Sucumbir, como la hierba
Argentina utiliza más de 500 millones de litros /kilos de agroquímicos por año. Doce millones de personas fumigadas soportan una cotidianidad envenenada. Se enferman de lo menos pensado. Se mueren. Y no forman parte de las estadísticas del modelo productivo.
El delantero de Colón de Santa Fe tampoco será símbolo. El lunes peleó una pelota y cayó. El solo contacto con el césped de la cancha de Patronato lo mandó al Hospital. Como en tantos estadios, controlan el césped con agrotóxicos. Así, también, controlan a los niños. Y a los trabajadores. Que también van al hospital o se mueren pero no se cayeron al pasto jugando por la Liga Argentina. Les pasó respirando día a día. Chocándose con las derivas. Jugando en el barro envenenado. Comiendo una mandarina.
Wilson Morelo es colombiano y delantero del sabalero. Ayer se desmayó en el vestuario después de salir enloquecido por ardores y picazones en todo su cuerpo. Se intoxicó con el herbicida con el que controlan el crecimiento del pasto en la cancha. Colón cayó frente a Patronato, en plena provincia de Entre Ríos. La más fumigada del país.
Si a Morelo lo dejó en el Hospital apenas el paso por una cancha de Paraná, lo que sufren los niños, los trabajadores de los sembrados, los Fabián Tomasi de las banderitas y los aviones, los chicos y las chicas que nacen y mueren en los pueblos fumigados, los alumnos de las escuelas rurales, ésas que quisieron desterrar de los amaneceres campesinos para que no sean obstáculo del sistema que planta transgénico y mata con veneno lo que interrumpe, las maestras de las escuelas, las familias que levantaron sus casitas en la nada misma para ser, después, vecinas del sojerío, el desagote envenenado y la deriva que apremia.
Si al diez sabalero lo dejó sin respirar apenas una caída en el pasto de un estadio de Paraná, cómo habrá sufrido Ailén, adolescente y hermosa, muerta de cáncer en Urdinarrain. La ciudad con la mayor acumulación de glifosato del país.
"Todo lo que se aplica en el campo no ha hecho más que degradar a los microorganismos que se podrían encargar de hacer desaparecer al glifosato. Hoy, estas opciones de degradación están tan afectadas que casi no operan. El sistema de producción rompió al sistema que limpia y, aún así, continúa echando más glifosato que antes”, dice Damián Marino, doctor en Química y especialista del Conicet.
A Wilson Morelo morder el pasto de la cancha de Patronato le explotó de urticaria la piel. Nadia, que vivió sus 21 años en Avia Terai, pueblo fumigado del Chaco, abandonó su cuerpo estragado en estos días. Las casas están rodeadas de soja y girasol, fumigados una docena de veces al año. Un estudio científico confirmó que el 31,3 por ciento de la población relevada de Avia Terai declara haber tenido algún familiar con cáncer.
Si al diez de Colón hubo que llevarlo en ambulancia con oxígeno por tocar el césped de un estadio entrerriano, lo que habrán sufrido Evelyn o Nico en Exaltación de la Cruz. En la provincia de Buenos Aires, donde se ideó la magdalena de soja y dulce de leche para experimentar con el hambre de los niños wichí en Salta. Murieron de cáncer y no engordan las estadísticas del sistema. Sólo las de mortalidad común y corriente, ésa que no se puede evitar porque la vida es riesgo. Aunque mucho más riesgo sea vivir en Avia Terai, en Urdinarrain, en Exaltación. O en Gualeguaychú donde a Antonella se la llevó la leucemia. O en Mburucuyá donde a Rocío la demolió una mandarina con carbofurán. O en Lavalle, donde Killy y Nicolás jugaban en el agua y en el barro del endosulfán con que fumigaba el vecino.
El Presidente viajó a Europa a ofrecer un “Pacto de solidaridad ambiental”. Que a Argentina le extiendan el plazo de una deuda criminal que no habría que pagar, a cambio de “acción ambiental como política de estado”. Es decir, a cambio de solucionar los problemas del mundo.
Cuando terminaba octubre Bayer anunciaba inversiones en la Argentina por 156 millones de dólares.
“El Plan de Energía del Gobierno argentino se propone producir 1,1 millones de barriles de petróleo y 4.000 millones de metros cúbicos de gas al día en la provincia de Neuquén en 2030”, dice la revista Cítrica. Para lograrlo hay que multiplicar las perforaciones por fracking o fractura hidráulica. Esta operación “agravaría la crisis climática, de la cual son responsables en gran medida las economías ricas como la estadounidense. Hay alrededor de 50.000 millones de toneladas de CO2 bajo el suelo de la cuenca de Neuquén, lo que equivale a alrededor de 1,5 veces las emisiones globales del sector de la energía”.
Dice Victoria De Masi en el diarioar.com que las petroleras pagan 90 pesos por cada mil litros de agua en Neuquén. Necesitan 45 mil metros cúbicos para activar un pozo. Y la provincia está en emergencia hídrica.
Wilson Morelo, delantero de Colón de Santa Fe, fue noticia en los diarios por la urticaria brutal que le azotó el cuerpo después de rodar en el césped de la cancha de Patronato.
Los chicos y las chicas de los pueblos fumigados, los trabajadores, las maestras y los maestros, los peones que salen con la mochila en la espalda, viven, enferman y mueren cuando no se tienen que morir. Cuando se puede evitar. Cuando sus muertes son provocadas pero anónimas.
Cuando no son parte de una lista de víctimas de extractivismo agroindustrial, megaminero, contaminante. Sino de la necrológica habitual porque de algo hay que morir.
Sin título en los diarios. Ni indignación de panelistas. Ni tendencia en las redes.
Fuente: Pelota de Trapo