“Fortalecer la agricultura familiar, campesina e indígena es central para una nueva Argentina”
Es mucho lo que estamos aprendiendo de esta pandemia global. Por ejemplo que muchas de las tareas “esenciales” son sostenidas por trabajadores y trabajadores con enormes niveles de precarización; y en general muy lejos de la valoración social de la que gozan las profesiones liberales que hoy pueden guardar aislamiento preventivo, o de los médicos que aplaudimos cada noche.
“Fortalecer la agricultura familiar, campesina e indígena es central para una nueva Argentina
con bienestar para la población” – Lautaro Leveratto (MTE Rural)
Entre el enorme espectro de la llamada economía social y popular se destaca el sector campesino y de la agricultura familiar, que produce la enorme mayoría de lo que llevamos a la boca cada día. Es el campo que produce alimentos, muy lejos de las lógicas especulativas del campo concentrado y las cadenas de intermediación.
Hace una semana preguntábamos ¿Dónde estaríamos hoy sin las organizaciones campesinas? y conversamos con distintos referentes de esas organizaciones. Esto hablamos con Lautaro Leveratto del MTE Rural.
Huerquen: ¿Cómo encontró la pandemia al sector de la agricultura familiar y campesina?
Lautaro: En diciembre de 2019 la agricultura familiar estaba en emergencia. Cuatro años de tarifazos y dolarización de insumos, además de la eliminación del 80% del presupuesto del estado nacional dedicado al sector, significaron la desprotección de un sector central para la alimentación de las familias argentinas. Durante los 4 años del macrismo las condiciones de vida y de producción de las familias campesinas desmejoraron visiblemente, sin contar los casos de persecución policía y desalojos territoriales que se dieron en varios puntos del país. Pero durante el macrismo se produjo otro fenómeno: la alianza con los sectores urbanos se profundizó. Los verdurazos y la unidad construida entre organizaciones de la agricultura familiar nos permitieron visibilizar el sector y lograr consolidar un frente de lucha como nunca antes.
A pesar de ello la pandemia nos encontró con más esperanzas que nunca, trabajando para alimentar a un pueblo que meses atrás había elegido un nuevo gobierno que plantea que el hambre de nuestros niños y niñas se declaró como inadmisible. Las organizaciones y los productores y productoras, fuimos consientes de nuestro rol y de redoblar esfuerzos para que nuestra producción llegara a todas las mesas de los argentinos.
Hqn: Con las medidas de resguardo obligatorio ¿cómo siguió el esquema de producción y distribución? ¿Qué rol tienen el sector hoy en cuanto al abastecimiento de alimentos?
LL: El sector de la agricultura familiar campesina e indígena produce más del 70% de los alimentos que consumimos los argentinos y argentinas. Sin agricultura familiar no habría verdulerías ni productos frescos disponibles. El problema es que los campesinos y campesinas, dispersos en el territorio rural o concentrados en los cinturones periurbanos, no contamos con el capital suficiente y los medios de transporte y distribución, ni el acceso a la tecnología, para participar de las diferentes etapas de la cadena productiva. Trabajamos duro y las ganancias se las llevan otros: semilleros multinacionales, medieros y grandes comercializadoras.
El aislamiento preventivo y obligatorio, si bien dejó exceptuadas las actividades agropecuarias, impactó en nuestra actividad. Es cierto que muchas familias viven en la misma unidad productiva, pero se ha dificultado el traslado de mano de obra, el acceso a insumos y el cierre de varios puntos de venta directa en los cuales participábamos. Todo esto afecta a un sector que como dijimos ya se encontraba en emergencia antes de la pandemia.
A pesar de eso, la agricultura familiar cuenta hoy con aliados en algunas instituciones estatales, como la Secretaria de Agricultura Familiar de la Nación, la cual nos posibilitó algunas gestiones para solucionar inconvenientes puntuales en algunos lugares. Sin embargo las soluciones aún son insuficientes, y vamos a necesitar mayor intervención estatal para salir de esta coyuntura.
En todo este contexto los compañeros y compañeras somos muy conscientes del rol que tenemos en la producción de alimentos y continuamos contra viento y marea trabajando para que la cadena productiva no se detenga y no haya desabastecimiento.
Si bien ya lo veníamos haciendo, fortalecimos las líneas de distribución hacia comedores para la elaboración de viandas para las familias más necesitadas de los barrios populares de todo el país. Y otro fenómeno que se ha producido es que se triplicaron los pedidos que tenemos de bolsones de verdura, que ahora estamos llevando puerta a puerta en 5 ciudades. Pueblo a Pueblo está entregando 5.000 bolsones a domicilio llegando a 12.000 personas, más de 20 toneladas de alimentos.
Hqn: ¿Por qué aumentaron los precios de algunos productos esenciales de la canasta alimentaria?
LL: Algunos de los inconvenientes a los que hicimos referencia pueden influir en cierto aumento de los precios, sin embargo denunciamos que son los intermediarios y las grandes cadenas comercializadoras las que especulan con los precios.
Si bien algunos precios subieron, estas subas no se ven reflejadas en el precio que recibe el productor en su quinta o su unidad productiva. Sin contar que como dijimos antes en muchas provincias se han cerrado prácticamente todos los puntos de venta, por lo que estamos próximos a perder cosechas y animales.
Hqn: Con este escenario ¿se actualiza el debate sobre el modelo agropecuario en Argentina?
LL: Por supuesto que sí. Este modelo agropecuario nunca tiene al ser humano en el centro. No le importa que la gente tenga hambre, no le importa la pandemia, ni el abastecimiento. Este modelo está hecho a imagen y semejanza de una oligarquía terrateniente que hoy cambió su modelo de negocio pero que sigue siendo la que se lleva las ganancias. Debemos volver a hablar de Reforma Agraria Integral y Popular, donde se democratice el acceso a la tierra, se cambie el modelo productivo hacia una versión sustentable para el ser humano y el medio ambiente, y que tenga como eje central la Soberanía Alimentaria.
Esto no significa que desconozcamos el rol de la agricultura en nuestro país como generadora de divisas para la argentina, pero si entendemos que no puede ser ese el único objetivo. La agricultura familiar genera el 60% del empleo rural, produce alimentos para el mercado nacional y tiene una gran apuesta a la agroecología como transición a prácticas sustentables. Fortalecer y desarrollar el rol de la agricultura familiar campesina e indígena es urgente para una nueva argentina donde el objetivo central sea el bienestar de la población y no la riqueza de unos pocos.