Transgénicos en México
"En México, con su cultura milenaria, su tradición, los valores de la Revolución Mexicana que están muy fuertemente arraigados en el agro, creo que se pueden enfrentar los transgénicos de igual a igual. En otros ámbitos es difícil."
- ¿Cuál fue el motivo del viaje?
- Fuimos a México, a Oaxaca, para ver y analizar de cerca la contaminación del maíz nativo por el maíz transgénico. Como se sabe, el maíz transgénico está contaminando las colecciones de maíces nativos en esa región que es la cuna del maíz. Esto ha provocado una pesada polémica internacional, y las transnacionales, como siempre, continúan desempeñando un papel fascista. Si esa contaminación prospera, habrá una terrible pérdida para toda la humanidad, porque esos maíces tienen 6.000 años de antigüedad. Esos maíces no son fruto de la naturaleza, sino de la mano del hombre que actuó sobre una planta sagrada. La introducción de un gen extraído será tremendamente impactante, no es posible saber cuánto se perderá y qué amplitud tiene el riesgo que corre la humanidad, ya que el maíz es uno de los productos más importantes del mundo. La mayor masa de carbono que ingerimos proviene del maíz.
Aprendimos mucho junto a los campesinos de Oaxaca. Hoy estamos convencidos de que en la lucha contra los transgénicos no es útil hacer campañas internacionales tipo Greenpeace. Eso no provoca conciencia. Nosotros no somos alemanes, ni suecos, sociedades que quizás sean más sensibles a ese tipo de trabajo. Y eso ya lo hablamos con Greenpeace en México. Creemos que la única manera de abordar el tema de los transgénicos en México, y para que las transnacionales lo sientan, y llegue a la población, es que hablen los campesinos. Hay que llevarles información, decodificarla, para que el campesino sepa cuál es el riesgo y adopte una posición. Desde el momento en que él lo haga, ahí sí, las transnacionales tendrán que explicar lo que hicieron en las sierras de Oaxaca, en las sierras mexicanas. Esa es la mejor manera, porque los científicos mexicanos tienen una visión muy limitada del mundo, están muy próximos a Estados Unidos y están convencidos de que con lo que hacen tendrán méritos suficientes para cruzar el Río Grande. Sería interesante que, desde la propia voz y el pensamiento del campesino, ellos se dieran cuenta de qué son los transgénicos y cuáles son los riesgos. Porque la ciencia no tiene memoria, la ciencia no tiene pasado, la ciencia es un momento, es ciencia ahora. El campesino, la agricultura, la alimentación tienen necesariamente una memoria, una construcción de una visión pasada, una cultura de referencia.
En esencia, volvimos muy contentos. Aprendimos allá, como también hay que aprender de la experiencia de aquí, del sur de Brasil, donde se dejó la cosa por la mitad en función de un falso apoyo. Cuando uno sabe que no cuenta con un respaldo, sabe también que tiene que luchar solito, pero cuando a uno le dicen: “Vamos a contribuir; nosotros somos zona libre”, y lo repiten: “Somos zona libre”, pero 70% de la soja plantada es trasngénica, eso es una zona libre para idiotas. Es como hacer una campaña para dar anticonceptivos a mujeres embarazadas. Es algo chistoso si no fuese trágico.
En México, con su cultura milenaria, su tradición, los valores de la Revolución Mexicana que están muy fuertemente arraigados en el agro, creo que se pueden enfrentar los transgénicos de igual a igual. En otros ámbitos es difícil. Todas las universidades están cooptadas, pagadas para ser aliadas de los transgénicos. La tarea no es convertirse en un académico para discutir con las luminarias del siglo sobre los transgénicos, lo que hay que hacer es que todos los campesinos que hablan Zapoteco, Náhuatl o Chontal, puedan, en su propio idioma, entender qué es un transgénico, y decir: “¡Acá no lo queremos!”.
Hay que Huarachizar el pensamiento, revalorar esa sabiduría popular que se expresa en la cultura de la gente común, una cultura accesible, sencilla y a la vez sofisticada. Decir sí o no a los transgénicos es esencialmente una decisión cultural.
- Entonces, del mundo académico no debemos esperar mucho.
- No hay conocimiento, no hay información, no hay sabiduría. Lo que hay es un mensaje introducido por una empresa y todos repiten la misma cantaleta en el idioma de ella. Es increíble la mediocridad que hay en la universidad, es mayor de lo que uno se imagina. No tiene saber, el saber está en la transnacional que distribuye las cartas y dice: “Ustedes hagan esto; las preguntas son estas y las respuestas estas otras”.
Con un “científico” mexicano, un experto, tuvimos una discusión que puede considerarse ejemplar. El decía que muchos productos orgánicos tienen coliformes fecales. Bueno -propusimos-, pensemos en una sandía que tiene coliformes, eso no quiere decir que todas las sandías los tengan. Lo que sucedió en ese caso fue, seguramente, que un tipo inescrupuloso y sucio usó aguas negras para abonar la tierra. La primera pregunta que deberíamos hacernos es: ¿eso es peligroso? Sí, es peligroso y asqueroso. Pero, ¿cuál es la diferencia entre una molécula de DDT y el agua negra? El DDT se puede DISMINUIR a un índice razonable por medio de la educación; la utilización de aguas negras se puede ELIMINAR a través de la educación y terminar con ese riesgo. Pero cuando usted puso dentro de la sandía un gen de otra especie no lo saca ni con un milagro. Porque está intrínseco, es inherente. Es como si yo intentara quitarme los genes de ojos oscuros que me dio mi padre, quedaría ciego. Una persona que no piensa así no puede ser considerada como un científico, no llega a calificar ni para burócrata. Es simplemente un imbécil.