Resignificar el Medio Ambiente
Para bien o para mal, el término “medio ambiente” ha pasado a ser parte ineludible de cualquier discurso político. Los gobiernos firman acuerdos que suponen la protección de la biodiversidad, los bosques, las especies en extinción, el agua, el clima y muchos etcéteras. Ninguna autoridad se atrevería a exponerse diciendo que verdaderamente piensa poco en el ambiente.
Pero los hechos dicen otra cosa. Los modelos globales de producción y consumo se están tragando suelos, agua, minerales, atmósfera, seres vivos - incluidos seres humanos. Hay cifras que dejan esto en claro: de deforestación, de pérdida de la biodiversidad, de contaminación, de emisión de gases de efecto invernadero, de falta de acceso al agua y la tierra, de exclusión… Y por su parte, el poder político se adecua.
Entendemos el ambiente como el rico y diverso entramado de comunidades vivas relacionadas entre sí y con su entorno – microorganismos, plantas, animales, seres humanos, suelo, aire, agua. Consideramos que los seres humanos deben relacionarse con su entorno de modo tal de asegurar las condiciones de equilibrio necesarias para la continuidad de la vida en la tierra. Para ello, a la hora de satisfacer las necesidades humanas tenemos la obligación de preguntarnos qué se produce, cómo, para quién y para qué. A estas preguntas está ligado nuestro futuro como humanidad.
En Uruguay, las respuestas que existen al día de hoy son muy alarmantes. Se anuncian grandes inversiones, en enorme escala, que suponen comprometer y hasta destruir el suelo, el agua, ecosistemas, trama social: más actividades extractivas – minería ¡a cielo abierto! para la extracción de hierro y oro, más monocultivos de árboles a gran escala, más soja –, mega-emprendimientos como el puente en laguna Garzón y el puerto de aguas profundas en Rocha. Las inversiones extranjeras entran a nuestro territorio en nombre de un “desarrollo” de patas cortas y mala salud, de envoltorio brillante y sabor rancio.
Aun así, en medio de todo esto vuelve a florecer la conciencia de que la participación de los movimientos sociales es imprescindible para frenar el avance de este “desarrollo” mal entendido. Y sin duda que fue la participación social la que permitió que se suspendiera toda actividad de la empresa forestal que realizó una plantación de pinos, sin permiso, en la zona de la Quebrada de los Cuervos, o que la minera Aratirí deba presentar un nuevo Estudio de Impacto Ambiental como exigencia de la DINAMA. Y será la participación social la que siga interpelando, cuestionando, protegiendo.
La ironía con la que algunas autoridades quieren denostar a quienes nos preocupamos seriamente del ambiente en toda su dimensión social, tratándonos de “ecologistas”, supuestamente ajenos a las necesidades humanas, sería tonta y hueca si no fuera dramática por su repercusión.
En el Día Mundial del Medio Ambiente el Grupo Guayubira hace un llamado a resignificar el ambiente en toda su integralidad: como espejo de nuestras formas de convivencia, como resultado de las formas de producción y los usos que asignamos al territorio, como el legado que dejaremos a las futuras generaciones.
Grupo Guayubira