Ecuador: niñas Taromenane, víctimas de la fiebre por petróleo
"El extractivismo petrolero y minero, el impulso a megaproyectos no solo afecta la naturaleza sino que destruye los tejidos sociales y provoca efectos discriminatorios y violentos contra las mujeres, los niños, los ancianos y en general la naturaleza."
El 2013 termina con una serie de luchas en contra de políticas profundamente violentas con de la vida.
El extractivismo petrolero y minero, el impulso a megaproyectos no solo afecta la naturaleza sino que destruye los tejidos sociales y provoca efectos discriminatorios y violentos contra las mujeres, los niños, los ancianos y en general la naturaleza.
La actividad petrolera es una cotidiana agresión a la naturaleza y a los pueblos que son parte de ella. La contaminación que se descarga a los ríos y al aire afecta sobre todo a las mujeres y niños que pasan gran parte de sus vidas sumergidas en el agua. Los contaminantes son abortivos, de allí que los índices de aborto en las zonas petroleras son un 150% más frecuentes que la media nacional y en eso se revela gran parte de la hipocrecia al pretender penalizar a las mujeres y al mismo premiar a las empresas petroleras con nuevos espacios para esparcir su actividad.
Al desastre ambiental ahora muy conocido gracias al juicio a la Texaco, se suman los efectos sobre la vida de los pueblos indígenas.
El reciente conflicto en el Yasuní describe la tragedia que provoca la invasión petrolera en territorios de pueblos aislados y de reciente contacto: es una radiografía que devela como se motivan agresiones, se arman a agresores, se imponen ambiciones y modos de vida y resultado de ello se desencadenan conflictos en cascada.
La presión que hay en las zonas de vida y de tránsito de los pueblos no contactos, se agiganta con la presencia petrolera, el ruido de las actividades y la incomodidad que genera, el refugio de los animales escapando a la intervención petrolera y la presencia de personas en sus territorios, supone nuevas formas de presión hacia el territorio de los pueblos en aislamiento voluntario. Es de necios no ver que éstas son las causas que llevaron a la muerte de los Waorani y posteriormente a la muerte de los Taromenane.
El estado no solo no cumplió con su obligación de proteger la vida de los pueblos en aislamiento voluntario y la de respetar las medidas cautelares otorgadas por la CIDH, sino actuó tarde y torpemene para proteger a las niñas y castigar a los responsables.
La Fiscalía ha decido responder a las agresiones con su típico estilo de poder: el despliegue militar.
Lo que ahora se anuncia como un rescate de una niña secuestrada, también podría ser visto como una nueva forma de agresión, no solo por la forma en que se procedió, sino por las consecuencias que tiene alejar aun más a la niña de su lugar de vida.
Las niñas Taromenane fueron arrancadas de la selva, fueron agredidas al ser alejadas de su núcleo familiar y ahora, una de ellas, ha sido colocada en una ciudad dramáticamente petrolera, en el hospital del Coca, bajo escenarios militarizados ¿Se intenta experimentar con ella lo que podría ser una preparación para el contacto? ¿Unos exámenes médicos son la alternativa para estos pueblos? ¿El nuevo sacrificio para sostener el extractivismo es el genocidio?
La crisis desatada por este nuevo incidente vendrá acompañada con conflictos internos, que nos distancian de una realidad insistida y evidente: son las empresas petroleras las responsables de genocidio.
Demandamos que se piense primero en las niñas. Que se despeje su territorio de las actividades petroleras. Que no mueran más indígenas. Que se detenga toda operación petrolera en la zona. Que salga el personal de las empresas y se declare territorio de paz.
Que se devuelva la palabra a las mujeres, en este caso a las mujeres Waorani que conocen la selva, la cultura, la sicología de los pueblos de la selva, para manejar una situación tan crítica. Son mujeres wao quienes con la asistencia de otras mujeres de la organización indígena, deben promover no solo el cuidado de las niñas sino su retorno a su territorio.
Las mujeres y ecologistas estamos juntos en resistencia a la violencia cotidiana, a las agresiones a los derechos humanos, a las agresiones a la naturaleza. Por esto declaramos, nuestra luchas son compartidas. Defendemos la vida y la dignidad de la naturaleza y la vida.
Dejando el crudo en el subsuelo protegemos la vida de todos.
Fuente: YASunidos