¿Un país diferente a la Republiqueta sojera?
Como si avanzáramos a los tropezones y sin brújula, en estos días festejamos haber estatizado Aerolíneas cuando no hace mucho la privatizamos; y lo que es peor, ahora nos la devuelven vaciada, cargada de deudas, sin la mística que siempre tuvo para los argentinos y además presidida por Julio Alak, ex Intendente de La Plata, exponente confiable para el poder de la adaptación darwiniana del PJ. Lo más penoso es que algunos de los que ahora festejan, hasta repiten los mismos gestos que tuvieron cuando votaron para privatizarla. Porque las elecciones en el Congreso se asimilan cada vez mas a la lógica binaria de los certámenes del fútbol o a las elecciones en que importa ganar, no importa el cómo ni el para qué… Somos un país a la deriva. Un país con mucha, mucha gente buena y con un puñado de sicópatas corruptos que manejan ciertas palancas decisivas y que transforman la política, duele confesarlo y aunque a muchos progresistas les escueza, en una cloaca.
Leo con pena ,asimismo, las acusaciones y desmentidas acerca de la cantidad de hectáreas de soja que tiene en producción un destacado y meritorio dirigente de la oposición, al que alguna vez nos esforzamos como a tantos, en explicarle el modelo biotecnológico. Nos llama la atención que, los que implementan o respaldaron durante años el modelo, aprovechan las pequeñas debilidades de la oposición para enróstraselas, y mediante contorsiones éticas, convertirse en jueces cuando son los dueños del negocio. Nos preguntamos: cuántos del oficialismo, tanto como de la oposición, tendrán sus propios campos con el oro verde del yuyo brujo? Es probable que muchos, sino casi todos… por supuesto que lo ocultan, que figurarán esos campos como de los parientes, y que no resulta en este momento políticamente correcto confesar que son sojeros… es más fácil señalar a un sojero en la oposición o acusar al clima destituyente que ha creado la oligarquía vacuna, que imaginar cuántos cientos o miles de políticos propios y funcionarios del Estado, forman parte de los centenares de miles de rentistas que participan de esas casi 18 millones de hectáreas de Soja RR, que son muchas hectáreas, y que cubren el país como una gran metástasis. Si no fuera por esos miles de cómplices silenciosos y culposos de la clase política, de los medios y del funcionariado, instalados en todos los ámbitos del poder, recibiendo periódicamente los frutos de sus rentas o los beneficios de sus inversiones en los fondos que alimentaban a los pooles de siembra, no podría explicarse tanto mutismo sobre el tema durante diez años, tanta cerrazón para comprender lo que constituía un escándalo, y nos desgañitábamos en demostrar ante una audiencia que, evidentemente, no quería comprender ni ver lo que le mostrábamos. Y mientras hacían campaña por los derechos humanos del pasado, replicaban con nosotros y en particular con las innumerables víctimas del modelo sojero, los mismos gestos de la complicidad y de la indiferencia colectiva que posibilitaron el genocidio de los años de plomo… Los sojeros también son derechos y humanos, pero de un nuevo eco genocidio que, muchas veces, se enmascara gritando fuerte por los genocidios del pasado.
Los muertos por las fumigaciones y por la contaminación continúan aumentando sin que una autoridad epidemiológica, sin que un gobernador o acaso algunos diputados se atrevan todavía a proponer un mapeo para conocer al menos, los alcances de impactos tan formidables que en los últimos años ha obligado a multiplicar por tres o por cuatro los establecimientos de educación o de contención para discapacitados en cualesquiera de las ciudades de la zona sojera. Es que cada sojero y cada rentista es un encubridor natural cuando no un cómplice, que mira para otro lado cada vez que nace un niño deforme, que se permite ignorar el crecimiento de los abortos, o acaso de los problemas respiratorios que en ciudades como en las que yo vivo según los facultativos, alcanzan a la población total de niños de la zona. La soja no es un yuyo, ojalá lo fuera, la soja, además de ser el sistema de la globalización, es un crimen atroz, un crimen que ha despoblado el territorio, que ha dejado sin alumnos las escuelas rurales, que ha expulsado poblaciones y talado bosques centenarios, sin que esas tragedias hayan encontrado todavía entre los intelectuales los relatores necesarios, sin que el común de los compositores hayan logrado inspirarse en tanto dolor para cantarlo… Acaso porque también muchos de ellos tenían sus mezquinos depósitos en los fondos de inversión, tal vez porque muchos de ellos también, han llamado alguna vez, a los programas de ahorristas de Los Grobo, para consultarlos sobre los rendimientos de una pequeña inversión en la agricultura moderna que la pujante corporación prometía…
Cómo no confundirse, por otra parte, cuando Fidel respaldaba entusiasta el modelo agrícola argentino y difundía a lo largo de América Latina, los programas de ingesta de soja para niños? Cuando Chávez se enamoraba de Grobocopatel y lo destacaba como una especie de ministro sin cartera de la Venezuela Bolivariana? Cuando los hijos que tantos amigos de izquierda enviaban a la Facultad de Ciencias Exactas, les transmitían las maravillas que los profesores les enseñaban acerca de cómo reemplazar la biodiversidad que antes nos ofrecía la Naturaleza, ahora desde los laboratorios de ingeniería genética, así como la posibilidad de terminar con el hambre del mundo, gracias a las semillas transgénicas de Monsanto. Todo era una fiesta, al menos para algunos, tal como en los años de plomo o como en los años del neoliberalismo, de las privatizaciones y del déme dos… La historia se repite, pero no como comedia, sino como farsa.
Pese a todo, me temo que está última etapa está lejos de terminar… Aunque el modelo de la sojización se encuentra al fin expuesto ante la opinión pública argentina como un absceso, aún no se advierten suficientes intenciones de plantearse un país diferente a la Republiqueta sojera aceitera y productora de biocombustibles en que nos hemos convertido, a lo largo de los últimos doce años. Los progresistas han conseguido hasta el momento evadir la verdadera discusión y pese a que ambas Cámaras del parlamento han decidido formar por unanimidad, comisiones para investigar los cobros ilegales a los productores y las estafas al Estado por parte de los exportadores, muchos de ellos, que parecieran incapaces de rever sus posiciones, continúan agrediendo a sus adversarios políticos acusándolos de haber maquillado a la Sociedad Rural, cuando la verdad es por lo contrario, que han realizado desde sus famosas epístolas, un enorme ejercicio de distracción de la atención ciudadana, para posibilitar un negocio de cerca de dos mil millones de dólares por parte del Senador Urquía y de las corporaciones granarias.
Este modelo vil de las sojas transgénicas cubriendo el campo argentino y obligando a la población a vivir en las horribles periferias de la pobreza urbana, alimentada por los dineros de la soja, no puede sostenerse mucho tiempo más, cuando ha sido expuesto. Como los vampiros necesita de la oscuridad y la crisis ha corrido las cortinas de las ventanas. Este modelo de creciente tugurización no puede sostenerse, por más barrios para pobres con paneles de plástico que construyan las nuevas empresas inmobiliarias montadas especialmente para los miserables urbanos. Este modelo no podría haberse instalado sin la colonización del Estado por parte de las empresas del Agronegocio ni puede sostenerse sin la colaboración del Estado cómplice. Ello se ve claramente en la cooptación de los funcionarios del área agropecuaria del país y de sus instituciones. No importan los sucesos políticos, ellos continúan con sus políticas de Estado a favor de las corporaciones. La extrema contaminación transgénica de la Argentina, que en proporciones, es absolutamente única en el mundo, y las políticas masivas que se implementan para destruir la Biodiversidad, tal como fumigaciones con Roundup Ready en lugares que no son destinados a la agricultura, el uso masivo de cebos tóxicos para fauna y la quema de bosques arrasados por las topadoras, no importa el valor de sus maderas, dado que lo que aparentemente se proponen, es la destrucción de las semillas de flora nativa y de la fauna local, configuran un plan criminal de dimensiones gigantescas, que no podría implementarse sin abiertas complicidades por parte del Estado y estoy incluyendo a la Universidad y muy especialmente a una ciencia local supeditada a los intereses corporativos y atada a los financiamientos de proyectos de interés empresarial.
El rol jugado por el SENASA, verbigracia, ha sido decisivo, al permitir la entrada irrestricta de tóxicos de todo tipo, justificados muchas veces en el anacrónico criterio de equivalencia sustancial que, contraponen al de principios precautorios. Desde esta perspectiva no podríamos dar crédito a ninguna nueva política que no comience por la intervención lisa y llana del SENASA, en especial de sus laboratorios, su depuración del funcionariado corrupto o cooptado por las empresas y su puesta en marcha con políticas claras al servicio de los ecosistemas y la seguridad sanitaria de las poblaciones. Caso parecido es el del INTA, al que no basta maquillar con programas para la pequeña empresa agropecuaria. El INTA ha sido decisivo en la difusión de los nuevos paquetes tecnológicos y en el desarrollo de los nuevos modelos de una agricultura sin agricultores que amenaza con dejar sin suelo a las próximas generaciones de argentinos. Desde los años noventa, las empresas subsidian sus propios programas de investigación y el organismo estatal los implementa y los hace propios sin ocultamientos ni pudores. Tal es el grado de colonización alcanzada por nuestras instituciones estatales, hecho que no solamente compromete a los funcionarios y a los técnicos del INTA, en especial si pensamos que en todos los niveles de la institución, desde la Presidencia a las más alejadas estaciones experimentales, existen espacios directivos de participación rentada de representantes de las cuatro grandes organizaciones del campo. Teniéndolo en cuenta comprobaremos una vez más lo absurdo de ciertas antinomias que se alimentaron durante la llamada crisis del campo, y la responsabilidad generalizada en la implementación del actual modelo de monocultivos, tanto por parte del Estado como de las organizaciones del campo, y estoy incluyendo muy especialmente a la Federación Agraria, que, en su doble discurso, es la que más ha señalado este modelo de agricultura sin agricultores, cuando ha sido directa partícipe en él desde su propia gestación, con la multiplicación de semillas de Soja RR FAA INTA en los años noventa y con el desarrollo de las políticas del INTA ligadas a las corporaciones, debido a la activa participación en la institución de sus delegados.
Alguien me escribe y me pregunta si acaso yo le reclamo al Gobierno que realice una Revolución Socialista. No, no lo hago, al menos no de esa forma burda. Pero entiendo que sí tendría, el derecho a reclamar de aquellos que estando ahora en cargos políticos decisivos, lleven adelante las propuestas hacia el Socialismo que, con tanta fuerza impulsaron en los años setenta y que condujeron al desastre colectivo en la medida que enfrentaron lo bueno, con lo supuestamente mejor, que ellos expresaban. Si han decidido volver a ser peronistas como si ninguno de aquellos desvaríos y traiciones hubiesen ocurrido, yo que tengo memoria y las heridas abiertas de aquellos sueños rotos, les reclamo una mínima coherencia y una conducta. Eso es todo y no es demasiado. Sería fácil restablecer la vigencia de ciertos artículos de la Constitución Nacional de 1949. El artículo 38 por ejemplo establecía que “incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización del campo o intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva”. Este artículo se refería taxativamente a la figura de expropiación de la propiedad con fines públicos. El artículo 39 sostenía que “el capital debe estar al servicio de la economía nacional y tener como principal objeto el bienestar social. Sus diversas formas de explotación no pueden contrariar los fines de beneficio común del pueblo argentino.” El Artículo 40 planteaba a su vez, que la “organización de la riqueza y su explotación tienen por fin el bienestar del pueblo, dentro de un orden económico conforme a los principios de la justicia social.” Para eso “el Estado, mediante una ley, podrá intervenir en la economía y monopolizar determinada actividad, en salvaguardia de los intereses generales y dentro de los límites fijados por los derechos fundamentales asegurados en esta Constitución.”
Hasta allí la cita de la Carta Magna. Entonces, no habría nada nuevo que inventar. Lo que necesitamos, está al alcance de la memoria y de los registros históricos en los que manifiestan referenciarse. Lo que necesitaríamos es que acepten ser en verdad, los continuadores de aquella historia, que reconozcan por encima de los criterios economicistas y de tantos discursos huecos, la vigencia de un nuevo paradigma, el de la ecología, así como que, también, por encima de sus propios intereses personales y de sus historias irresueltas, se deben al Pueblo de la Nación que los ha votado y que deben gobernar pensando en las próximas generaciones de Argentinos. Estamos esperando.
Jorge Eduardo Rulli
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