pueblos. La nación diaguita está siendo saqueada. Antes venían los tucumanos y los salteños a curarse a nuestras tierras, hoy los enfermos somos nosotros. Lo dicen los médicos, el 80 por ciento de nuestros chicos tienen problemas respiratorios”, denunció.
Desde Santiago del Estero llegó la diputada provincial Susana Elías quien habló junto a un representante ambientalista. “Como cortamos rutas dicen que somos extremistas –señaló-, pero si no cortamos los periodistas no nos abren las puertas. Nuestras termas de Río Hondo vendían buen clima y salud. Hoy están amenazadas por las minas a cielo abierto de Catamarca. Las termas van a desaparecer, el río no sólo ya no tiene peces sino que enferma.”
Viudas y prostíbulos
Una presencia llamativa era la del tucumano Juan Prado: la provincia más pequeña de la Argentina no tiene actividad minera. Sin embargo, el hombre estaba allí. “No es necesario tener minas para ser parte de este proceso. A nosotros nos llega la contaminación por el mineralducto, el electroducto y las plantas de secado. Hace doce años, las empresas entraron a la casa de los tucumanos de la mano de la Justicia para sacarnos y hacer los electroductos que necesitaban. Y no sólo eso, la Universidad de Tucumán participó del proyecto de La Alumbrera”, se indignó
Héctor Pituil era una de las presencias más pintorescas. Estaba cubierto de pies a cabeza por una bandera argentina: “El Famatina no se toca”, estaba escrito sobre ella. “Pobreza, viudas y prostíbulos. Eso genera la minería”, sintetizó.
Una de las que asía con más fuerza la bandera argentina gigantesca era Marina Martínez. Había llegado de Ongamira, un poblado que se encuentra a 110 kilómetros de Córdoba Capital y a 25 de Capilla del Monte. No hay Internet ni teléfono y viven apenas 40 personas que trabajan la tierra. Era una zona sagrada de los comechingones y dicen que es una gran reserva arqueológica y paleontológica. Nueve mil hectáreas ya fueron concedidas para la extracción de oro, plata, cobre, cinc y abesto. “No solo contaminarán varios ríos, sino también la Laguna de Mar Chiquito y Salinas Grande”, subrayaba Martínez que, junto a todos los manifestantes, comenzó otra vez a gritar. Ya no les exigían a los diputados que se despierten. La consigna había cambiado. Otra vez, por la avenida Rivadavia tronó la consigna “que se vayan todos”.
La sensación del observador era extraña en Congreso, en plena calle. ¿Dónde estaba ejerciéndose mejor la democracia en ese momento? ¿En la asamblea de esas comunidades, con sus temores, sus intercambios y sus esperanzas, o en los impenetrables despachos legislativos?