El desafío climático global
Ante los limitados resultados en las COP29 y COP16, es necesario persistir en el reto de mover a las potencias hacia una política de financiación de la crisis, al mismo tiempo que movilizar a los pueblos en defensa de su derecho a vivir sin amenazas
La última glaciación terminó en el planeta hace 10.000 años, desde entonces la temperatura empezó a crecer 0,8 °C cada mil años, hasta aumentar 8 °C en este período de diez mil años, descongelando grandes superficies.
En los últimos cien años, desde el año 1920 hasta hoy, la elevación de la temperatura ha sido de 1,5 °C. El incremento es alarmante porque normalmente este aumento debía ocurrir en 1.650 años, de acuerdo con el ascenso de la temperatura normalizado en los últimos diez mil años en la Tierra. Este ritmo acelerado, sin precedentes en la historia del planeta, podría llevar a superar los 2 °C para el año 2050.
Las Cumbres de la Tierra convocadas por Naciones Unidas son los espacios claves para definir estrategias frente a esta crisis. Sin embargo, los resultados de la COP29 y la COP16 y la actitud de las grandes economías industrializadas, han sido decepcionantes, mostrando una desconexión entre los compromisos asumidos y la acción requerida; mientras se profundizan las consecuencias devastadoras por el aumento de la temperatura en los ecosistemas, la biodiversidad, los recursos hídricos y la supervivencia humana.
COP29: falta de acción y financiamiento climático
La primera Cumbre de la Tierra para controlar el cambio climático, se convocó en Estocolmo en 1972. La COP29, celebrada el pasado mes de noviembre en Bakú, Azerbaiyán, reflejó la falta de compromiso real a 52 años de haberse firmado en Estocolmo la Convención del Clima, para controlar el aumento de la temperatura en el planeta.
Las promesas de financiamiento climático hechas por las potencias del mundo no se materializaron en la COP29, dejando a los países vulnerables en una lucha solitaria por recursos para enfrentar los impactos del cambio climático.
La COP29 es un fracaso total porque hay ausencia de compromisos claros para apoyar la adaptación de los países a los desastres climáticos venideros. Además, no se lograron establecer políticas globales efectivas para garantizar la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y frenar el incremento de la temperatura global.
COP16: sin compromisos ante la pérdida de biodiversidad
En 1994, en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, nació la convención para proteger la biodiversidad. En la COP16, realizada en Cali, en octubre pasado, los compromisos para proteger la biodiversidad fueron insuficientes. Después de 32 años de firmada la Convención de la biodiversidad, la pérdida de ecosistemas estratégicos no solo amenaza la supervivencia de especies, sino también la producción de alimentos y el acceso a vacunas. A pesar de la gravedad de esta crisis, las políticas internacionales no han logrado detener la acelerada extinción de especies.
En 52 años de Conferencias de la Tierra de Naciones Unidas queda ampliamente demostrado que las promesas son vagas y no se traducen en acciones concretas para proteger los ecosistemas estratégicos y controlar el aumento de la temperatura. Este escenario de las Cumbres de la Tierra en realidad es el espacio de las transnacionales para usar los desastres climáticos como modelo de negocio.
Llamado a la acción: el agua como prioridad global
Un aspecto crítico y totalmente relegado en estas cumbres es la crisis del agua. La falta de un enfoque serio en este tema subraya la necesidad de una visión global para proteger este recurso vital. Es urgente que la comunidad internacional incorpore el agua como un compromiso central en futuros acuerdos.
La crisis hídrica ya está causando migraciones forzadas, hambre y enfermedades. Un nuevo acuerdo global debe abordar integralmente el cambio del ciclo del agua, ocasionado por el incremento de la temperatura del planeta y acometer sus implicaciones para la salud, la seguridad alimentaria y el desplazamiento humano.
El cambio climático ya afecta gravemente a comunidades en todo el mundo. Sin acciones urgentes y responsables, sus impactos serán más severos y extendidos. La protección de la biodiversidad y de los recursos hídricos debe convertirse en una prioridad absoluta para garantizar un planeta habitable para las generaciones futuras.
Las Cumbres de la Tierra de Naciones Unidas integradas por las burocracias de los países participantes no son de utilidad, porque obedecen a los designios de los intereses capitalistas de las potencias económicas, que ven en los desastres naturales una forma efectiva de reproducir el capital.
Las Cumbres de la Tierra se deben transformar en espacios internacionales con representación de delegaciones de las comunidades organizadas que defienden su territorio en cada país, donde los compromisos se traduzcan en acciones concretas que enfrenten la magnitud de esta crisis. Solo con una visión global y colectiva será posible adaptarnos al cambio climático y asegurar un futuro sostenible.
Fuente: Agencia Prensa Rural