En el infierno de la ganadería industrial: "At the Fork"
"Lo que revela "At The Fork" nada tiene que ver con los idílicos paisajes con vacas pastando libres en el campo que muestran los anuncios de la industria cárnica. Un sector íntimamente relacionado con el calentamiento global y la desaparición de las masas forestales de amplias zonas del planeta."
Por Igor López:
"Si los mataderos tuvieran muros de cristal, todos seríamos vegetariamos". La célebre sentencia de Paul McCartney (sí, el ex Beatle) podría servir como eslogan publicitario para At The Fork (www.attheforkfilm.com), el esclarecedor filme que la pareja estadounidense formada por los documentalistas John Papola (director y omnívoro en su vida diaria) y Lisa Versaci (productora y, por el contrario, vegana) ha estrenado estos días en la Berlinale.
La cinta es una inmersión en el habitualmente opaco entorno de la granjas de ganadería industrial y en las vidas (y muertes) de los animales allí confinados para consumo humano. En definitiva, una especie de road movie a lo largo de EEUU protagonizada por esta pareja afincada en Austin (Texas), para investigar la realidad que existe detrás de cada filete o hamburguesa que llega a los platos occidentales.
"Poco después de conocer a Lisa, la llevé a casa de mis padres para el día de Acción de Gracias. Ellos habían cocinado un pavo enorme, pero Lisa lo rechazó diciendo que para ella eso sería como comerse a su propio perro. Algo que no le sentó demasiado bien a mi madre, la verdad", bromea Papola durante su entrevista con EL MUNDO. "A partir de entonces toda la cuestión de cómo nos alimentamos ha estado muy presente en nuestras conversaciones -continúa-. Un día decidimos que sería buena idea hacer un documental sobre las granjas ganaderas, pero de un modo accesible para las personas que no están muy identificadas con la causa animalista".
Y es que aquí no se muestran esa clase de escenas sangrientas, como de película gore, que se pueden ver en las investigaciones clandestinas de PETA o Igualdad Animal dentro de los mataderos del primer mundo. "Una de las razones es que jamás nos hubieran permitido el acceso a ninguno de esos lugares -aclara Versaci-. Pero la principal es que invalidaría el resto de la experiencia del filme. Mucha gente nos decía: "Bueno, son animales que se crían para comer. ¿Qué más da que los maten?" Pero es que esa es la clave del documental: cómo viven sus vidas antes de ir al matadero, qué clase de existencias miserables tienen hasta el final de sus días".
El documental trata de entender también el punto de vista de los ganaderos, desde empresas familiares hasta grandes factorías con más de 100.000 cabezas de ganado. Todos ellos abrumados por la competencia feroz de precios que, claro, repercute negativamente en la calidad de vida de los animales. "Muchos de estos granjeros no forman parte de corporaciones sin escrúpulos -explica Papola-. Vivimos en un mundo en el que la gente que vive en la ciudad está totalmente desconectada de lo que pasa en el campo. Sólo un 1% de la población estadounidense vive en granjas. El resto no entiende mucho de lo que sucede allí. Todos los ganaderos con los que hemos hablado son conscientes de que están matando a seres que también sienten y para ellos tampoco es sencillo hacerlo, pero es su modo de vida. Sería muy injusto tratarlos como monstruos".
Pero lo que revela At The Fork nada tiene que ver con los idílicos paisajes con vacas pastando libres en el campo que muestran los anuncios de la industria cárnica. Un sector íntimamente relacionado con el calentamiento global y la desaparición de las masas forestales de amplias zonas del planeta. Según un informe de 2009 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (ver aquí), la ganadería industrial genera más gases de efecto invernadero, el 18%, que el sector del transporte en su totalidad, además de ser la causante directa del 70% de la deforestación del Amazonas.
"Supongo que en unos cientos de años la mayoría de la humanidad entera será vegetariana, porque el actual sistema es insostenible -concluye Papola-. En EEUU la mayoría de los terrenos cultivados se utilizan para alimentar a animales de granja, lo que es una locura. Y en el resto del mundo ocurre lo mismo. Es necesario evolucionar".
Fuente: El Mundo