Globalización, especulación y agrocombustibles
Son ya varios los países del mundo, desde India hasta la Argentina, donde se registran revueltas, protestas y movilizaciones debido al encarecimiento de los alimentos y a las medidas gubernamentales que buscan socializar localmente los impactos de un modelo mundial de producción de alimentos basado en los subsidios, las cuotas de producción y las prácticas especulativas de las multinacionales alimenticias. En México el maíz de las tortillas ha subido un 60%. A nivel mundial durante el último año este cereal ha subido un 53%, el trigo un 130%; el arroz un 74% y la soya un 87%. En España los productores agropecuarios se movilizarán a partir del 20 de mayo para protestar porque la diferencia entre lo que se les paga en las fincas y el precio de venta de los mismos productos en los supermercados alcanza un 400%.
Recientemente se produjo por primera vez un racionamiento de arroz por parte de los almacenes de cadena en los EU. Filipinas no ha logrado cubrir la cuota de importación de de arroz que le permita abastecer su consumo. Vietnam, uno de los tres grandes productores junto a la India y Egipto, ha tenido que limitar las exportaciones para garantizar el consumo local. Ucrania atraviesa una grave crisis de producción de cereales. En África el programa mundial de alimentos ha tenido que reducir las raciones que distribuye entre millones de africanos empobrecidos en diferentes regiones del continente. Este programa ha solicitado a los países ricos donaciones urgentes para impedir que millones de niños mueran de hambre este año.
Los alimentos, pese a los pronósticos de fundamentalistas y defensores de la mano invisible del mercado, están escasos y son más caros, tendencia que lleva ya cinco años y que tendrá su momento más álgido dentro de 18 meses, según algunos analistas. En las últimas tres semanas los precios de los alimentos han subido un 20%, situación que tiende a empeorar a raíz del precio récord del petróleo, que implica el aumento de los costos de producción y de transporte. Hoy el precio de un barril de crudo se situó en 123 dólares.
"Los precios de la comida están subiendo por una combinación de fuerte demanda de países en desarrollo, una ascendente población global, inundaciones y sequías más frecuentes causadas por el cambio climático y el apetito de la industria de los biocombustibles por los granos", afirmaba el Financial Times recientemente, sin ninguna crítica al modelo agrícola neoliberal que destruyo la economía campesina en los países del Sur y benefició a la mafia especulativa de las empresas multinacionales de alimentos.
En China a finales de 2007 murieron tres personas y 31 resultaron heridas durante una estampida de compradores que atendían a una oferta de aceite de cocina a precio rebajado. Estas fueron tal vez las primeras víctimas mortales de la creciente industria de los agrocombustibles en China. China tiene apenas el 7% de la tierra cultivable pero alimenta a la quinta parte de la población mundial, lo que la coloca como el tercer importador mundial de productos agrícolas, sólo superada por EU y Japón. Otra de las razones que impulsa el incremento en el precio de los alimentos es la misma que antes incentivó el alza mundial de materias primas como el petróleo, el hierro y el cobre: la economía en expansión de China. Esta expansión no es ilimitada: si China sigue el ritmo actual de crecimiento, en el 2031 tendría 1.450 millones de habitantes. A este ritmo China en el 2031 consumiría 99 millones de barriles de petróleo al día, cuando en la actualidad en todo el mundo se producen 79 millones y necesitaría 181 millones de toneladas anuales de cereales, frente a los 64 millones actuales.
Los combustibles obtenidos a partir de alimentos como el maíz, en los que EU ha puesto todo su empeño para solucionar parcialmente la dependencia del petróleo cada vez más escaso, están comenzando a recibir la reprobación internacional y de Naciones Unidas, que atribuye buena parte de la crisis mundial de alimentos a las toneladas de cosecha que se están destinando a los agrocarburantes. Sólo los EU destinaron 81 millones de toneladas de maíz este año para la producción de agroetanol. Los llamados biocombustibles no son para nada ecológicos, pues para producir un litro de bioetanol se requieren cuatro mil litros de agua. La producción de agrocarburantes implica deforestar millones de hectáreas de selvas en los países del Sur.
Los EU a través del Banco Mundial y de la Usaid promueven la siembra de palma aceitera y de caña de azúcar como materias primas para la producción de carburantes en países en guerra como Colombia, donde esta política además sirve para legalizar tierras expropiadas por grupos mafiosos y paramilitares a los campesinos y afrodescendientes. En el Magdalena Medio colombiano el caso más emblemático de este modelo de apoyo de la cooperación gringa al paramilitarismo lo constituye Cooproagrosur, que ha recibido dineros de la Usaid a través de un operador (ARD) para su proyecto de palma aceitera ubicado en Monterrey, entre los municipios de San Pablo y Simití, en el sur de Bolívar. Con este proyecto, los "paras" han realizado un proceso de lavado de dólares del narcotráfico y de otras actividades ilícitas como el robo continuado de gasolina y de paso han logrado legalizar la tenencia de estas tierras obtenidas bajo expropiaciones y presiones sobre sus verdaderos propietarios.
Tan grave es la situación alimentaria mundial actual que el relator especial de la ONU para el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, tachó de "crimen contra la humanidad, la transformación masiva de cultivos en biocarburantes provocando la escalada de precios de productos básicos esenciales para la supervivencia de millones de personas". El mismo funcionario no dudó en sentar la responsabilidad de la crisis en el FMI, la OMC y las multinacionales de la producción de alimentos.
Hasta los especuladores como Nestlé, una de las empresas responsables y beneficiaria de la crisis advierte que al paso que vamos "no habrá nada que comer si se quiere cubrir el 20% de la necesidad creciente de productos petroleros con biocarburantes, como está previsto. El abastecimiento de productos para la población del mundo se pone en peligro" manifestó Peter Brabeck, presidente de la multinacional. "Otorgar enormes subvenciones para producirlos es inaceptable moralmente e irresponsable, pues millones de toneladas de maíz dedicadas a biocarburantes son toneladas de maíz menos para el sector alimentario", añadió.
La crisis alimentaria mundial es un indicador de los impactos de la globalización del capitalismo sobre los pueblos que basaban su desarrollo en la soberanía alimentaria y las economías campesinas locales. Convertir la comida en combustible y generar hambre en las regiones empobrecidas representa un crimen contra la humanidad que no tiene ninguna justificación. Este crimen y las guerras neocoloniales de los EU buscan mercantilizar a ultranza todas las relaciones humanas, despojándolas de cualquier tenor ético y social, con tal de mantener vigente la aceitada fórmula que nos lleva al matadero: dinero-mercancía-más dinero.
Fuente: Prensa Rural