Alimentos transgénicos: ¿avance o peligro para la salud pública?

El consumo de productos manipulados puede incrementar el riesgo de contraer cáncer, advierten expertos

En Estados Unidos y Europa, los alimentos transgénicos son el centro de un debate que enfrenta a científicos, ambientalistas e industriales. Algunos alegan que no se ha evaluado su potencial efecto nocivo en los seres humanos; otros, que son el producto de meticulosas investigaciones dirigidas a beneficiar al consumidor. Nuestro país no es ajeno a esa polémica.
El debate se remonta a 1982. En ese año se realizaron las primeras pruebas para modificar genéticamente determinados productos vegetales de consumo humano.
Como ha ocurrido en casos similares, los nuevos cultivos motivaron la protesta de diversas organizaciones ecologistas y de defensa de los derechos del consumidor.
Pero, ¿qué son los alimentos transgénicos? Sus promotores explican que no son otra cosa que productos desarrollados en base a semillas que fueron modificadas genéticamente para hacerlas más resistentes a ciertas plagas, más productivas y, los productos, más presentables a los ojos del consumidor.
Bajo este sistema, en la actualidad tenemos que alimentos como el tomate, la soya el maíz y las papas, han sido mejorados mediante la inserción de bacterias y virus para hacerlos más resistentes a agentes nocivos.
La tecnología, al parecer, está puesta al servicio del hombre para elevar el nivel de productividad de las tierras de cultivo y la calidad de los frutos, pero sus detractores hacen severas advertencias sobre las consecuencias de ingerir productos manipulados genéticamente.
Al alegar que la manipulación de genes puede tener efectos negativos en la salud humana, las organizaciones ecologistas exigen a los organismos competentes el etiquetado de los productos que sean producto de esas semillas.
Sólo así la población podrá decidir si desea consumir alimentos transgénicos o si prefiere seguir consumiendo otro tipo de alimentos.

Estados Unidos
Pero, pese a la controversia originada por utilizar ese tipo de tecnología en la producción de cultivos para el consumo humano, el crecimiento de la industria transgénica no se ha detenido sino todo lo contrario: se multiplicó.
Sólo en Estados Unidos, en 1998, se cultivaron unas 20 millones de hectáreas de alimentos transgénicos.
De esa manera, ese país se convirtió en el principal productor de cultivos desarrollados con organismos genéticamente mejorados, debido a que la cifra de hectáreas que se cultivó en ese año fue de 28 millones en todo el mundo.
Adoptados mayoritariamente por los agricultores de Estados Unidos de Norteamérica, así como de China, Canadá y Argentina, entre otros países, estos alimentos inundaron el mercado sin poseer un respaldo científico adecuado que precise si son saludables o, por lo menos, inofensivos para la salud.
Por otro lado, algunos gobiernos, con la excepción de importantes países de Europa, están de acuerdo con la innovación tecnológica al considerarla como una solución para paliar el hambre en el mundo sin causar daños a los recursos naturales del planeta.
Por eso han aceptado las recomendaciones de la industria biotecnológica para no fijar normas ni oponerse a las acciones de los grandes productores de transgénicos.

Bondades
No existen suficientes estudios que determinen, sin lugar a dudas, si los productos transgénicos son o no dañinos para la salud. Hasta ahora sólo hay diversos puntos en torno a los cuales gira el debate.
En principio, se dice que los productos transgénicos son resistentes a las plagas y de mayor rendimiento. Esas características podrían servir para cubrir la demanda de una población creciente en el planeta.
Otras investigaciones, sin embargo, señalan que, pese a la aparición de los alimentos en cuestión, la utilización de plaguicidas se incrementó en uno por ciento.
Otra de las supuestas bondades de los transgénicos es que podrían ofrecer beneficios para la salud como, por ejemplo, el desarrollo de "vacunas comestibles".
Finalmente, se asegura que los transgénicos son productos económicos, de mejor calidad y más sabrosos.

Objeciones
Los críticos advierten que no se ha investigado lo suficiente el posible daño que los consumidores de estos alimentos pueden sufrir a largo plazo.
Asimismo, afirman que la ingesta de transgénicos puede incrementar la resistencia a los antibióticos y, como consecuencia, las enfermedades serán más difíciles de tratar en el futuro.
Se ha descubierto, agregan, que la manipulación de los genes puede aumentar los niveles de toxinas vegetales y desarrollar otras nuevas. Ese podría ser el caso de la hormona artificial BST, que se le inyecta a las vacas para estimular una mayor producción de leche y que podría aumentar el riesgo de contraer cáncer en los seres humanos.
Es necesario añadir que, según un estudio realizado por el doctor Pusztai, experto mundial en toxicidad de las plantas, un grupo de ratas que fue alimentado con este tipo de cultivos mostró, al final del experimento, serios daños en su sistema inmunitario y en sus órganos vitales.
Además de esos argumentos, los ambientalistas advierten que los transgénicos pueden afectar la biodiversidad y el equilibrio de la naturaleza.
A pesar de la polémica promovida por las organizaciones de defensa de los derechos del consumidor, los grandes productores de semilla transgénica no ceden en su intento de promover esta tecnología de biogenética.

Industriales
Las tres grandes multinacionales productoras de transgénicos son Pioner, Novartis y Monsanto. Ellos también han expuesto su parecer en el debate.
De acuerdo a los últimos reportes de la Rural Advancement Foundation Internacional, estas tres compañías aumentaron sus ventas en un 25 por ciento en los últimos dos años y juntas facturan más de cuatro millones de dólares anuales por la venta de semillas transgénicas.
De las firmas mencionadas, quizá Monsanto sea la más poderosa debido a que sólo en Estados Unidos de Norteamérica produce el 85 por ciento del total de semillas de algodón.
Sin embargo, en Brasil, donde se cosecha el 25 por ciento de la producción mundial de soya, debido a una campaña liderada por el Instituto Brasileño de Defensa del Consumidor (IDEC), la transnacional sufrió pérdidas considerables.
Esto se hizo evidente cuando, en 1999, una Corte Federal falló contra esa empresa y la obligó a presentar estudios de impacto ambiental antes de comenzar a cultivar o comercializar la soya transgénica.
Tiempo después, luego de la protesta masiva de los consumidores, la empresa canadiense Mc Cain Foods, productora de papas fritas, dejó de comprar papas transgénicas y Gerber y Nestlé hicieron lo propio cuando decidieron no usar más ingredientes transgénicos en sus productos.

En el Perú
Aunque en nuestro país aún no se ha difundido el uso de esa tecnología, el año pasado se expidió una norma sobre organismos vivos mejorados que permiten, según los expertos, la introducción de esos cultivos.
Sin embargo, hasta la fecha no se ha desarrollado ningún tipo de cultivo trasgénico debido a que todavía no se ha elaborado el reglamento de la mencionada norma, lo que impide en la práctica la siembra y cosecha de esos productos.
Según directivos de la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (Aspec), es posible que nuestro país esté importando maíz, trigo y soya transgénica que luego son transformados en productos y suministrados a los consumidores sin que ellos reciban advertencia alguna.
Todo parece indicar que, si se autoriza esta actividad, los productores de semilla mejorada estarían interesados en experimentar con cultivos como el maíz, la papa, el camote y otros cuyo crecimiento sea favorable en la selva central de nuestro país. (Lourdes Zúñiga Apaza)

Productor expone sus argumentos
Cuestionados severamente desde que, en 1982, se iniciaron en el área de la biotecnología, Monsanto, una de las transnacionales más importantes del mundo, ha mostrado su total desacuerdo con las afirmaciones hechas por los detractores de este nuevo tipo de tecnología.
Según, Alvaro E. Munera, gerente técnico para la región andina de Monsanto, quien concedió una entrevista telefónica a EXPRESO desde Colombia, los alimentos transgénicos son sometidos a los principios y lineamientos establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas.
Además, dice, también se ajustan a las condiciones propuestas por el Instituto Internacional de Ciencias de la Vida, que son los encargados de evaluar la seguridad de los alimentos en el largo plazo.
A decir del representante de Monsanto en Latinoamérica, la polémica suscitada en torno a este tema obedece más a "cuestiones políticas".
Explica que los principales opositores de esta práctica son los países europeos que, por muchos años, fomentaron los cultivos orgánicos y ahora que las tendencias han cambiado, el público consumidor no les otorga mucho crédito.

Etiquetas
Sometidos a técnicas especializadas de laboratorio durante quince años, Munera dice que existe abundante información científica seria que concluye que "no existe ningún tipo de consecuencia negativa causada por los productos transgénicos".
En relación a la exigencia de colocar etiquetas en los productos transgénicos, opina que el etiquetado debe ser voluntario y principalmente para aquellos que no utilizan componentes transgénicos.
En todo caso, Munera dijo que sólo sería necesario etiquetar estos productos si se presenta una diferencia sustancial.
En torno al interés en iniciar cultivos en nuestro país, el especialista colombiano corroboró que sólo están a la espera de que las autoridades peruanas elaboren el reglamento, pues "ya existe una ley que permite el establecimiento de cultivos transgénicos en el Perú".
En ese sentido, manifestó que están muy interesados en desarrollar cultivos de maíz, pero en un proyecto a largo plazo.
Una vez publicado el reglamento, dice, su empresa se dedicará a realizar investigaciones sobre la posibilidad de ese tipo de siembra con el suelo y clima peruanos.

Expreso, 17 4-00, Lima, Perú

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