El creciente rechazo a los cultivos transgénicos de los agricultores estadounidenses
Los consumidores estadounidenses están empezando a descubrir, como ya lo hicieron los europeos a finales de los años 1990, que la mayor parte de los alimentos procesados contienen ingredientes modificados genéticamente, al igual que los agricultores, que empiezan a recelar de esta tecnología.
La elección de un nuevo alcalde en Nueva York no es el único cambio que se ha producido últimamente en Estados Unidos, después de décadas favoreciendo a las Grandes Empresas. Tanto los cultivos como los alimentos modificados genéticamente no han encontrado trabas en su expansión, sin estudios que avalen su seguridad, todo ello gracias a la influencias de las Compañías de Biotecnología y las Administraciones de George W. Bush y Barack Obama.
La mayoría de los consumidores estadounidenses desean que los alimentos modificados genéticamente estén etiquetados ( que no lo están) y creen que no se alimentan con transgénicos (que sí lo hacen). Se han realizado recientemente votaciones para exigir su etiquetado, siendo derrotada las propuestas por un estrecho margen en California (2012) y en Washington (2013).
Pero la expectación creada por estas votaciones y las enormes sumas gastadas por las Empresas de Biotecnología y Alimentación para derrotar las propuestas ( 46 millones de dólares sólo en California) han provocado un debate en Estados Unidos, y ya otros 20 estados están considerando aprobar una ley de etiquetado de los productos transgénicos.
Hace muy poco, una empresa de alimentación de Estados Unidos, General Mills, ha dejado de producir los cereales para el desayuno Cheerios sin ingredientes transgénicos. Unos cereales que ya se llevan fabricando desde hace 73 años, una de las principales marcas estadounidenses de alimentación ha rechazado estos ingredientes. Las ventas de productos certificados como no transgénicos siguen creciendo, de los 1,3 mil millones de dólares en 2001 a 3,2 mil millones de dólares en 2013.
Los consumidores estadounidenses están empezando a descubrir, como ya lo hicieron los europeos a finales de los años 1990, que la mayor parte de los alimentos procesados contienen ingredientes modificados genéticamente, al igual que los agricultores, que empiezan a recelar de esta tecnología. En Europa se nos dice que los transgénicos deben de cultivarse “porque la superficie cultivada de transgénicos en Estados Unidos sigue creciendo”. Esto lo ha repetido una y otra vez el Secretario de Medio Ambiente del Reino Unido, Owen Paterson [ Arias Cañete]. Lo cierto es que los agricultores estadounidense llevan acarreando desde hace 15 años problemas con los cultivos transgénicos, y ya son tan grandes que están cambiando de parecer.
Más del 80% de todos los cultivos transgénicos se cultivan en sólo cuatro países de América del Norte y América Latina, con más del 40% en Estados Unidos. Pero a los agricultores les resulta difícil volver a una agricultura convencional no transgénica, ya que las semillas transgénicas han contaminado a las convencionales, y se enfrentan a ser demandados por las Empresas de Biotecnología si infringen las patentes de los cultivos transgénicos, aunque sea de forma involuntaria. En los campos de Iowa, Nebraska, Indiana, Delaware, y otros estados, los sueños transgénicos de Owen Paterson se oscurecen, ahora que los agricultores se enfrentan a las resistencia de las malas hierbas a los herbicidas más habituales utilizados en la agricultura transgénica, una auténtica pesadilla para los agricultores.
La mayor parte de los cultivos transgénicos de Estados Unidos están preparados para resistir al herbicida Roundup de Monsanto, un herbicida que se utiliza para fumigar los campos después de la cosecha, matando a todas las plantas antes de la próxima siembra. Pero a medida que aumenta la superficie de tierra cultiva en la que se utiliza Roundup, van apareciendo plantas resistentes, de modo que se extienden por todas partes. El área afectada por las plantas resistentes a Roundup (cuyo ingrediente activo es el glifosato) ha aumentado desde los 32,6 millones de hectáreas en 2010 a los 6,12 millones de hectáreas en 2012. Como resultado, los agricultores han aumentado el uso de herbicidas en Estados Unidos, un 25% aproximadamente entre 2001 y 2010. La única esperanza que tienen los agricultores es usar varios herbicidas diferentes, para encontrar algo que funcione.
Para empeorar las cosas para los transgénicos, los cultivos de maíz y soja no transgénicos están superando en rendimientos a los cultivos transgénicos, en parte porque las nuevas variedades no transgénicas se pueden desarrollar con más rapidez que las transgénicas. Los agricultores estadounidenses están recibiendo subvenciones por cultivar plantas no transgénicas, debido al rechazo de países como Japón, Corea del Sur y la Unión Europea.
No es de extrañar que los agricultores estadounidenses comiencen a rechazar los cultivos transgénicos. Una empresa de venta de semillas de maíz no transgénico ha visto como su negocio se ha duplicado en los últimos cuatro años, esperando que el maíz no transgénico recupere el 20% del mercado nacional en los próximo cinco años ( ahora el 90% del maíz cultivado en Estados Unidos es transgénico).
A la vista de estos resultados ¿los protransgénicos defenderán con el mismo ahínco una vuelta a los cultivos no transgénicos, a los que han instado durante los últimos 15 años? Atentos a cómo evolucionarán las cosas.
Fuente: Noticias de abajo