Alimentos transgénicos: una polémica presente y futura
Prensa
Ideal Digital, Internet, 15-11-02
Alimentos transgénicos: una polémica presente y futura
Por Francisco Casero Rodríguez (1)
Hace unos días aparecía en la prensa una noticia sobre un informe de la Organización Mundial de la Salud, donde se afirmaba que los alimentos transgénicos disponibles son inocuos para la salud, aunque se admitía un riesgo real de que éstos afecten al medio ambiente, ya que los genes introducidos pueden saltar a otros cultivos.
Los organismos genéticamente modificados (OGM) y los microorganismos genéticamente modificados (MGM), pueden ser definidos como organismos y microorganismos en los que su material genético (ADN), ha sido alterado de una forma que no concurre de manera natural. La tecnología utilizada recibe los nombres de «biotecnología moderna», «tecnología genética», «tecnología del ADN recombinante» o «ingeniería genética».
La capacidad de control y manipulación de los organismos vivos por el hombre se ha desarrollado de forma espectacular en los últimos 30 años. Desde que a principios de los años 70 se descubriera cómo cortar y pegar fragmentos de ADN, mediante utilización de las enzimas de restricción, la evolución de estos procesos ha sido constante y los resultados conseguidos rayan la ciencia ficción. El impacto económico de la ingeniería genética ha superado las previsiones más optimistas. De esta forma, si hace una década se preveía que el volumen de negocios de la biotecnología para el año 2000, iba a ser de aproximadamente 40.000 millones de dólares, la realidad ha desbordado esas expectativas, doblando la cifra de negocios esperada y superando los 80.000 millones de dólares. El cultivo de variedades transgénicas de plantas, como parte de la biotecnología, que se inició con la comercialización de un tomate de larga vida en los Estados Unidos de América en 1993 y que continúo más adelante con la soja resistente a herbicidas y el maíz y algodón resistentes a insectos, ha crecido en estos años de una manera espectacular.
A todo ello hay que añadir una preocupante alarma social por el impacto que supone la misma en la agricultura y la alimentación, por diversas causas, a saber: en primer lugar, existe la conciencia social de que transgénico es equivalente a vulneración de la ley natural; por otro lado, se intentan evitar los mismos por una eventual transgresión cultural-religiosa, pues algunos consumidores quieren saber si en su tomate existen genes de cerdo o rata; en tercer lugar se puede producir una indefensión ante los monopolios, pues la posibilidad de patentar tanto los procedimientos biotecnológicos industriales (aquellos que se basan en los cruzamientos y selección), como los organismos modificados de esta forma, crea muchos recelos; y en último lugar aparece un temor instintivo ante el sentimiento de riesgo, pues la biotecnología se ha vendido como una revolución y éstas implican cierta alarma ante lo nuevo o desconocido.
La normativa europea de agricultura y ganadería ecológicas, prohíbe expresamente el uso de organismos modificados genéticamente en el terreno alimentario. Efectivamente la agricultura y ganadería ecológica podemos definirlas como un sistema agrario cuyo objetivo fundamental es la obtención de alimentos de la máxima calidad respetando el Ambiente y conservando e incrementando la fertilidad de la tierra a medio y largo plazo, mediante una utilización óptima de los recursos naturales, sin el empleo de productos químicos de síntesis y manteniendo el bienestar animal. Y en su normativa comunitaria de referencia, se proscribe explícitamente los organismos modificados genéticamente.
No existe actualmente un sistema fiable que de garantía sin fisuras de trazabilidad y que permita evitar una eventual mezcla, no ya en origen, sino en transformación de productos ecológicos con otros modificados genéticamente, sobre todo en piensos. La pregunta es clave ¿cómo van a garantizar las Administraciones que no se mezclen organismos modificados genéticamente con los métodos de producción convencional y ecológicos? La posibilidad de contaminación es real y efectiva, ya que la normativa sobre organismos modificados genéticamente no tiene un concepto integral del riesgo, donde se regule la coexistencia de actividades agrícolas convencionales, biológicas o ecológicas y modificadas genéticamente.
El derecho subjetivo de cada habitante a un ambiente adecuado, consiste en que otros (individuos o cuerpos sociales) no lo alteren significativamente, en perjuicio de su salud (física, psíquica o social) o del equilibrio ecológico. Y ese derecho se encuentra absolutamente vulnerado con los organismos modificados genéticamente.
El siglo de la biotecnología en el que estamos entrando, nos va a tentar con alimentos transgénicos sobre los que, al menos, surgen dudas sobre sus probabilidades sobre el Ambiente y los ordenamientos jurídicos deben estar preparados para hacer frente a lo que se aproxima. Las directrices políticas de la Unión Europea están en la línea de apoyar la agricultura sostenible, dentro de la cual la agricultura ecológica es parte principal. La Administración debe entender que estamos ante un problema de vital importancia para el desarrollo de la agricultura y ganadería ecológica. Sólo con una adecuada política de prevención, se podrá hacer frente a lo que se nos avecina. Sólo esperemos que la Administración esté preparada para ello.
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