Un nuevo reporte cambia los fundamentos de la ingeniería genética
Un estudio publicado hoy revela una gran falla crítica pasada por alto en los principios científicos que maneja la industria de ingeniería genética, arrojando con ello serios cuestionamientos acerca de la seguridad de los alimentos genéticamente modificados.
En una nueva revista de literatura cientifica, en el número de Febrero del Harperás Magazine, el Dr. Barry Commoner, un prominente biólogo demuestra que la industria de bioingeniería, la cual ahora produce entre el 25-50% del maíz y la soya de los Estados Unidos, basa todo su trabajo científico en una vieja teoría de hace 40 años que dice que la genética del DNA controla totalmente la herencia en todas las formas de vida. El dogma central de esta teoría afirma que el resultado de la transferencia de genes de un organismo a otro es siempre "específico, preciso y predecible", y por lo tanto, seguro.
Partiendo de este punto de vista, Commoner conjunta una serie de reportes científicos que contradicen directamente la teoría establecida. Por ejemplo, el año pasado el proyecto de $3 billones de dólares del Genoma Humano, encontró que son demasiado pocos los genes humanos que cuentan para justificar las enormes diferencias que hay entre las características que se heredan entre la gente y los animales inferiores o las plantas, indicando con ello que otros agentes además del DNA contribuyen grandemente a la complejidad genética.
El dogma central manejado por la industria de productos de ingeniería genética argumenta una correspondencia uno a uno entre la composición química de los genes y la estructura de una proteína particular que produce una característica heredable. Pero el Dr. Commoner hace notar que bajo la influencia de proteínas especializadas que portan y expresan alternativas que vienen empalmadas, un solo gen puede dar lugar a una variedad de diferentes proteínas, resultando en más de una sola característica heredada por gen. Como resultado, el efecto de los genes sobre la herencia no puede ser predicho simplemente desde su composición química, echando por tierra con ello uno de los principales propósitos tanto del Proyecto del Genoma Humano como de la biotecnología.
La investigación de Commoners hizo sonar una alarma pública con respecto al proceso por el cual las compañías de agricultura biotecnológica producen cultivos genéticamente modificados.
Los científicos de las compañías, simplemente asumen que los genes insertados dentro de las plantas siempre producen solo los efectos deseados sin ningún otro impacto sobre la genética de las plantas. Sin embargo, estudios recientes arrojan que los genes de las propias plantas pueden ser trastocados en las plantas transgénicas. Tales resultados son indetectables porque hay una regulación gubernamental escasa o nula de la industria.
"Los cultivos con ingeniería genética representan un descomunal experimento no-controlado cuyos resultados hereditarios son impredecibles", concluye Commoner. "Los resultados podrían ser catastróficos".
El Dr. Commoner cita un número de estudios recientes que han roto la franquicia exclusiva de los genes sobre la explicación molecular de la herencia. El advierte que "datos experimentales, despojados de teorías dogmáticas, apuntan hacia una irreductible complejidad de las células vivas, lo cual sugiere que cualquier sistema genético alterado artificialmente podría, tarde o temprano, dar como resultado consecuencia inentendibles y potencialmente desastrosas.
Commoner enfatiza que el dogma central, una simple y seductora explicación de la herencia, ha llevado a la mayoría de los genetistas moleculares a creer que "es demasiado buena para no ser verdad". Como resultado, el dogma central ha sido inmune a las llamadas para revisarlo, basadas en los cada vez más numerosos datos contradictorios. Con ello se está permitiendo que la industria bio ecnológica, inconcientemente, imponga prácticas masivas y poco probadas sobre la agricultura del planeta.