Argentina: Grandes “jugadores” de la producción agropecuaria
Los proveedores de semillas y agroquímicos juegan un rol preponderante en la cadena de la producción agrícola, y gracias a eso se apropian de una proporción importante de la renta generada. Por el rol que juegan como organizadoras del proceso técnico (y junto con las cerealeras que concentran la compra y exportación de los granos que tienen gran “poder de mercado” para establecer los precios) el INTI ha llegado a señalar que el “modo de producción agropecuario en la Argentina no difiere cualitativamente de la maquila mejicana”
El peso de las multinacionales en la producción agropecuaria
Nidera, Asociados Don Mario y Syngenta controlan el grueso de la producción de semilla de soja transgénica. Usan la licencia del propietario del los derechos sobre el gen RR otorgada por Monsanto, proveedor del glisofato, pesticida altamente tóxico. Agrium y Repsol concentran la producción de fertilizantes. Este paquete tecnológico (semilla modificada y el glisofato) permite la siembra directa -con reducidas labranzas- que es posible porque los yuyos que pueden amenazar la planta son eliminados con pesticida. Como esto implica un aumento sideral en los rendimientos, se impuso de manera imparable. Estas empresas se llevan en conjunto 15% del valor que obtienen los productores. En algunos casos, como en maíz o girasol este valor llega al 25%. Incluso Monsanto reclama que “pierde” una parte de su ganancia por el comercio de semilla no registrado. Por eso quiere imponer una regalía del 15% para toda la soja exportada por el país.
Los grandes capitalistas del “campo”
El boom del agro ha sido acompañado de una concentración creciente de la producción. Alrededor de 2.500 unidades producen el 60% de la soja. Si se le suma el resto de los granos, puede concluirse que cerca del 80% de la producción de cereales se concentra en menos de 5.000 unidades productivas. La escala mayor les permite ganancias diferenciales muy por encima del promedio. En las grandes explotaciones la rentabilidad por hectárea aumenta a por lo menos el doble (Ana Quagliani y Susana Zuliani, “El efecto retención en el sur de Santa Fe”, La Capital, Rosario, 18 de mayo de 2008). Pueden negociar obtener descuentos en los insumos (13%), lograr mejores condiciones con los exportadores, y gastar menos en salarios por hectárea (un 10% menos).
Dentro de las grandes explotaciones podemos definir a dos grupos. El primero es el de las empresas agropecuarias. Acá se mezclan los representantes de la vieja oligarquía, desde los Acevedo, Fortabat, a los que se suman los amigos del gobierno como los Werthein con Cresud, Eskenazi, y muchos otros. La SRA representa a los grandes propietarios y también a muchas sociedades de este sector. Su vicepresidente, Hugo Biolcatti, es uno de los empresarios con más cabezas de ganado en el país. También incluimos en este grupo a los grandes productores que han crecido al calor de la siembra directa, y hoy manejan grandes extensiones mediante la “agricultura de precisión”. Se trata de un tipo de agricultura gestionada con pocos trabajadores propios, alta tecnificación y utilizando trabajo de contratistas. El principal de los cuales es Grobocopatel, que con el grupo Los grobos explota 150.000 hectáreas, aunque sólo es propietario del 15.000 hectáreas. También está el caso de el magnate de las finanzas George Soros, que mediante la firma Adecoagro, ya controla 250.000 hectáreas en todo el MERCOSUR, y El tejar, que administra 120 mil hectáreas.
El segundo grupo protagonista del proceso de concentración de la producción son los llamados “pools de siembra”. Originalmente, los pools eran asociaciones entre productores, para comprar insumos y explotar en común una extensión mayor. Actualmente se trata de fondos de inversión en los que aquellos que los arman son ajenos a la producción agropecuaria. Se arman anualmente contratando ingenieros agrónomos, en campos arrendados y tercerizando todo el trabajo. Son una forma de colocación financiera anual que aprovecha la renta que viene creciendo año a año. Ya en 2002 controlaban 2 millones de hectáreas, habiendo cuadriplicado las 400.000 hectáreas de 1997.
Márgenes de beneficio récord
Como muestra el gráfico, incluso con los aumentos de retenciones, la rentabilidad se ubica en niveles altísimos. Variando según el rendimiento, los grandes productores de soja obtienen, después de gastos y retenciones, un margen de U$S 650 y U$S 850 por hectárea en cada cosecha. En este marco, con los arrendamientos rondando los U$S 500 por hectárea al año (según estima Enrique Martinez, presidente del INTI; ver “Tratando de entender. La cuestión agraria en la argentina de hoy”, 28/03/08, disponible en www.enriquemartinez.com.ar), para las grandes explotaciones el beneficio sería entre 150 y 350 dólares por hectárea. Según Martinez “Esto, medido en relación a los fondos erogados, significa entre 15% de ganancia en 6 meses y 70% en un año, según las situaciones”. Es de destacar que probablemente las retenciones golpeen poco los márgenes de los pools, ya que gran parte del mismo será transferido a los arrendatarios, mediante la caída en los arrendamientos.
Mientras tanto, los productores medios no la pasan nada mal. Aunque los exportadores y los proveedores se llevan una proporción mayor del valor que obtienen, sin embargo su nivel de rentabilidad ronda el 10% en caso que produzca en campos arrendados. Por eso continúa la presión por extender el negocio sojero, que ha redundado en un desplazamiento de productores familiares y/o campesinos que sembraban pocas hectáreas de frutas, legumbres, hortalizas, caña, algodón, tabaco, yerba mate. Este desplazamiento continúa en Chaco, Jujuy, Santiago del Estero. De esto, los “pequeños productores” en conflicto no dicen ni media palabra. Ninguno quiere sacar los pies del plato de este esquema que une a los productores, proveedores de semilla, grandes exportadoras y pequeños y medianos arrendatarios, ni el gobierno aspira a desmantelarlo, ya que le brinda el 13% de la recaudación fiscal.