América del Sur: el papel del monocultivo forestal
Las fábricas de celulosa (es decir, las papeleras) junto al monocultivo forestal están conformando una realidad geográfica que espanta a la sociedad civil por el curso y la magnitud de los acontecimientos. Brasil y Chile, con las élites más compactas y efectivas del Cono Sur, fueron precursores en esto como en otras cuestiones
Tampoco puede asombrarnos que esta violenta reorganización del territorio la hayan iniciado dictaduras militares.
En Brasil, las plantaciones comenzaron hace 40 años.
Ahora hay 5 millones de hectáreas ocupadas por cultivos destinados a la producción de celulosa. El gobierno de Lula se propone ampliar esta producción: de acá al 2012 tiene la meta de plantar otras 6 millones de hectáreas.
Hacia 1967 en el municipio de Aracruz, estado de Santo Espíritu, comienza la plantación masiva de eucaliptos con fines industriales. Aracruz Celulosa SA está constituida por el grupo noruego Lorentzen (28%), Votorantin Celulosa y Papel, de uno de los hombre más ricos de Brasil (28%), el Banco Safra, de capitales locales (28%) y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (12,5%). Se queda con tierras de los indígenas, de los quilombola (descendientes de aquellos africanos insumisos) y de los campesinos. A los medianos y grandes productores agropecuarios les hace ofertas que no podrán rechazar.
En 1972 ya expande sus actividades a otros dos municipios. En la actualidad tiene 245. 000 hectáreas de plantaciones en diferentes regiones: en Espirito Santo pero también en Bahía, Río Grande do Sul y Minas Gerais.
Sólo en la "república gaúcha" tiene 50.000 hectáreas de monocultivos pero, en alianza con Votorantin y Stora-Enso, la cifra asciende a 250.000 hectáreas.
Las fábricas de Aracruz producen dos millones y medio de toneladas de celulosa blanqueada. Eso le asigna el lugar del mayor productor mundial. ¿Principal cliente?: la firma Procter & Gamble, de Dusseldorf, fabricante del papel higiénico y las servilletas más exitosas del mercado europeo
En Chile, el monocultivo de árboles comienza con el golpe del 73. La Corporación Chilena de la Madera le presenta al capitán general un proyecto bien armado.
Así, en octubre de 1974 es sancionado el decreto 701, todavía vigente, de promoción forestal. El Estado subsidia en un 70% el costo de las plantaciones, que en determinadas regiones puede llegar al 90%. También se abrieron créditos especiales y exenciones tributarias.
Según un estudio del Movimiento Mundial por los Bosques, el mayor subsidio fue la licitación de tierras fiscales y fundos expropiados durante la reforma agraria. "A fines de 1974, la masa de plantaciones existentes en Chile era de 450.000 hectáreas (gran parte estatales). En 1994, en tanto, la superficie de plantaciones en el país cubría un área de 1.750.000 hectáreas (79% de las cuales corresponden a pino y el 14% a eucalipto), llegando a 2.100.000 en el 2002. Este gran aumento de la superficie de plantaciones forestales era incentivada para el desarrollo posterior de la industria de la madera y de la celulosa, a modo de agregar valor agregado a su producción". El 65% de las plantaciones de pino están en manos del complejo forestal-celulósico, mientras el 35% le queda a los medianos empresarios. Las dos grandes forestales chilenas (Mininco y Arauco) tienen más del 55% de la superficie plantada. Están en la trama de las dos familias más poderosas de Chile, dueñas también de las papeleras Celco en Valdivia y Alto Paraná en Argentina. El sector plantador tiene el propósito de alcanzar las 2.600.000 hectáreas en el 2010, construir tres megafábricas de celulosa con una inversión de 3.100 millones de dólares y elevar las exportaciones a 4.500 millones de dólares en el 2008 que serían el doble de las del 2002.
Parece un retorno del pasado. La inclinación por el monocultivo está en el código genético del capitalismo periférico. Y la fascinación por el sobreconsumo, una exigencia de la civilización contranatura primermundista.
Algunos datos: mientras en Finlandia el consumo de papel es de 352 kilos per cápita, en Uruguay es de 22 y en Argentina de 45. El agronegocio de las plantaciones en Uruguay comenzó en 1987 con la aprobación de una ley forestal que a través de subsidios y exoneraciones fue creando el mercado. Más aún: el Estado uruguayo se endeudó con el Banco Mundial y el BID (300 millones de dólares) para acondicionar las "rutas de la madera" a los vehículos pesados. (Como dijo el Grupo Guayubira: "Y luego nos llegó el corolario de estas plantaciones: las fábricas de celulosa").
Lo cierto es que las papeleras en cuestión tienen las mayores plantaciones del "paisito". Eufores, perteneciente a Ence (la cual a su vez pertenece al Banco Zaragozano, la Caixa de Galicia y Bankinter), inicio sus actividades en 1990, tiene unas 100.000 hectáreas de las cuales 80.000 son monocultivos. Mientras Cofosa (Compañía Forestal Oriental SA), que también comenzó en el 90, en un principio estaba conformada por Royal Dutch Shell (60%) y UPM-Kymene (39%). En el 2003, Shell vendió sus acciones a Metsa-Botnia. Tiene 100.000 hectáreas, de las cuales 60.000 son, como dicen ellos, "bosques de eucaliptos de buena calidad plantados en la pradera". Las que le siguen en importancia son firmas uruguayas: Cofusa comenzó en 1988 y tiene 50.000 hectáreas, de las cuales 25.000 están plantadas; Fymnsa empezó en 1976 y posee 13.000 hectáreas, 6.700 ocupadas con pinos. Las empresas aspiran a extender sus áreas de plantaciones y en el parlamento uruguayo se está discutiendo una reforma tributaria que exonera del pago de impuestos a las actividades vinculadas con el monocultivo.
¿Por qué el eucalipto? Después de todo, la celulosa es una fibra vegetal que representa el 50% de la constitución física del árbol. Todos la tienen y cualquiera podría ser utilizado para producir papel. Así es como las fibras de árboles representan más del 90% de la producción mundial de celulosa. Originado entre 35 y 50 millones de años atrás, el eucalipto tiene cualidades muy valoradas por la industria (aunque ya se está avanzando en el uso comercial de árboles transgénicos).
Crece más rápido y es más usable en el proceso fabril de separación de fibras. Para llegar a una tonelada de celulosa blanqueada se requieren de 120.000 litros de agua y más de 20 árboles. Claro, tiene algunos efectos colaterales: es el árbol que más agua consume. En su fase de crecimiento (los primeros diez años) absorbe 200 litros diarios, en cada hectárea de una plantación hay 1.000. Es decir, una hectárea consume 200.000 litros. Desde hace dos años, el Movimiento de Chacareros de Mercedes (en las proximidades de Fray Bentos) alertó sobre los efectos devastadores del modelo forestal. En aquel entonces había 60 familias sin agua, en el 2006 ya eran 150. En algunos lugares era necesario perforar 30 metros para encontrarla.
El diario local "Acción" dijo que "la falta de agua en las chacras no es cuento". Acompaña los cuestionamientos de la gente de la campaña. "Los propios productores apuntan a la masiva forestación de predios en la zona que rodearon las chacras y coincidentemente ha desaparecido o escasea en proporción directa al crecimiento de los montes implantados con eucaliptos". Como preguntó el Grupo Guayubira: "Cuánto vale una cañada seca?"