“El hambre y la obesidad son dos caras de una misma moneda”
Esther Vivas es una vieja conocida de The Ecologist. Ahora, junto a Josep Maria Antentas, acaba de publicar el libro Resistencias globales. De Seattle a la crisis de Wall Street. En su punto de mira, desde hace tiempo, está el sistema agroalimentario global. Obesidad y hambre son consecuencias de un modelo criminal a gran escala.
Efectivamente, Esther Vivas es bien conocida en The Ecologist. Por sus artículos de opinión y por sus activismos. Entre sus trabajos periodísticos recientes, destacamos la entrevista a Teresa Forcades. En ella, la conocida monja benedictina sentencia: “Estamos en un contexto donde se toman decisiones a niveles cada vez más alejados de la ciudadanía. Con el Tratado de Lisboa eso irá a más. Es un proceso que va más rápido que la conciencia que tenemos del mismo. En el caso de la gripe A, ha habido unos consensos extraños y una falta de debate en el terreno político, que sólo se ha roto un poco cuando salió la ministra polaca cuestionando estas políticas”. También pasa esto en agroalimentación. Las decisiones se toman sin tener en cuenta las necesidades de los ciudadanos y mirando sólo por los intereses de las grandes compañías del sector.
-Aumentan la desnutrición y la obesidad al mismo tiempo. Estas dos historias, ¿tienen un mismo origen?
-El hambre y la obesidad son dos caras de una misma moneda, de un sistema agroalimentario privatizado y mercantil. Hoy, la producción agrícola ya no responde a nuestras necesidades alimentarias sino que está supeditada a los intereses económicos de la industria agroalimentaria. Esta lógica nos ha conducido a una situación de grave crisis alimentaria, donde una de cada seis personas en el mundo pasa hambre, a pesar de que se produce más que en cualquier otro período en la Historia, pero, si no tienes suficiente dinero para pagar el precio de los alimentos, no comes. Esto es lo que sucedió con el estallido de la crisis alimentaria de los años 2007 y 2008, con un aumento espectacular de los precios.
Una situación de hambruna que persiste en la actualidad. Al mismo tiempo, los alimentos se producen, se transforman y se distribuyen al menor coste empresarial posible, explotando a todos los actores que participan en la cadena comercial de origen a fin y estableciendo un alto diferencial entre el precio pagado en origen y en destino.
Esto repercute también en la calidad de los alimentos, ya que su objetivo ya no es alimentarnos de una forma saludable sino reducir su coste productivo. La mayor parte de los alimentos que comemos están altamente procesados, con una cantidad importante de aditivos (colorantes, edulcorantes, preservantes), transgénicos… y esto repercute en nuestra salud, generando graves problemas cardiovasculares, de colesterol, obesidad, alergias, entre otros. Y son, mayoritariamente, las familias con menores recursos económicos quienes sufren las consecuencias de este modelo alimentario.
-Determinados estudios científicos muestran que comer productos refinados, con azúcares, saturados de grasas… productos que están, a su vez, cargados de residuos tóxicos… expone nuestro organismo a sustancias químicas que pueden actuar como disruptores hormonales que inhiben la capacidad de nuestros cuerpos de autoregular su peso. Pero, en realidad, los mejores alimentos no son los más caros… ¿La soberanía alimentaria es algo más que el derecho a comer lo suficiente para sobrevivir?
-Efectivamente. La soberanía alimentaria no sólo exige que todo el mundo tenga acceso a los alimentos, sino que también plantea un modelo de producción, distribución y consumo que sitúe en su centro al pequeño campesinado y nuestro derecho a comer alimentos sanos y saludables.
La soberanía alimentaria pone patas arriba la lógica deslocalizadora, intensiva, quilométrica, petrodependiente… que rige al sistema agroalimentario global, poniendo en cuestión la privatización de los bienes naturales (el agua, la tierra, las semillas…) y el monopolio empresarial en toda la cadena alimentaria, así como la connivencia política e institucional con el mismo.
La soberanía alimentaria exige tierra para quien la trabaje, semillas para quien las cultive, alimentos saludables y de proximidad para quien los consuma. En definitiva, reapropiarnos de los mecanismos de producción y distribución de alimentos, que nunca hubiesen tenido que sernos expoliados.
-Si tanto la izquierda con sus modelos antitradicionalistas y la derecha con sus modelos neoliberales se han cargado a las familias… ¿cómo los niños pueden aprender a alimentarse si no hay vida en familia, alimentación en familia?
-El modo cómo nos alimentamos también ha sufrido un cambio radical. La alimentación de nuestros abuelos y abuelas poco tiene que ver con la nuestra, y tampoco han pasado tantos años. Hemos perdido en diversidad agroalimentaria, conocimiento y calidad y somos muy poco conscientes de ello. Esto tiene su faceta más dramática en los países del Sur gravemente golpeados por la crisis alimentaria, aunque también nos afecta aquí, en el Norte.
Nos venden la moto de que en los supermercados podemos encontrar una amplia gama de alimentos. Pero la realidad es otra muy distinta. En el Estado español, siete empresas controlan el 75% de la distribución de la comida y esta tendencia va al alza, y en casi todos los supermercados encontramos los mismos productos. ¿Dónde está entonces tal variedad? Tenemos que recuperar el control en la producción, la distribución y el consumo de alimentos y el saber alimentario.
-El derecho internacional garantiza la soberanía interna y externa de un Estado. Pero, ¿quién garantiza su soberanía alimentaria?
-La soberanía alimentaria debería de estar garantizada por los estados, pero hoy en día los dictados de la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, con el beneplácito de los gobiernos de los distintos países, dejan la economía, la alimentación, el bienestar, la salud, el medio ambiente… en manos del mercado. Es necesario y urgente cambiar estas políticas, pero para hacerlo es fundamental una correlación de fuerzas favorable en manos de “los de abajo”, las y los resistentes. Hay que trabajar en esta dirección.
-Lo que llega al supermercado, las ofertas de la semana, lo que al final llega a nuestro plato… ¿de qué depende? O, mejor dicho, ¿quién lo decide?
-Si partimos de que la población campesina tiende a desaparecer, que en el Estado español tan sólo un 5% de la población activa trabaja en el campo, que se vive una creciente “descampesinización”… Entonces, ¿de quién depende nuestra alimentación? La respuesta es clara: multinacionales como Cargill, Monsanto, Nestlé, Carrefour, Alcampo, entre muchas otras, acaban determinando qué se consume, cómo, de dónde proviene y qué se paga. Por lo tanto, nuestro derecho a la alimentación, como hemos visto con la crisis alimentaria global, está gravemente amenazado.
-La Generalitat está prohibiendo que en los colegios entre la comida basura mientras que en sus medios de información se publicitan todo tipo de productos presuntamente alimentarios muy nocivos para la infancia… ¿Lo correcto no sería hacer como en Alemania o Italia en cuyos colegios ya existe la alimentación ecológica en un gran porcentaje, de carácter local y campesina?
-Podríamos decir que existe una doble moral. Desde las administraciones públicas se publicita la agricultura ecológica, pero sus políticas agrarias se supeditan a los intereses de la industria agroalimentaria. Pongamos un ejemplo. En Catalunya, a lo largo del año 2009, la plataforma Som lo que Sembrem recogió más de cien mil firmas impulsando una Iniciativa Legislativa Popular contra los transgénicos, pero cuando ésta llegó al Parlamento catalán fue rechazada. Los parlamentarios se plegaron a los intereses empresariales
protransgénicos.
Catalunya y Aragón son las zonas de Europa con una mayor producción de transgénicos, incluso con variedades prohibidas en otros países europeos. La administración pública puede seguir hablando de agricultura ecológica, pero si no se prohíben los transgénicos, tarde o temprano, con una falsa coexistencia, la agricultura convencional y ecológica desaparecerán.
Las experiencias de comedores ecológicos en Italia son iniciativas a tener muy en cuenta y a seguir, a la vez que son una de las principales fuentes de viabilidad de la agricultura ecológica y campesina italiana. Tomemos nota.
Activismo, política e información
Esther Vivas y Josep Maria Antentas acaban de publicar el libro Resistencias globales. De Seattle a la crisis de Wall Street (Editorial Popular). Vivas es una activista autora de diversos libros y publicaciones sobre movimientos sociales y consumo responsable. Ha participado activamente en el movimiento antiglobalización y antiguerra en Barcelona, así como en distintas ediciones del Foro Social Mundial, el Foro Social Europeo y el Foro Social Catalán.
Actualmente trabaja en temas de soberanía alimentaria y comercio justo. Forma parte de Izquierda Anticapitalista y de Revolta Global-Esquerra Anticapitalista en Catalunya. Fue la cabeza de lista de Izquierda Anticapitalista en las elecciones al Parlamento Europeo de 2009. Es miembro de la redacción de la revista Viento Sur. Su último libro pone en tela de juicio los modelos agroalimentarios y financieros actuales y propone volver a un sistema de agroalimentación campesina, local y ecológica.
Entrevista realizada por Pablo Bolaño y publicada en The Ecologist, Nº41.