México: Devoran trasnacionales la tierra de Juan Rulfo

Idioma Español
País México

"El ejido San Isidro, en el sur de Jalisco, lleva más de siete décadas reclamando 280 hectáreas, al pie del cerro Petacal".

Aquí las tierras, pródigas pese a todo, están ligadas a fondo con los relatos de Juan Rulfo. Resulta inevitable. Éste y no otro es el llano en llamas que retratara el escritor hace 60 años en una de las obras definitivas de la literatura mexicana.

Historias de pasión, crimen, reivindicación y miseria que retratan el país interior del siglo XX en el campo mexicano.

Cuando nos han dado la tierra significa nos han engañado, nos han robado, nos siguen robando. Sólo una vez el gobierno ha sido justo con estos campesinos. Hace 78 años. Un decreto presidencial de Lázaro Cárdenas en 1939 dotó a San Isidro de las tierras por las que la gente había luchado desde la Revolución. El ejido se conformó un año antes, y desde entonces mantiene un juicio agrario por la entrega total de su resolución presidencial. Recibieron 258 hectáreas de las más de 500 que les reconocieron, mientras una superficie de 280 hectáreas siempre se les regateó y actualmente se encuentra invadida por la empresa trasnacional Amway (llamada aquí Nutrilite) con el invariable respaldo de las autoridades agrarias federales, los sucesivos gobiernos federales y de Jalisco, grandes empresarios y toda la fuerza de Estados Unidos.

La gente aquí sostiene que el mismísimo George Bush visitó las instalaciones de Amway ubicadas vistosamente al pie del cerro Petacal, como promotor y accionista de la firma. Ya lo era durante su presidencia (1989-1993), cuando negociaba con México en Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Desde la Casa Blanca, Bush promovía abiertamente los valores de la firma y la alababa como modelo mundial (el espíritu de Amway, predicaba el distribuidor directo de la empresa: ver aquí). Un campesino apunta:San Gabriel cuenta con una pista aérea de lujo para esa clase de visitantes.

Ya en 1992 Amway había hincado aquí el diente, y de hecho sería la primera empresa beneficiada por el tratado, pues se estableció en marzo de 1994, tres meses después de ponerse en vigor. Bill Clinton, también como presidente, promovía la empresa. Los campesinos de la región, ubicados entre los municipios de San Gabriel y Tolimán, enfrentan, pues, a formidables gigantes. Monsanto está aquí, y hay múltiples instalaciones agroindustriales de Bioparques de Occidente, que cuentan con inusitada protección militar dentro de sus campos; la bandera nacional ondea en la posición sobre su piquete de soldados.

Ni las tierras ni lo que producen son cosa cualquiera. En las plantaciones de Nutrilite (como se llama Amway disimulando una larga cadena de prestanombres y cómplices nacionales) se cultiva gran variedad de frutas, hortalizas y semillas; su meta clave es alimentar a las tropas estadunidenses donde hagan la guerra. Con Afganistán e Irak, los productos deshidratados de Amway experimentaron gran demanda. No salen de allí cargamentos de productos agrícolas, sino recipientes llenos de polvo seco, pero alimenticio. Ello genera algunos daños colaterales de tipo ambiental, pues los deshechos orgánicos son abundantes, contaminan y han resultado tóxicos.

El ejido San Isidro, en el sur de Jalisco, lleva más de siete décadas reclamando 280 hectáreas, al pie del cerro Petacal.

Pobladores y ambientalistas sospechan que las instalaciones, presuntamente amigables con el ambiente, emplean agrotóxicos; se han extendido enfermedades de la sangre en los niños, cáncer en los peones de las plantaciones. Ello, sin contar los efectos de desintegración familiar y comunitaria que trajo la industrialización del Llano Grande. Daños colaterales. Además, la empresa acapara el agua que baja del volcán de Colima, visible en la distancia.

Ahora San Isidro recibe 10 por ciento del suministro al que tiene derecho, pues se lo administra Nutrilite. La empresa presionó directamente para la contrarreforma salinista al artículo 27 constitucional, que le permitió hacerse legalmente de tierras birladas a los campesinos desde 1942, explica María del Carmen Figueroa, abogada de los ejidatarios.

Es momento de señalar que, en toda su grandeza, las historias de Juan Rulfo han hecho un flaco favor propagandístico al llano y sus laderas. Con fines dramáticos y literarios, el narrador carga la tinta en la tragedia, la pobreza, la ignorancia y la supuesta aridez de tierra mala donde se atormentan y confiesan sus personajes. Mas de ser así, ¿cómo explicar la codicia agroindustrial que despiertan estos lares? Las 280 hectáreas sistemáticamente negadas a sus dueños legítimos, al pie del rulfiano cerro Petacal, poseen un microclima excepcional, con 23-24 grados centígrados todo el año; ni siquiera necesitan invernaderos ahí.

Eva Robles, asesora legal de San Isidro, señala: Desde hace 15 años esta región se ha transformado radicalmente. Contra la vocación campesina de sus habitantes, se ha promovido la agroindustria, inaugurada por Amway-Nutrilite, acaparando más de mil hectáreas con invernaderos que exportan casi la totalidad de su producción.

Entre las empresas y laboratorios experimentales encontramos a Monsanto, Nature Sweet, Desert Glory-Bioparques de Occidente, Agrícola Don Memo y La Primavera.

Pero los campesinos de San Isidro tienen mucho que decir, sobre todo después de que, a principio de 2016, un juzgado de distrito confirmó la sentencia del tribunal agrario que ordena la restitución de estas tierras al ejido. Claro, aquí no pasa nada. ¿Quién se atreverá a aplicar la ley a los invasores trasnacionales, tan bien apadrinados?

- Foto por Graciela Iturbide.

Fuente: La Jornada

Temas: Tierra, territorio y bienes comunes

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