Los demás TLC también son contrarios al interés de Colombia
Aunque es claro lo dañino que es el TLC con Estados Unidos para Colombia, el presidente Álvaro Uribe insiste en ampliar las ataduras del país al “libre comercio”, esta vez con Canadá y la Asociación Europea de Libre Comercio (Islandia, Noruega, Suiza y Liechtenstein). El mundo atraviesa la peor crisis de su historia, como consecuencia de la globalización neoliberal, y Uribe insiste en que la salvación del país consiste en aferrarse a ella.
Estos otros dos TLC son copias del firmado con Washington. La posición oficial no permite dudas: “Para estos dos TLC (Canadá y AELC) se mantendrá la estrategia de trabajo que se utilizó en el acuerdo con Estados Unidos”, afirmó el ex consultor de empresas transnacionales y actual jefe del ‘equipo negociador’, Ricardo Duarte. Y el Ministro de Comercio, Luis Guillermo Plata, dijo que “la base para las propuestas presentadas de parte y parte, en buena medida corresponden al contenido de lo acordado con la negociación con Estados Unidos”.
En estas negociaciones, además, ni siquiera aparentaron su “democracia profunda”, pues nunca les consultaron la opinión a los colombianos, dado que las “negociaciones” tuvieron mucho de clandestinas.
Las consecuencias serán evidentes: el 80% de lo que vende Colombia a Canadá es café, carbón, flores y azúcar, es decir, bienes que no requieren de un tratado para colocarse. En contrapartida, el 23% de lo que compra nuestro país a Canadá son productos agrarios, principalmente cereales y cárnicos, que agravarán la situación de los productores nacionales.
El TLC con Canadá parece escrito por una compañía de explotación de minas. Canadá se conoce como el paraíso de este tipo de consorcios, tales como Colombia Goldfields Ltda., Coalcorp Mining Inc., Frontier Pacific Mining Corporation, cuyo dañino impacto ambiental es bien conocido.
Con la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC), el acuerdo es igual de pernicioso. Esta región, cuya población no sobrepasa los 12 millones de habitantes, es sede de “corporaciones ficticias y usadas como pantallas de turbias operaciones. Nadie puede alegar que son un gran mercado”, según afirma el empresario colombiano Emilio Sardi. Islandia fue el primer país en colapsar ante la actual crisis mundial, ya que sus movimientos financieros eran diez veces más grandes que su economía. Para tratar de salvarse, congeló los depósitos de ahorradores ingleses, a lo que el gobierno de Brown respondió aplicándole la ley antiterrorista. Resulta inaudito que Uribe presente como un gran éxito firmar un TLC con un país en esas circunstancias.
El TLC con este bloque, según el ministro Plata, “consolidará y estimulará mayores flujos de inversión, al establecer seguridad jurídica y reglas de juego claras, como ser tratados como nacionales en los países que efectúen su inversión”. Esto beneficiará a trasnacionales originarias de esos países y, desde luego, a las farmacéuticas, las cuales fortalecerán sus monopolios por propiedad intelectual, con el consecuente aumento de los precios de los medicamentos, como recientemente lo advirtió la Iglesia Católica colombiana.
Significa no menos que un acto de traición aprobar los TLC con Canadá y la AELC, insistir en la aprobación del TLC con Estados Unidos y romper la integración andina para negociar y aprobar otro tratado de “libre comercio” con la Unión Europea.
Los sectores democráticos en Colombia defendemos una relación con el mundo diferente a la del “libre comercio”, porque esta, como está probado hasta la saciedad, nos arrebata la capacidad soberana para decidir y convierte al país en una especie de colonia de las trasnacionales y las potencias económicas, con sus secuela de atraso productivo, desempleo y pobreza para los colombianos.
Fuente: Recalca