Alicia León: "La inocuidad de los transgénicos no está probada"
Resistencia a antibióticos y empobrecimiento de los cultivos son dos de los riesgos de los alimentos modificados genéticamente, cuyo cultivo abarcaba en 2004 un total de 81 millones de hectáreas. La profesora Alicia León afirmó ayer en Avilés que no está suficientemente probada su inocuidad, y rompió una lanza en favor de que los científicos estudien e informen de esta práctica biotecnológica para evitar riesgos en la salud y el medio ambiente
«La inocuidad de los alimentos transgénicos no está suficientemente probada». Alicia León, profesora titular del departamento de Derecho Civil de la Universidad de Oviedo, advirtió ayer a los alumnos del curso de verano sobre Seguridad Alimentaria de los potenciales riesgos de los organismos genéticamente modificados, y pidió más información para que los consumidores puedan decidir de forma consciente si quieren o no ingerir ese tipo de alimentos. «En una encuesta realizada en 2005, los españoles eran los europeos más favorables a consumir carne y alimentos animales con manipulación genética. Pienso que es más fruto de la ignorancia que de otra cosa», dijo.
De los supuestos efectos nocivos que pueden tener los transgénicos sobre la salud del hombre, Alicia León señaló que se temen riesgos como una resistencia a antibióticos, con la aparición de alergias alimentarias como consecuencia de la introducción de genes extraños en alimentos a los que se han transferido nuevas proteínas. «En determinados países, los consumidores han sido conejillos de Indias», afirmó la profesora. El estudio científico más objetivo que se realizó, el de la Organización Mundial de la Salud de 2005, considera necesario evaluar las repercusiones potenciales en la salud humana antes de proceder a su cultivo y comercialización. «El problema es que ya están comercializados», añadió.
Tal es su generalización que en 2004 había 81 millones de hectáreas de cultivos modificados genéticamente en 18 países, entre ellos España: principalmente, maíz y soja. Estados Unidos va a la cabeza y produce el 59 por ciento del total. Los estadounidenses, además, son mucho más receptivos que los europeos a la hora de introducir los transgénicos en su dieta. «Parte de esa obesidad tan desmedida tiene mucho que ver con los transgénicos incorporados en hamburguesas, salsas, patatas fritas, cortezas de maízÉ Hay un porcentaje muy alto de transgénicos que los consumidores ignoran», afirmó León. En Europa, al contrario, ecologistas y asociaciones de consumidores presionan para que en el etiquetado de los productos conste claramente si llevan componentes modificados genéticamente. León pidió a los alumnos que estén atentos al consumo de alimentos precocinados procedentes de México y de Estados Unidos, porque es probable que tengan ingredientes modificados.
Alicia León reclamó de la comunidad internacional una investigación e información clara de este tipo de alimentos, entre cuyas ventajas se encuentran el aumento de productividad, la mejora de las características de la especie, la resistencia a enfermedades y plagas -con lo que no hacen falta insecticidas-, el crecimiento más rápido y el menor estrés ambiental. «En estos momentos, en Canadá se está desarrollando un salmón transgénico que se hace adulto en tan sólo tres meses», indicó. En la parte negativa de la balanza, además de los efectos sobre la salud, están otros sobre el medio ambiente, ya que los cultivos transgénicos transmiten por el aire sus características, dejando híbridos extraños. Además, son un filón para las empresas multinacionales.