Itaipu: el gran engaño
"Itaipu se localiza en el río Paraná, entre Brasil y Paraguay y apesar de la inmensa riqueza que ha generado en casi tres décadas, la empresa que la administra no ha sido capaz de saldar la deuda que contrajo con la remoción de decenas de comunidades guaraníes para la formación de su lago."
Itaipu viene de la lengua guaraní y significa “piedra que canta”. Es el nombre de la mayor hidroléctrica del mundo en términos de generación de energía. La planta fue construida en pleno territorio indígena, en un lugar donde los cronistas e historiadores registran la presencia de grupos guaraníes desde hace siglos. Se estima que casi 100 comunidades guaraníes, hablantes de las lenguas nhandeva (conocidos como avá-guaraní) y mbya, sufren el impacto de su instalación desde hace 28 años, y hasta el momento la mayor parte no ha recibido compensación por los territorios tradicionales que perdieron: más de 80 mil hectáreas, sólo del lado brasileño.
Itaipu se localiza en el río Paraná, entre Brasil y Paraguay y apesar de la inmensa riqueza que ha generado en casi tres décadas, la empresa que la administra no ha sido capaz de saldar la deuda que contrajo con la remoción de decenas de comunidades guaraníes para la formación de su lago.
José, de 52 años, era un joven cuando el área donde vivía, Oco’y Jacutinga, fue afectada por el lago formado por Itaipu, obligado a mudar radicalmente un modo de vida que hoy sobrevive sólo en su memoria: “La gente tenía lugar suficiente para cazar, río para pescar, espacio para nuestra cultura”. Después de Itaipu, todo cambió. En 1982, José se fue a vivir a la recién creada aldea avá-guarani do Oco’y, al lado del lago de Itaipu, en San Miguel de Iguazu (Paraguay). Pocos años después, con la rápida superpoblación de aquellas 251 hectáreas, participó en el movimiento que demandaba la constitución de una nueva aldea guaraní.
En 1997, surgió el Tekoha Añetete, tierra indígena localizada en Diamante D’Oeste (Paraguay). Mil 744 hectáreas compradas por Itaipu. Aún así era poca tierra, tanto que 11 años después José partió con 17 familias aliadas para fundar una nueva aldea, Vy’a Renda Poty, ocupación de 109 hectáreas no regularizadas, próximas a Santa Helena.
Según informaciones de los indígenas recogidas por la antropóloga Malu Brant en la región de Itaipu, del lado brasileño existían al menos 32 aldeas guaraníes. Todas desaparecieron entre 1940 y 1982, periodo entre la creación del Parque Nacional de Iguazú (1939) y la inundación de Itaipu (1982).
Por lo menos nueve aldeas fueron inundadas por la planta, de acuerdo con el levantamiento de la antropóloga, que inició su investigación en la región a solicitud de la Justicia Federal de Foz de Iguazú. Doña María repasa ese drama. Cuenta que nació en 1924, en la misma área donde vivía José antes de la inundación, Oco’y Jacutinga. En los años 40, María presenció una masacre. “Yo y mi familia asistimos escondidos. Yo lo vi, mataron todo. Abrían las barrigas con un machete y los aventaban después a las cataratas (de Iguazú)”, relató a Brant.
En esa época, destaca la antropóloga, los guaraníes de la región del Parque Nacional de Iguazú fueron expulsados por el antiguo Instituto Brasileño de Desarrollo de la Floresta (ibdf). De la nueva localidad, en la misma región, la familia de María fue expulsada en 1962 —también por el ibdf— y siguió para formar otra aldea, junto a Foz do Iguazú, de donde fueron nuevamente retirados, esa vez por el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra), según recuerda. (Malu Brant explica que para promover el asentamiento de colonos retirados del área del parque). En 1981, María volvió al área donde nació y que finalmente fue inundada por Itaipu. Acabó yendo a vivir al Oco’y, donde tuvieron que reunirse decenas de familias.
La tierra de Oco’y tiene 7 kilómetros de ancho por 240 metros de largo y los primeros cien metros a partir de los bordes internos del lago son propiedad de Itaipu, sólo los 140 metros restantes son destinados a la población indígena. La aldea está constituida por cuatro lotes donados a cuatro familias indígenas. Eso cuando, según las declaraciones, había más de 70 familias en Oco’y Jacutinga, área próxima que fue inundada.
Ahí, además, los guaraníes disputan espacio con los colonos. Los agrotóxicos usados por los agricultores en torno a la aldea contaminan el agua del lago, muchas veces utilizada por los indígenas. Oco’y es la única localidad del estado de Paraná con incidencia de malaria. El control de la enfermedad se realiza aplicando un producto tóxico que provoca más contaminación. La comunidad sobrevive con canastas básicas donadas por Itaipu.
La superpoblación en Oco’y, uno de los únicos espacios disponibles en la región para refugio de los indios después de que se formó el lago, generó un movimiento por nuevas demarcaciones de tierra en pocos años, como relata José. Pero la creación de Añetete, en 1997, no resolvió el problema de tierras.
Después de nuevas presiones de los guaraníes, en 2004 Itaipu adquirió un área con 509 hectáreas, la actual aldea de Itamara, también en Diamante D’Oeste, donde fueron a vivir 40 familias. La aldea Vy’a Renda Poty, donde vive José, está localizada en el área que pertenece al Instituto Agronómico de Paraná (Iapar). El local se ubica próximo a la antigua aldea Dos Hermanos, una de las que se encuentran bajo las aguas de Itaipu. “Estas recuperaciones de tierra demuestran la urgente necesidad de ampliación territorial. Es una deuda histórica que el Estado brasileño continúa negándose a reconocer”, relata Paulo Porto Borges, de la Operación Amazonia Nativa (Opan), que acompaña a los guaraníes en el oeste de Paraná desde 2000.
José afirma que Itaipu no presta ninguna asistencia en Vy’a Renda Poty. “Siendo culpa de ellos la pérdida de nuestro territorio, la empresa dice que si volvemos a la aldea Añetete recibiremos una canasta básica, sólo que allá no hay espacio. Ellos tiraron nuestras tierras y ahora necesitamos de ellos hasta para alimentarnos, no queremos eso.”
Para Brant, la Fundación Nacional del Indio (Funai) fue omisa en todo el periodo histórico. Actualmente hay tres áreas en fase de identificación antropológica en la región. “Es necesario el reconocimiento de las tierras que ellos perdieron por cuenta de esos megaproyectos y la identificación de las áreas de acuerdo con lo que ellos tenían”, analiza.
Del lado paraguayo, el problema con Itaipu también se arrastra hasta hoy. Mario Rivarola, de la Organización Nacional de los Aborígenes Independientes (Onai), relata que fueron 60 las comunidades desalojadas por Itaipu en los años setenta. “Hacían promesas, decían que reasentarían e indemnizarían a la población. Todo quedó en teoría. Los que no aceptaban salir eran llevados por la policía y los militares”, dice. “Lo que más duele es que nos obligaron a salir, pero algunas áreas no fueron inundadas y hoy están ocupadas por hacendados.”
Traducción de Waldo Lao Sánchez Fuentes. Una versión más amplia aparece este mes aquí.
Fuente: La Jornada Ojarasca