México: los últimos guardianes del peyote. Un documental del emblemático desierto potosino
"En el documental se retratan, en una especie de juicio, los argumentos que tienen el pueblo wixárika, los empresarios mineros, los habitantes de Real de Catorce, San Luis Potosí, y los funcionarios gubernamentales en torno a la explotación minera en el lugar sagrado de Wirikuta, buscando el contraste entre la visión de modernidad y la espiritualidad."
La realización del film Huicholes: los últimos guardianes del peyote fue “un mandato de los wixaritari”, relata el argentino Hernán Vílchez, su director. Con amplia experiencia en trabajo televisivo con pueblos indígenas, el realizador confiesa que es la primera vez que una comunidad le solicita directamente realizar un trabajo. En el documental se retratan, en una especie de juicio, los argumentos que tienen el pueblo wixárika, los empresarios mineros, los habitantes de Real de Catorce, San Luis Potosí, y los funcionarios gubernamentales en torno a la explotación minera en el lugar sagrado de Wirikuta, buscando el contraste entre la visión de modernidad y la espiritualidad.
El resultado es un documental hecho con base en el esfuerzo personal del director y los productores, que aporta una mirada externa, pero con “mucho amor y respeto por México”, expresa Vílchez —quien estudió cine en Argentina y Cuba. “En primer lugar, queremos mostrar cómo es la peregrinación de una familia wixárika; por otro lado, queremos brindar información objetiva sobre todos los aspectos del conflicto —sociales, culturales, ambientales y técnicos—; eso incluye poner a todas las voces, las que están a favor y en contra”.
La relevancia de Huicholes, considera Vílchez, radica en que “Wirikuta es un caso emblemático no sólo para México y Latinoamérica, sino para todo el mundo”. Por un lado, resume el tema de la lucha indígena por sus derechos; y por otro, analiza el mensaje relativo al significado de la tierra no sólo para los originarios, sino para quienes actualmente viven ahí y para quienes piden la mina.
Lo más importante de la producción, considera Vílchez, es el planteamiento hacia la sociedad: “a dónde queremos ir y qué humanidad y planeta deseamos. Es una crítica a la visión cortoplacista y voraz que sólo piensa en crecer y crecer; ahí se cruzan la lucha de la modernidad y el mensaje de la espiritualidad”, lanza el director. Para el equipo productor, el cine es un instrumento para hacer conciencia, y por eso se lanzaron a la realización de Huicholes, con la idea de exhibirlo primero ante los actores involucrados en la disputa.
El proyecto comenzó en enero de 2011, y las grabaciones en febrero de 2012 con una ceremonia en el cerro El Quemado. Después del estreno en Real de Catorce,Huicholes viajará para exhibirse de forma gratuita en la comunidad de San Andrés Cohamiata (Tateikié) en la Sierra Huichola, en Guadalajara y la Ciudad de México. El equipo productor pretende que este trabajo, aunque no esté planeado para hacer ganancias, sí sea autosustentable, y tiene un plan de exhibición on line con el que espera obtener recursos para financiar sus costos.
“Queremos un documental sobre nuestra lucha para salvar la tierra sagrada del peyote”. La petición a Vílchez de realizar el documental nació de su trabajo con comunidades aborígenes e indígenas del mundo para una cadena alemana de televisión. El cineasta se inspiró en los libros del conocido antropólogo Fernando Benítez, autor de Los indios de México, para decidirse a filmar al pueblo wixárika.
Al llegar a México, el documentalista hizo contacto con un marakame (chamán) para preparar el trabajo con la televisora. Cuando acudió a solicitar el permiso de los ancianos para filmar —justo en la ceremonia de cambio de varas—, lo sentaron frente al concejo. Vílchez recuerda que miró a los sabios de la comunidad discutir en volumen alto. Ninguno de ellos habla español, y “por el tono, estaba seguro de que me iban a decir que no”. Llegaron entonces la sorpresa y el compromiso.
Efrén, su intérprete, le comunicó que se aprobaba su permiso para filmar para la televisión alemana, “pero lo que realmente quieren que tú hagas es un documental sobre la defensa de Wirikuta”, lugar sagrado de peregrinación de la cultura wixárika, recuerda el director. Y empezó la aventura de forma un tanto solitaria, pues sus entonces socios no aceptaron acompañarlo por diversos motivos. “Pero yo pensé: esto se tiene que hacer”.
Vílchez trabajó con Paola Stefani —manager del grupo musical wixárika Venado Mestizo—, “quien consiguió gente, investigó y quedó como productora, y José Andrés Solórzano, “un realizador joven que estuvo todo el tiempo y desde el primer viaje”, explica.
A través del relato de cómo es la peregrinación a Wirikuta de la familia Sánchez, el equipo de producción aporta una visión externa, que ofrece todas las voces involucradas y “mucha información objetiva sobre todo el espectro del conflicto, lo social, lo cultural, lo ambiental, con mucho énfasis en la parte técnica”, considera el director.
El equipo productor enfatiza que en el año 2010, el gobierno mexicano otorgó concesiones a varias compañías mineras de capitales canadienses para explorar y explotar el área, una reserva natural de 140 mil hectáreas de desierto y sierra en San Luis Potosí, rica en oro, plata y otros minerales valiosos, y que, de acuerdo con la cosmovisión wixárika, mantiene el equilibrio energético de la región y de todo el planeta.
“Los wixaritari saben, y están tratando de hacernos saber, que la destrucción de este territorio pone en peligro el equilibrio de la vida en el planeta. Wirikuta es sagrado porque la vida es sagrada. Sin embargo, este conflicto tiene muchas caras y muchos protagonistas. Su complejidad se corresponde con la complejidad de las relaciones sociales y de poder en un país en desarrollo como México”, señala el equipo.
Entre las voces se considera a los pobladores que quieren un trabajo ante la falta de fuentes de ingresos; a los wixárika, que defienden su cultura milenaria; a los activistas ambientales y solidarios con los indígenas; a la minera, que permitió al equipo productor ingresar a sus proyectos que ya funcionan (“cosa que quizá no hubiera pasado si yo fuera mexicano”, razona Vílchez), y al gobierno, a quien le toca escuchar y consultar a los afectados, expone el director.
“Consideramos que el mensaje que contiene es vital no sólo para México, sino para el mundo; en este momento en que nuestra supervivencia como humanidad peligra a consecuencia de una ideología dominante que únicamente valora la acumulación material”, valora el equipo productor.
¿Y cómo director, cuál es su veredicto?: “Eso no me toca a mí, sino a quienes están en la película. A las autoridades les toca tomar cartas en el asunto y consultar al pueblo wixárika para determinar qué hacer con ese lugar, porque así está establecido en las leyes mexicanas e internacionales”.
Entrevista: Adazahira Chávez
Fuente: Ojarasca