India y la larga marcha campesina
26 de enero, en el Día de la República de India, miles de campesinos/as y trabajadores/as agrícolas, conduciendo sus tractores marchan por las calles de la capital Nueva Delhi, llevan sus luchas a las puertas del Rashtrapati Bhavan, la residencia oficial del presidente indio. Durante más de dos meses, han llevado adelante una revuelta nacional contra la política que impulsa el primer ministro Narendra Modi, del nacionalista hindú Bharatiya Janata Party, al servicio de los grandes grupos empresariales, cuyas ganancias se han disparado durante la pandemia.
“Somos hierba. Crecemos en todo”.
Avtar Singh Sandhu, poeta asesinado en 1988
A pesar del inclemente frío y la pandemia que azota el país, campesinos/as y trabajadores/as agrícolas se han movilizado desde todo el país y levantado campamentos en Nueva Delhi. Allì promueven una cultura solidaria, con cocinas y lavanderías comunitarias, puntos de distribución gratuita de productos esenciales, lugares de discusión y actividades recreativas. Reclaman la derogación de tres nuevas ordenanzas legisladas en septiembre último por el Parlamento, a las cuales acusan de dañar la soberanía alimentaria del país, poniendo el fruto de su trabajo a merced de las corporaciones.
Las protestas llegan simultáneamente con la preocupación internacional ante una situación que encadena hambre y producción de alimentos. Directivos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), afirman que campesinos/as y residentes urbanos/as pobres han sido las personas más afectadas por la pandemia. “Alejados de los mercados y con una caída en la demanda de consumo, los campesinos han luchado por vender sus productos, mientras los trabajadores informales en áreas urbanas viven al día, desempleados y en confinamiento”, señaló la científica del organismo Ismahane Elouafi. Producción y apropiación de alimentos, hambre mundial, el debate sobre estas cuestiones es prácticamente inexistente, en gran parte debido al dominio impuesto por las diez grandes empresas multinacionales de alimentación: Nestlé (Suiza), PepsiCo (Nueva York), Unilever (Londres y Rotterdam), Coca-Cola (Atlanta), Mars (Virginia), Mondelez (Illinois), Danone (Parìs), General Mills (Minnesota), Associated British Foods (Londres) y Kellogg’s (Míchigan. Estados Unidos).
La lógica de las ganancias de estas corporaciones impulsa a privilegiar la producción de granos de “calorías baratas” -arroz, maíz, trigo, soja-, fáciles de cultivar a gran escala y de transporte asequible. Mientras tanto se multiplican los efectos negativos: concentración de la tierra, migraciones forzadas, deforestación de ecosistemas complejos, uso extensivo de agua dulce, altas emisiones de gases de efecto invernadero debido al transporte, y un régimen de subsidio estatal en Europa y Estados Unidos que asciende a 601.000 millones de dólares. Todo un sistema de producción de alimentos que va en detrimento tanto del trabajo de los campesinos/as y trabajadores/as agrícolas, como de la salud pública.
La Corte Suprema de Justicia de India trató de llevar la movilización campesina a un callejón sin salida, cuando ordenó crear un comité para evaluar la situación, por supuesto que sin participación de referentes de los trabajadores. Y solo agregó más leña al fuego, al declarar sus miembros que los movilizados estaban obligados a desmontar los campamentos, y especialmente las mujeres y personas mayores debían abandonar los sitios de protesta. Con todo derecho se extendió la indignación ante estas declaraciones irrespetuosas. Las mujeres también son campesinas y trabajadoras agrícolas, y desempeñan un rol fundamental en esta revuelta.
“Cuando las mujeres campesinas hablen, las fronteras de Delhi temblarán”, decían las pancartas durante su presencia masiva en los actos del Día de la Mujer Campesina (Mahila Kisan Diwas), celebrado el 18 de enero en todos los campamentos. Mariam Dhawale, secretaria general de la Asociación de Mujeres Democráticas de Toda India (AIDWA), fue tajante: “Las mujeres serán las que más van a sufrir con las nuevas leyes campesinas. Aunque están muy involucradas en la agricultura, no tienen el poder de tomar decisiones. Los cambios en, por ejemplo, la Ley de Productos Básicos, generan escasez de alimentos y las mujeres tendrán que cargar con ese peso”.
Los números del hambre que habían aumentado dramáticamente antes de la pandemia, ahora están disparándose en flecha. Entre las personas que la sufren están los/as campesinos/as y trabajadores/as agrícolas que cultivan los alimentos pero no pueden costear comerlos.
Hoy la gran marcha campesina que pretendía cruzar de manera pacífica Nueva Delhi, encabezada por miles de tractores de los sindicatos de agricultores, se volvió violenta con al menos un muerto cuando los manifestantes penetraron en el centro de la capital, tras derribar barricadas y enfrentarse con las fuerzas represivas, que no pudieron contenerlos. La presión, tras más de dos meses de protestas contra el gobierno del primer ministro indio, Narendra Modi, no cede y en estos momentos se replica con miles de concentraciones por todo el país.
La revuelta del campesinado indio es ciertamente una lucha por derogar las tres leyes agrarias que los perjudican. Pero su lucha es por mucho más que eso. Como afirma el investigador P. Sainath, “No se trata solo de las leyes, que ciertamente se deben derogar. Esta lucha no es solo sobre Punjab y Haryana, va mucho más allá. ¿Qué queremos, una agricultura dirigida por las comunidades o por las grandes empresas? Las/os campesinos están confrontando directamente el modelo empresarial. Actualmente India es un Estado dirigido por las grandes empresas, el fundamentalismo socio-religioso y de mercado gobierna nuestras vidas. Esta protesta es en defensa de la democracia. Estamos recuperando la república”.
Campesinos/as y trabajadores/as vocean hoy en cara de Modi y de la clase dominante india:
“Si quieres, arroja la bomba en la universidad.
Reduce mi residencia a un montón de escombros.
Arroja tus fósforos blancos en nuestros barrios.
¿Qué me harás?
Soy hierba. Crezco en todo”.
Fuente: ANRed