Alimentación y salud
Prensa
El Comercio Digital, Internet, 13-3-03
Alimentación y salud
Por Carmen Martínez Gutiérrez
Hace algunos años la leche sabía a leche, y daba nata; ahora sólo sabe a agua; las manzanas sabían a manzanas, y cortabas el pedacito con cuidado para dejar el gusano aparte. Las cerezas rojas sabían a cerezas, y las peras, con cicatrices en la piel, eran dulces y sabrosas, y tomates que veías crecer en las cañas de las tomateras o sandías magníficas con sabor a sandías.
Ahora ni la leche tiene nata, ni la carne tiene grasa, y las cerezas y las sandías saben igual que el pepino; ahora vas a las grandes superficies donde está todo empaquetado en plásticos, fruta reluciente, como si acabara de ser encerada, pero que carece totalmente de sabor y olor. A mí, personalmente, eso de la fruta impoluta me mosquea un poco; a saber cómo lo conseguirán. Existen muchos manifestantes que están en contra de la comida 'basura' y de los productos transgénicos, que abastecen gran parte del mercado europeo. Pero no nos podemos oponer a la globalización y a las multinacionales, que manipulan genéticamente los alimentos de primera necesidad, puesto que a través de esos procedimientos obtienen la producción más rápida y barata.
Un grupo de amas de casa comentamos con frecuencia que la riquísima y sabrosa lechuga (en otros tiempos) actualmente no sabe a nada; a los tomates tan ricos de Somió les sucede lo mismo, igual te da comer un pimiento que un pepino y, como consecuencia, la ensalada es descafeinada.
En principio se dijo que los productos tratados con un gen llevarían una etiqueta para distinguirlos de los productos naturales; pues ahora no hay tal cosa, puesto que los pagamos a precio de oro y no sabemos lo que comemos.
Me parece indignante que no se adopten unas medidas severas a cuantas personas están jugando con nuestra salud y la de nuestros hijos a costa de enriquecer sus bolsillos.
Pues, al final, no nos va a quedar más remedio que optar por morirse de hambre, con lo cual, nuestro organismo iría para el otro mundo sanísimo, o morirse de cáncer, puesto que lo que comamos en dudosas condiciones de higiene y sanidad va a repercutir directamente en nuestra salud.
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