México: En riesgo la apicultura maya
La miel de abeja de la Península de Yucatán, muy valorada por su calidad y características especiales, tiene una presencia importante en el comercio mundial. Suman más de 20 mil los apicultores aquí y en su mayoría son campesinos mayas; su principal ingreso económico proviene de la miel, pero hoy está en riesgo de desaparecer.
En septiembre de 2011 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea emitió una sentencia que establece que la miel que contenga polen de cultivos transgénicos deberá etiquetarse, lo cual provocará que los consumidores rechacen el producto, y ha llevado a los importadores a exigir miel completamente libre de transgénicos. Esto coloca a los apicultores de la Península, y de todo el país, en una situación complicada.
En 2011 el gobierno mexicano autorizó la siembra en la Península de 30 mil hectáreas de soya genéticamente modificada y para el 2012 se pretende establecer 60 mil hectáreas.
La miel está siendo contaminada con polen de soya genéticamente modificada, según resultados de análisis realizados por Intertek en Alemania y reportados en el Segundo Congreso Mundial de Apicultura Orgánica, y de muestras analizadas por organizaciones y empresas de la Península de Yucatán. Estos son datos incontrovertibles que demuestran que las abejas sí visitan las flores de soya, independientemente de que la época de floración no coincida con la temporada de cosecha de la miel. La Secretaría de Agricultura ha mencionado este hecho de la no coincidencia para negar que ocurre la contaminación.
El 40 por ciento de la miel mexicana se obtiene de la Península de Yucatán, y el 98 por ciento de esta última se comercializa directamente en Europa, por lo que el impacto económico en caso de perderse este mercado será mayúsculo (780 millones de pesos en 2010).
Para las familias campesinas mayas, el impacto será mucho mayor. En un estudio realizado en 2011 en el municipio de Hopelchén, en Campeche, se encontró que la venta de miel provee entre 40 y 70 por ciento de sus ingresos totales, y ello es común en muchas regiones de la Península.
El impacto ambiental de del cultivo comercial de soya transgénica en la Península será muy grande, a menos que logre frenarse. La apicultura es una actividad que promueve la conservación de los recursos forestales y de la biodiversidad (pues la miel aquí proviene de la gran diversidad de la flora de la selva y no de cultivos agrícolas), y la introducción masiva de transgénicos provocaría la apertura de grandes áreas de cultivo, deforestación y un incremento en el uso de agroquímicos, particularmente glifosato, con consecuencias graves sobre la salud de la población, además de la contaminación del manto freático (Ver ver aquí).
También se prevé graves problemas sociales derivados del despojo de tierras de las comunidades mayas, por la vía de la renta y venta de terrenos a agroempresarios, aspectos que ya han sido estudiados en América del Sur.
Ante la gravedad de los riesgos, es inexplicable la lógica detrás del impulso de la producción de soya transgénica en la Península de Yucatán. Es insostenible desde cualquier punto de vista: económico, ambiental o sociocultural. La apicultura es una actividad mucho más redituable económicamente, sin contar con las externalidades ambientales. Las zonas en que se autorizó la siembra de soya modificada son forestales de gran importancia para México y el mundo, que prestan invaluables servicios ambientales (recarga de acuíferos) y son hábitat de una gran diversidad de especies.
Dada la situación, se ha construido una alianza amplia entre diversos sectores de la sociedad civil local y nacional, que conformaron el Colectivo Sin Transgénicos, y han emprendido múltiples acciones para detener la siembra de soya transgénica: más de 20 foros de análisis y organización (en comunidades rurales y universidades); difusión de información; reglamentación en ejidos; entrega de cartas de rechazo a transgénicos en los ámbitos municipal, estatal y federal con miles de firmas, y manifestaciones públicas, como los letreros humanos “Ma’ OGM” (“No OGM”, en maya) en diez sitios arqueológicos simultáneamente, entre muchas otras.
En el terreno legal se interpuso un juicio de amparo contra la autorización de la siembra de soya transgénica otorgada por el gobierno federal en el año 2011 (por violación a los derechos al medio ambiente, a la consulta de los pueblos indígenas y al trabajo), mismo que derivó en la suspensión de su siembra hasta que se subsanen las dudas fundadas del daño que esta causará, calificadas por el juez de “irreparables”. Hace unos días el gobierno del estado de Yucatán emitió un decreto que abre la posibilidad de declarar zonas libres de transgénicos, proceso que ya varios gobiernos municipales están explorando.
Los apicultores y campesinos mayas exigen que se respete su derecho a definir la forma de vida de sus comunidades y territorios, para lo que buscan ahora la alianza con otros movimientos y organizaciones nacionales, pues sin duda este problema nos afectará más allá de las fronteras de uno o varios estados.
Fuente: La Jornada del campo